El concordato tiene que ser revisado. Se le debe adecuar a los nuevos tiempos. Es una relación privilegiada entre la Iglesia católica y el Estado dominicano. Surgió en una etapa distinta y distante. Hoy no tiene razón de ser.
Por Manuel Hernández Villeta
Un tratamiento diplomático y de relaciones gubernamentales que se mantuvo a través de todos los gobiernos, pero que ahora mismo tiene que ser sometido a revisiones de parte y parte. Por delicadeza no debe ser borrado de un plumazo.
Un Gobierno o un Estado no deben favorecer a una religión. No puede haber en el mundo de hoy una religión que sea oficial del gobierno. Cada persona tiene el derecho de seguir sus dictados de conciencia, y en asuntos espirituales nadie es mayoría ni minoría.
En el país hay libertad de cultos, usted puede pertenecer a la iglesia que le dicte su conciencia. Hay colegios de todas las religiones, y ya se reconocen los matrimonios de los diferentes grupos cristianos.
Pero de hecho el concordato da privilegios a la religión católica, que no es necesario que se lo quiten, sino que tambien alcance a las demás denominaciones religiosas. En la praxis, el concordato es un adefesio y debe ser modernizado en cada uno de sus párrafos, cuando no abolido. No hablamos de creencias religiosas, lo cual respetamos, sino de un instrumento jurídico entre la Santa Sede, El Vatícano, y el gobierno Dominicano.
A todas las sectas religiosas hay que reconocerle su importancia, sin buscar su tamaño-número de feligreses. Su reconocimiento tiene que ser en base a su legado y sus enseñanzas. Un reconocimiento si a una solo persona le avivan sentimientos en el bien y el camino correcto.
Las iglesias pueden jugar un papel estelar en hacer frente a la caída de la moral, al irrespeto a los derechos humanos, al hambre física y espiritual, a la delincuencia que se cuece en la exclusión social, y en romper con la desesperanza, que lleva a la perdición física y mental.
Las Iglesias también se deben despojar de aquellos perversos que la ensucian, desde los pedófilos hasta los vividores de conciencia. Son una minoria, pero la inmunidad y la impunidad, o sencillamente el cerrar los ojos, no se corresponde con la moral cristiana.
Hoy más que nunca debe ser una punta de lanza la máxima cristiana que reza: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.