Observo preocupación y malestar en muchos dirigentes del PRD que no aparecen en el padrón electoral. Todos los excluidos desean sufragar en contra del presidente de la organización, el ingeniero Miguel Vargas Maldonado, en un intento de contribuir a rescatar la democracia en esa entidad política.
Parece que esos dirigentes del PRD no se dan cuenta que ese es un proceso viciado. Los miembros de la Comisión Organizadora responden todos a Vargas Maldonado y unos 800 mil perredeístas han sido excluidos del proceso. El padrón se elaboró en base a listas suministradas por diputados y síndicos miguelistas. Y el PLD ofreció otra lista de cien mil de sus dirigentes en toda la geografía nacional.
Ante esa situación, ¿vale la pena votar en una convención que anticipadamente se conoce el ganador? ¿Sufragar en esa contienda interna no es una forma de legitimar una farsa electoral? Y lo peor del caso: es una manera de distraerse ante la perentoria tarea de luchar por el restablecimiento de la democracia dominicana.
Desde niño escucho decir que cuando el perro ladra o ataca a una persona, no se le responde al animal. Responderle al perro sería caer en la misma irracionalidad de éste. Quien amerita respuesta es el dueño del canino. Esa irracionalidad se observa en muchos perredeístas que piensan que el culpable de la crisis interna es Miguel Vargas Maldonado. Vargas Maldonado es un simple instrumento utilizado comercialmente para la división del PRD.
Es un hombre que para cualquier acto se vale de la fuerza pública. Fuerza pública que le facilita el PLD y el gobierno. Y se mantiene en la presidencia del PRD gracias a las antijurídicas sentencias de los órganos electorales, los que actúan por mandato del Comité Político del partido oficial.
Se colige, pues, que el responsable de la situación del PRD es el PLD y no Miguel Vargas, un hombre que no tiene gente ni dentro ni fuera del partido blanco. Pero a pesar de ser una situación tan evidente, el liderazgo del partido no se da por enterado. Prefiere apelar a la famosa ley del menor esfuerzo, atribuirle toda la responsabilidad a Miguel Vargas y evadir una confrontación directa con el PLD y el gobierno.
El rol de Miguel Vargas se entiende bien claro: es un hombre de negocios. Y ha sabido, desde su conducta carente de ética, llevar los negocios a la actividad política. Lo que no se entiende es la forma irresponsable de los demás líderes del PRD en no explicarle a la militancia la mano evidente (no oculta) del PLD en la problemática.
Y se habla de las elecciones del 2016 como si estuviéramos viviendo en democracia, con elecciones libres garantizadas, a sabiendas de que no es así, pues todas las cortes son controladas por el PLD y, de forma particular, los órganos electorales han dado muestras evidentes de ser comités de base del gobernante Partido de la Liberación Dominicana.
De esa experiencia se desprende que no es sólo Miguel Vargas que está haciendo negocios con el PLD y el gobierno, que por lo menos hay otro líder recibiendo algún tipo de beneficio. Y ahí podría descansar la actitud de Hipólito Mejía de no hacer oposición. Y sus piropos al gobierno de Danilo Medina son frecuentes.
Con Miguel Vargas se hace un circo, se entretiene a los perredeístas y para nada se dirige una lucha encaminada al rescate de las instituciones que se hallan secuestradas por el PLD. Es en esas condiciones que se pretende llegar al 2016 para participar en unas elecciones, que más que elecciones constituyen un matadero electoral.