La Biblia establece en el libro de Proverbios, capítulo 17 versículo 6, que los nietos son una corona para lo abuelos. Y nuestro Dios no se equivocó cuando definió a los nietos como algo más que un regalo para sus abuelos y los elevó a la categoría de ser una corona que se coloca en la cabeza de los padres de los padres y confirma su graduación en la vida, muestra su experiencia después de haber criado a los hijos y nos convierte en una especie de reyes en la tierra.
Y digo nos convierte en una especie de reyes porque en esta semana de manera personal recibí una nueva corona en mi cabeza, pues mi hija Amelia y mi yerno Indalo trajeron al mundo con la bendición de Dios mi segundo nieto: Juan Fernando. Ya dos años y medio atrás me habían convertido en el ser humano más feliz de la tierra al recibir a mi primera nieta Ianna Amelie, una hermosísima morenita que sabe hacerme conjugar el verbo de la ridiculez en todos los tiempos sin que me de vergüenza.
Y es que ser abuelo es una gra bendición de Dios. Los abuelos encontramos en los nietos una nueva razón para seguir viviendo y para disfrutar a plenitud la etapa de madurez de nuestra existencia. Los nietos son como un hermoso arcoiris que se coloca con una intensidad inimaginable en los tiempos de lluvia y de nubarrones que afecta los cielos de nuestras vidas y nuestros sueños. Los nietos son esa segunda cosecha fructífera que Dios pone en nuestras manos para que la amemos intensamente sin tener la responsabilidad fundamental en ellos, porque eso les corresponde a su padre y a su madre.
Excúsenme mis lectores si hoy no estoy analizando la política ni la economía dominicana. Hoy para mí tanto la situación del país, las actuaciones de Danilo o del gobierno, la convención del PRD o cualquiera de los precandidatos del PLD son temas de segundo orden, porque lo más importante es el nacimiento de Juan Fernando, ese nuevo nieto, el primer varón, que ha hecho que mi vida y la de mi esposa Zinayda, se haya rejuvenicido y se haya llenado nuevamente de un gran orgullo y de una enorme satisfacción del deber cumplido con nuestras hijas Amelia y Cheizi y sus respectivos compañeros de vida, Indalo y Chris.
Cuando como abuelos sentimos la enorme satisfacción y alegría de nuestros nietos, muchos afirmamos que los deberíamos tenerlos primero que los hijos. Lógicamente eso no es posible sobretodo porque con los nietos no tenemos esa responsabilidad primaria, la cual corresponde a sus procreadores, pero no deja de mostrar que ellos, nuestros nietos, son un manantial inagotable de sonrisas, de alegrías compartidas y de felicidad infinita.
Agradezco a Dios por haberme permitido que mi segundo nieto Juan Fernando, el primer varón, viniera al mundo sin ningún inconveniente y lleno amor y de sonrisas. Cuando lo tuve en mis brazos por primer vez sentí que mi vida se llenaba nuevamente del amor que Dios tiene para con nosotros. Sentí que en cada sonrisa de sus labios mi vida encontraba el sentido y la razón para seguir los caminos de Jesús. !Gracias Padre Celestial por permitirme ser el abuelo feliz y orgulloso de Juan Fernando y de Ianna Amelie!.
Euri Cabral
Es Economista y Comunicador
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