La ley de partidos políticos no pasa de ser una necedad de la mal llamada sociedad civil y una hipocresía. La podredumbre de la política no se puede lavar y limpiar con una ley, sin aplicar la guillotina que alcance a corruptos y corruptores.
Por Manuel Hernández Villeta
Para fines de proceso institucional y de tener en la alacena un libro más, podría ser pasable, pero en la práctica el mismo sistema es que corrompe a los políticos, y la ley de partidos sería parte de ese sistema carcomido.
Por lo tanto, una ley de partidos no va a sentar las bases de la seriedad, la institucionalidad y el fortalecimiento de la democracia. Lo más, llegará a material para tertulias de café.
Los políticos dominicanos se corrompen no por la falta de leyes, sino por la ausencia de moral. La escuela política tradicional es de que se va al partidismo para hacerse ricos, para conseguir un buen trabajo y para tener poder social.
Una ley no erradicará a los oportunistas y busca posiciones, que en definitiva son los que conforman el corazón dirigencial de los partidos. Un partido como tal, es un ente etereo, intangible, lo que le da la razón de ser y accionar son las mujeres y hombres que lo integran.
El gran empresariado que está abocando por una ley de partidos, debe ver su cara ante el espejo. Hoy son los empresarios los que patrocinan casi a todos los candidatos. Para ser un regidor se necesitan varios millones de pesos, muy por encima de las posibilidades de un hijo de machepa.
Da la impresión de que con una nueva ley de partidos, sin importar la moral de los políticos, se busca dar a los empresarios el poder de dirigir la vida pública nacional. Los empresarios no requieren a uno de su sector para dirigir, sino comprar a los que se venden al mejor postor.
No rechazo la lay de partidos. No hace daño a nadie, pero tampoco podrá ser la salvación. Lo que hay es que afincar una escuela de formación de políticos serios, responsables, no corruptos y que defiendan los intereses nacionales.
Se puede lograr, los partidos lo pueden hacer. Se necesita sacrificios y mucho trabajo. Hay que sentar base para que la juventud que se inicia en la política no tenga los mismos lastres que sus mentores, donde el olor del peso era y es lo más importante.
Si a los partidos políticos se va con el cuchillo en la boca, ninguna ley servirá para regular esta actividad. En el país hay políticos serios, y que se sacrifican por el bien nacional, cierto que son una minoria, pero ellos mantienen viva la llama de la esperanza.