De entre las muchas ofertas atractivas del VIII Festival Internacional de Teatro, dimos con una que nos ha dejado la satisfacción de un proyecto bien definido, aportador de fases nuevas de la expresión escénica y que, lastimeramente, ya se marchan hoy de la República Dominicana, tras agotar sus presentaciones en Casa de Teatro.
Por José Rafael Sosa
Dos teatristas de Ecuador, talentos que decidieron en Guayaquil, en 2004, fundar una compañía teatral que reivindicara el cuerpo como instrumento expresivo desde las tablas, hacer de la gestualidad un quehacer de magia y dibujar un aporte al teatro que llamara a actores y actrices del mundo a descubrir que tienen en su ser mismo, en tronco, cabeza y extremidades, la mejor de las plataformas para dejar una huella en escena
Martin Peña y Yanet Gómez, apoyados por el técnico Luis Espinel, han llegado el VIII Festival Internacional de Teatro para dejar impresa en memoria y alma, la huella de un quehacer teatral que debe servir de llamado a la dinamización de la escena latinoamericana. Hoy martes se marchan del país, dejando admirados a un largo listado de actores y estudiantes de teatro, que les disfrutaron con ese sabor de lo nuevo..
Los acabamos de ver en su montaje Bruma, que cuenta la historia de Anastasia quien muere, y para trasladarla al cielo o al infierno tiene que pasar por enormes barreras burocráticas.
En Casa de Teatro, no tenía, al momento de descorrer las cortinas, en su sala Cristóbal de Yerena, un solo asiento disponible.
No cabía un alma. Estudiantes de teatro, actores, y público que ama el sentir la vida de muchos sofrita en las tablas y las candilejas, no dejaban espacio ni para un recado de pobre. Y no solo era el precio de la entrada populista o popular del VIII Festival Internacional de Teatro. ¿Quién sabe?
Operaba en la presencia de tanta gente el prestigio de esta pareja que ha dado un sentido nuevo al teatro físico, al músculo al servicio del teatro, aderezado de un concepto definido, crítico y penetrante-
De la expresiva novedosa de estos dos muchachos se tenían referencias referencias, tanto por el boca a boca de quienes le han visto en festivales como por sus videos en la red, Eran apenas dos talentos: Yanet Gómez (Anastasia) y Martín Peña, (el burócrata) quienes fundaron en el 2004, un sueño, ese que llama a dar vigencia a lo corporal, es ese que integrantes del Teatro del Cielo, de Guayaquil, de Ecuador.
Pero un asunto es considerarles talentosos, diestros y otro tema es apreciarles en tanto constituyen una propuesta que se expone como desafío actoral porque abandona el parlamentarismo, el quehacer oral, la comodidad escénica para plantear un modelo que nos recuerda los inicios escénicos-gestuales de Viena González y Claudio Rivera, de Teatro Guloya, cuando recién llegados de Cuba, pero con la diferencia casi danzaría de los ecuatorianos.
La trama parte de un episodio que enfrenta necesidad humana frente al muro inaccesible de la burocracia: Para escenificar el drama, ambos artistas apuntan un entrenamiento y disciplina que los conduce por una rutina complicada, con pases rápidos, con momentos en los cuales la armonización música-cuerpo-parlamentos que consagran instantes de inolvidable perfume visual.
Estos chicos de Ecuador tienen un notable dominio de la técnica: maquillaje impresionista e influido por la óptica clown, del payaso.
La expresividad que tiene su punto extremo en los rostros de Yanet y Martín (particularmente en sus ojos) tiene una coherencia y agilidad que bordean tanto el espectáculo danzario como la magia de lo gestual logrado con cuidadosa capacidad y paciencia.
Los elementos escenográficos, simples y simbólicos, y el manejo de luces de, Luis Espinel, técnico, también evidencia la óptica revolucionaria de esta agrupación, ya que logra ese manto dramático sobre la cámara negra.