SANTIAGO.- Con asombro e incredulidad ha reaccionado la sociedad santiaguera ante la boda, en la Catedral de esta ciudad, de un hombre que guarda prisión por haber asesinado a su esposa embarazada, en el 2009, con una dama que recientemente logró su libertad, tras purgar una condena de 5 años por venta de drogas, sacramento que desconocía el arzobispo de aquí que se produciría en ese lugar, aunque las autoridades carcelarias aseguran lo contrario.
La actitud de quienes están perplejos por la celebración del matrimonio de Miguel Vladimir Morán y Yáscara Vargas, estriba en que esa unión fue bendecida en el principal templo religioso de esta arquidiócesis, sede principal desde donde monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio ejerce su ministerio.
El arzobispo de la Rosa y Carpio se ha destacado por sus críticas en contra de los delincuentes, de manera especial de los asesinos de mujeres y los narcotraficantes.
No obstante esas reiteradas posiciones de la principal autoridad católica de aquí, la Catedral Santiago Apóstol el Mayor sirvió de escenario el pasado jueves para que los dos convictos contrajeran nupcias, para cuya ocasión el templo fue cuidadosamente engalanado, como si se tratara de las bodas de dos celebridades de la sociedad santiaguera.
La singular boda, primera que se produce en ese centenario lugar con dos contrayentes condenados judicialmente por esos graves delitos, es la comidilla desde el viernes en esta ciudad.
Visitantes de lugares públicos, como supermercados, cines, parques y plazas, comentan el hecho que tildan de vergonzoso, al tiempo de considerar que se trató de algo que no debió ocurrir, mucho menos en la Catedral.
Algunos coincidieron al señalar que, aunque la ley no prohíbe el matrimonio entre violadores de las leyes, el Arzobispado debió cerciorarse del pasado de los novios, como lo hace la Iglesia en bodas normales y así evitar algo tan nocivo para el nombre de esa religión.
La mañana de este sábado, monseñor de la Rosa y Carpio, a través del encargado de prensa del Arzobispado, Lennis Betancourt, informó que sabía que en la Catedral se celebraría la boda de dos convictos del Centro de Corrección y Rehabilitación Rafey, pero ignoraba las causas de sus apresamientos.
Recordó que la Iglesia Católica cree en la conversión y el arrepentimiento de las personas, por lo que propicia el sacramento del matrimonio de reclusos, pero que está consciente que socialmente los delitos cometidos por esos dos contrayentes socialmente son imperdonables.
Aunque Betancourt garantizó que de la Rosa y Carpio no estuvo presente, la Procuraduría General de la República y la Dirección General de Prisiones, organismos que autorizaron la boda, hicieron pública una declaración, en la que dicen lo contrario y que incluso “él (monseñor) acudió a felicitar a los novios y valoró este tipo de pasos dados por los internos”.
Y que el religioso “pidió a la sociedad santiaguera brindar una segunda oportunidad para ellos que cayeron en las garras por cometer delitos penalizados por las leyes nacionales vigentes que los privó de su libertad”.
Además, que en otras ocasiones en Rafey se habían organizados tres bodas más entre exconfinados y exreclusas, algunos con penas cumplidas, que se enamoraron, ambos guardando prisión por la comisión de diversos delitos.
“Esta nueva unión ha sido diferentes a las anteriores, porque fue llevada hasta el altar en la Catedral Santiago Apóstol”, admitió la Procuraduría General de la República y la Dirección General de Prisiones en el documento de prensa.
Como celebrante del enlace actuó el padre Ricardo García, encargado de la pastoral penitenciaria del Arzobispado de Santiago, actividad que formó parte de las actividades con motivo de las fiestas patronales de esta ciudad que se desarrollaron del 13 al 25 de este mes.
Morán guarda prisión allí desde finales de junio del 2009, tras ser apresado una semana después de haber dispuesto de la vida de su esposa, Candy Fior Filpo Espinal, de 27 años, hecho ocurrido en la carretera que conduce a la comunidad Don Pedro, de esta ciudad.
Meses después fue condenado a 13 años por el homicidio de su mujer, de los cuales ha cumplido cinco. En el reclusorio conoció a Yáscara Vargas mientras cumplía una pena de cinco años por venta de drogas en el Centro de Corrección y Rehabilitación (CCR) Rafey-Mujeres.
Inmediatamente fue apresado e interrogado por las autoridades, Miguel Vladimir Moran admitió haber cometido el crimen en medio de una riña que sostuvo con su mujer, debido a un déficit de dinero en su negocio de ferretería, propiedad de ambos.
La mujer con unas siete semanas en gestación, fue herida de bala en el lado derecho del cuello sin salida que le provocó la muerte, falleciendo instantáneamente.
En ese entonces la Policía informó que para cometer el hecho Morán utilizó una pistola maca Taurus Milenium calibre 9 milímetros, que la portaba de manera legal.