Hace mucho tiempo que el destacado siquiatra, amigo y compueblano, doctor César Mella Mejía, advirtió sobre la peligrosidad del contenido del género musical bachata en la sociedad dominicana, que a su juicio, incentiva la violencia en el país y crea un ambiente de alienación en la persona.
Lógicamente, que no se refería a los temas grabados por Juan Luis Guerra y la fenecida Sonia Silvestre, adornados de una prosa y musicalización de calidad.
La bachata en sí no es dañina cuando se construyen temas con letras que hablan del amor; la convivencia, conservación de la naturaleza, la solidaridad, la planificación, la vida sin violencia, en fin, con un concepto musical que nos oriente hacia la búsqueda de la paz, del buen vivir y la armonización.
La sociedad dominicana cada vez es más ruidosa, violenta y encaminada hacia una alienación preocupante. Ningún espacio público del país está libre de ese desorden rítmico el cual ha sido incentivado por los propios medios de comunicación, especialmente los productores de radio y televisión.
El Procurador General de la República, doctor Francisco Domínguez Brito, exhortó a todos los sectores sociales del país a combatir la violencia de género.
Dijo que a pesar de que en los primeros seis meses del presente año la tasa de feminicidios fue menor a los años comprendidos entre el 2005 y 2012, el aumento fue considerable en relación al 2013 cuando se registró la cifra más baja de los últimos ocho años.
“Hemos trabajado muy duro para mantener la tendencia y lograr este año la tasa más baja de los últimos nueve años, lo cual se ha visto afectado por el aumento de los feminicidios en los primeros seis meses del presente año, sobre todo en el mes de marzo que experimentamos 14 feminicidios”, narró Domínguez Brito.
VIOLENCIA Y PODER MEDIATICO
Diversos programas radiales y televisivos promueven diariamente en diferentes horarios esos alucinantes contenidos.
En los parques, plazoletas, aceras, tiendas, autobuses y carros públicos, vehículos privados y hasta vendedores ambulantes colocan en sus triciclos de carga enormes bocinas con ese ruido infernal.
La violencia tiene diversas manifestaciones y se expresa en un conjunto de factores que inciden en su propagación. La falta de educación, de orientación familiar, de protección en el hogar, de oportunidades y recursos económicos genera ese lamentable cuadro social.
Ahora se agrega el Reguetón y el Dembow, caracterizado por sus movimientos y sonidos estrambóticos, que solo producen ruidos y descomposición entre sus jóvenes seguidores.
El psiquiatra Secundino Palacios en una entrevista al diario Hoy, entiende que esos ritmos y la Bachata no se pueden desvincular de los altos niveles de violencia que se registran en la sociedad dominicana, e inclusive, en los feminicidios.
Plantea que el ser humano actúa tomando en cuenta las informaciones que tiene en su cerebro. “Y lo que hay en el cerebro de quienes escuchan estos ritmos, sobre todo el Dembow y el Reguetón, son frases que hablan de matar, de darle duro, de darle pa bajo, de que es una puta o una perra, ese es el pensamiento de quienes promueven o disfrutan de esos ritmos”.
Y como si fuera poco, frecuentemente sus exponentes con más seguidores, entre ellos, el célebre Omega no sale de un escándalo por lo que ha sido llevado más de una vez a la cárcel.
Evidentemente, que detrás de esas descomposiciones sonoras derivadas de géneros como el hip-hop, el rap y el reggaetón importados de los Estados Unidos, Jamaica, Puerto Rico y Panamá se esconden las garras ocultas del narcotráfico.
Se ha querido vender la falsa visión de que el género urbano es una expresión auténtica y representativa del pueblo, de las estrechas calles de los barrios marginados, de los excluidos sociales y de la pobreza que rodea esos espacios urbanos.
¿Por qué entonces sus letras no promueven los reales valores de la juventud que trabaja, que estudia, que se supera y que con su ejemplo dignifican a sus familiares y a toda la sociedad?
Con sobrada razón, ese inminente músico dominicano y director de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), maestro José Antonio Molina, acaba de advertir que el género urbano “es un veneno para la sociedad”.
Sin calidad musical, sin contenido y con una visualización extravagante, los promotores de esos anti valores se ufanan de su extraordinaria penetración en segmentos importantes de la sociedad.
Es necesario que los sectores que confían y aman la República Dominicana, se unan en esfuerzos colectivos tendentes a rescatar la decencia y calidad de los ritmos musicales promovidos en los medios de comunicación de masas.
En ese contexto, hay que fortalecer la difusión del merengue, ritmo musical que nos identifica como nación, tal y como lo sugirieron recientemente un grupo de artistas que visitaron al presidente Danilo Medina en su despacho del Palacio Nacional.
En ese encuentro, en ocasión de celebrarse el “Día Nacional del Merengue” en el que intervinieron legendarios merengueros como Johnny Ventura, Héctor Acosta, Rafa Rosario, Quinito Méndez, Roberto del Castillo, entre otros, pidieron al Poder Ejecutivo crear el Instituto Nacional del Merengue.
Es loable que el Ministerio de Turismo esté llevando las principales orquestas merengueras del país a los centros turísticos esparcidos a nivel nacional, pero al mismo tiempo, debería presentarlas en los pueblos, especialmente en la conmemoración de sus fiestas patronales para que así la gente humilde tenga derecho a disfrutar del ritmo que más nos identifica como dominicanos y dominicanas.
Prefiero que las presentes y futuras generaciones de nuestro querido país puedan seguir escuchando y bailando merengues, y porque no, salsa, balada, tango y hasta el bossa nova, este último, un auténtico y hermoso ritmo brasileño, como lo refiere Michael Curiel, en su obra: “Latinoamérica: de Música y Músicos”.
Articulo de Manuel Díaz Aponte