El cobro de un impuesto a las ventas superiores a los US$200 que se hagan vía internet, pone de manifiesto la gran hipocresía, falta de sensibilidad y oportunismo de líderes empresariales, políticos y hasta comunitarios.
Por Manuel Hernández Villeta
Se quiere presentar como un problema de alcance nacional, a lo que no pasa de ser rebatiña entre grupos empresariales. Los de viejo cuño quieren cerran la puerta a lo que es una actividad de futuro, como las compras y ventas por internet.
Pero en la praxis, ese no es un tema de amplia importancia nacional, ahora es una capa minúscula la que hace compras por Internet, además de que la mayoría de los dominicanos no pueden adquirir periódicamente productos por encima de los doscientos dólares.
Como un nicho que se está abriendo de cara al futuro comercial, a las ventas por Internet se les debe dar facilidades, y si es posible, las cargas impositivas deben ser fijadas a plazo de un año. En lo inmediato si se debe cobrar un impuesto único.
Cualquier actividad comercial que no esté regimentada, ni pague impuestos, mientras otros si los erogan, sería muestra de un privilegio irritante, que en nada va a beneficiar a los consumidores ni al libre comercio.
De hecho ya hay un mercado negro en las ventas por Internet, donde personas sin tener ninguna representación comercial o legal, utilizan sus tarjetas de crédito para comprar y vender en su entorno social. Hay que controlar antes de que se desborde la situación.
La hipocresía viene de que se quiere presentar como un problema nacional ese cobro de las ventas sobre los 200 dólares, cuando nadie se preocupa del alto costo que tienen los productos de primera necesidad, y la carga impositiva que soportan.
Lo primero a revisar es que el mínimo de los 200 dólares, traducidos en peso, constituye el salario mínimo normal en la República Dominicana. Un empleado público, un guardia, un policía, una dependiente de un centro comercial, una cajera de bancos, una secretaria, un guardián privado, un chofer, tienen salarios mensuales de un máximo de US$200. La protesta tendría que ir a salvar ese segmento de la miseria.
La principal preocupación de los sectores organizados debe ser que se garantice la comida y los servicios médicos a los marginados y la clase media baja, y aquellos que al tener un salario mínimo, se inscriben en el círculo de privilegiados que no está ahogado en el mercado informal sin salarios y sin alimentos.
Los 200 no es un problema prioritario para los cientos de miles de salario mínimo, para la mayoría de los dominicanos, por lo tanto que lo defiendan los indiferentes a los males del país, y que sólo se muestran para esgrimir posturas empresariales, o para buscar beneficios personales, dejando atrás a los que desesperadamente buscan el día de las elecciones.
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