Por Andrés L. Mateo
Danilo Medina se está comiendo con yuca a la clase media. Al inicio de su gobierno le arremangó un nocaut con el paquetazo fiscal, reduciendo considerablemente el precario estado de bienestar que había acumulado con innumerables sacrificios. Los ricos siempre tienen fórmulas para eludir las cargas impositivas, son la clase media y los más empobrecidos quienes pagan los platos rotos del estropicio que los gobernantes realizan.
Ese paquetazo fiscal, por ejemplo, se impuso para escapar a la realidad del desfalco y la corrupción más burda de toda la historia dominicana, perpetrados por el gobierno anterior de su propio partido. Y demostró que el poder real escapa a las reglas del Derecho, y que el sistema mismo es una manera de ejercer la violencia, de desplegar la asimetría de la justicia que debería haber juzgado a tantos canallas que se enriquecieron a costas del sacrificio de todos.
Pero Danilo Medina asumió la opción de comerse con yuca a la clase media.
DOS
Danilo Medina es el limbo, mientras golpea.
Después que se instauró su gobierno estamos felices, aunque somos aún más pobres. La leche en polvo que yo consumía en mi casa costaba 247.29; ahora cuesta 448.27. Las pastillas de Codioban 360/25 que compro para la hipertensión valían 1,033 pesos, y ahora cuestan 1,634. Los aceites subieron un 65%, 58% el costo del azúcar, el café 37%, el yogourt 55%. El chocolate 55%. El pollo 33%. El arroz 42%. El aumento de las medicinas es geométrico, y no hay forma de parar la especulación. En promedio, todos los productos del agro han experimentado alzas que oscilan entre el 28 y 46%; una espiral inclemente que no se ha acompañado ni siquiera de un aumento mínimo de los salarios. Y si agregamos los cuarenta y tres aumentos en el costo de los combustibles, el deterioro de los servicios públicos que obligan a la doble tributación, el fraude de la seguridad social (particularmente para la clase media), y la cadena de empréstitos que empeñan el futuro de generaciones que ni siquiera han nacido; habría que preguntarse por el futuro de esa clase media desvalijada y de los sectores más desposeídos de la fortuna.
El tipo se las trae, como la canción infantil que decía “La cotorrita no está ahí”, él nunca está, flota siempre en el limbo, mientras golpea.
TRES
La clase media vive en una situación de desesperante oscuridad, y ansía una dosis de claridad genuina. Recula y recula y recula en la escala social, y le aterra caer en la fosa sin fin de la proletarización. Antes el Supermercado era “La sala del terror”, ahora es la voluntad inducida del despojo, ¡a la buena de Dios! Se ha legitimado el mito etiológico de la subordinación de las fuerzas individuales a la representación de los poderes de una comunidad; y todos somos un “conglomerado de individuos solitarios, flotantes, mutuamente hostiles y desconfiados”; que el Estado aterroriza con sus impuestos, martiriza con sus decretos de expropiaciones, doblega en la incertidumbre que genera su impotencia de no poder disputar la autoridad que la cerca, y que solo pudo nacer como experiencia de la crisis.
Yo he hecho correr mucha tinta (como se decía antes), escribiendo sobre esa clase media dominicana que ha sido inmovilizada miserablemente en los últimos años. Heroica y canalla, la veo ahora huérfana de la historia. Está perdida para todas las causas. En el año 1965 creyó tomar el cielo por asalto. Persiguiendo siempre el mismo sueño, Joaquín Balaguer los acribilló en las calles. Hipólito Mejía se burlaba de sus horrores cuando la crisis económica los hacía temblar. Y Leonel Fernández los encanalleció, esculpió en sus corazones la degradación íntima de sus principios, e instauró el “na e’ na” como compensación de sus purgatorios morales. Ahora, Danilo Medina se los está comiendo con yuca. Sin interrumpir la arbitrariedad del poder, es impalpable y moja. Aumentos van y aumentos vienen. Financia el partido con los fondos públicos (ninguna de las nóminas de militantes ha desaparecido, y suman ahora más de 28 mil), la corrupción no ha parado, las instituciones son barcos varados; pero él no habla, “no da malas noticias”, es más fuerte que lo real, al que impone sus leyes. Es demiurgo y no elaboración: “Danilo-Jesucristo”, “Danilo-Estado creador”, “Danilo- el otro nombre de la quietud”. Mientras se come con yuca a la clase media dominicana.
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