Algo hay en el fondo del debate producido por la intención de gravar las compras por internet inferiores a los doscientos dólares, a lo que nadie le quiere meter el diente porque desnuda la fragilidad de la economía dominicana: el déficits de cuenta corriente de nuestra balanza comercial, que en algo ha disminuido por las exportaciones de oro, pero denuncia que nos va mal en el resto de los bienes exportables.
Si al 2010 totalizamos exportaciones por 6,814.7 millones de dólares, versus importaciones por 15,209.9, podríamos alegar que nos fue mejor en 2013 cuando subimos las exportaciones a US$9,503.7 y las importaciones a 16,809.6, producto de las operaciones de la Barrick, de todas maneras arrastramos un saldo negativo de 7, 305.9 millones de dólares.
Un tipo de cambio estable que ha sido virtud de las administraciones del Partido de la Liberación Dominicana, que ha tenido que contrapesarse con unos tipos de interés que no estimulan a los sectores con acceso al crédito y que menos aun facilitan la bancarización de los informales, y el resultado ha sido un modelo de crecimiento que no genera empleos de calidad, que desde 2004 a la fecha por cada empleo formal ha generado 14 informales, y el 70% de los formales los ha dado el Gobierno, no la economía, datos que recalcó Manuel Diez Cabral en la Cámara Americana de Comercio.
Los tratados de libre comercio, si bien es cierto que nos abren oportunidades que no hemos estado en capacidad de aprovechar, han tenido una incidencia totalmente desproporcional, ampliando las facilidades para que nuestra gente pueda consumir mas productos importados, lo que hace que el consumo de divisas crezca varias veces más que la capacidad de generarlas, lo que es insostenible.
En “El Precio de la Desigualdad”, Joseph E. Stiglitz deja claro que “Si las exportaciones crean empleos, las importaciones lo destruyen” y eso es lo que el país ha estado haciendo: destruyendo los pocos empleos que su economía genera, no solo por el comportamiento en las compras por internet, sino en una conducta generalizada con buena parte de la mano de obra cualificada y no cualificada copada por extranjeros, la captación de las grandes empresas locales por multinacionales que repatrian sus beneficios y una conducta de consumo superflua.
No es una sola medida la que deberíamos estar discutiendo que de manera aislada no va a revertir el problema de fondo, los dominicanos necesitamos sentarnos a trazar al país que queremos y a no solo pregonarlo en el discurso, el resultado debe de quedar plasmado en un pacto fiscal.
Lo ideal es que auspiciemos un consumo que agregue valor, no es cierto que beneficie a la clase media de ningún país el que todo lo que produce se esfume por las ventanillas de las importaciones, porque esa fiesta, aunque en la actualidad aparente beneficiosa arrastra facturas explosivas.
Se culpa al comercio local de lucro desmedido, conclusión que se extrae de la comparación del precio en tienda versus su costo por internet incluido envío, y la verdad es que en muchos casos la diferencia escandaliza, pero justamente uno de los planteamientos de un pacto por empleo incluye la revisión de la estructura de costo de una operación local que desde renta de espacio comercial, energía eléctrica, costos de una planta privada, doble pago de seguridad social, tremendismo laboral, pocas ventas, entre otros hacen que resulte una hazaña mantener un negocio abierto en el país.