Por Nelson Encarnación.
Luego de transcurrir la mitad de una administración de gobierno, esta puede perfectamente ser comparada con un vuelo de cuatro horas, cuando después de las dos primeras horas y a medio camino, el capitán debe comenzar a planificar para conseguir el mejor aterrizaje posible.
Es cuando se deben adoptar las decisiones más inteligentes y sin salirse mucho del manual de instrucciones, con lo cual el piloto debe tener presente que de un buen aterrizaje dependen tanto su vida como las vidas de todos los que ocupan el avión.
En tanto y en cuanto el Presidente de la República es un capitán que dirige una nave donde viajan todos los ciudadanos de su nación, la forma cómo logre conducirla es la clave para una buena, regular o mala gestión al final.
Al entrar esta segunda semana de agosto en el descuento de la mitad de su Gobierno, el Presidente Danilo Medina deberá cuidar–como buen piloto–, que el próximo aterrizaje de esta nave llamada República Dominicana ocurra sin ningún tipo de sobresalto para sus ocupantes.
Y las advertencias no tienen nada de ociosas, pues la experiencia ha demostrado que luego de dejar atrás ese primer tramo, las administraciones suelen ser presa de toda suerte de extravagancias y excesos que terminan dañando lo alcanzado en la primera mitad.
Sobre todo cuando, como en el caso actual, un impedimento constitucional bloquea ciertos intentos por encarrilar al Presidente en un proyecto de reelección que tiene muy pocas posibilidades de hacerse concreto, a menos que el propio jefe del Estado se encargue de propiciar un desbarajuste institucional que en nada le aportaría a su legado democrático.
Este sería, justamente, un elemento trastornador para el bueno aterrizaje de la administración de Danilo, y operaría como una de esas turbulencias que se presentan en un viaje, generalmente desastrosas sin importar la pericia del piloto.
Hay que tomar en cuenta que el Presidente Medina ha logrado dirigir una gestión tranquila, no solo porque precisamente se le acreditan elementos tangibles y de innegable impacto en segmentos disminuidos de la población nacional como son los grupos marginales.
No. Es que también ha conseguido navegar sin turbulencias, pues ha contado con una oposición desorejada que no ha sido capaz de articular acciones de contrapeso como se le supone, sino que, en cambio, ha preferido freírse ella misma en su propia salsa.
Este talante opositor se puede ver desde distintas vertientes, y cada cual sacará una conclusión a partir de si lo cree conveniente y no para el desempeño del Gobierno.
Me explico: si se valora desde el lado estrictamente necesario para la tranquilidad del país y la gestión suave, parecería importante que no se contara con una oposición unificada que marchara en un solo camino, sobre todo si es para hacerle la vida imposible al Gobierno.
Pero desde el marco del necesario contrapeso que debe existir en una democracia, el descalabro del principal partido de oposición (el PRD) no ha sido nada positivo.
En conclusión: es muy importante que a partir de este 16 de agosto, cuando la nave conducida por el Presidente Medina comienza a planificar las maniobras de aterrizaje, se tenga presente que los gobiernos no son como inician sino como terminan.
nelsonencar@gmail.com
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