El legislativo debe ser uno de los poderes institucionales del país que ofrece una alta tasa entre rechazo y no compresión de cuál es su verdadero trabajo. Los miembros del Congreso se debaten entre el respaldo de un partido político determinado, y el mejor postor económico.
Por Manuel Hernández Villeta
En cualquier legislatura se va más a perder el tiempo, o dejar de ir a trabajar, que a tratar de lograr leyes que vayan en beneficio del pueblo. Una mayoría de senadores y diputados parece no saber cuál es su rol institucional.
La mayoría está allí para ser arreados como bueyes con anillos en la nariz. Responde ciegamente a las directrices de sus partidos, solo levantan las manos, y en muy pocas ocasiones se les ha escuchado defendiendo o rechazando una ley.
En las elecciones congresuales no se está escogiendo a mujeres y hombres para representar a Don Pueblo en el Congreso, sino manos que se levanten, para dar respaldo a proyectos de leyes que ni siquiera han visto o estudiados.
Además se mezcla a este panorama, ya de por si aterrador, el mercado de compra y venta que constituye para muchos su curul en el Congreso Nacional, donde a ojos de varios todo se compra y se vende.
Creo que la mayor parte de los legisladores son mujeres y hombres serios y responsables, pero que todavía no han demostrado la suficiente fortaleza para hacer valer los principios de que se va a legislar a favor del pueblo, y no a vegetar, ir un par de veces a la semana, cobrar el corralito o barrilito, y dejar que todo pase.
El Congreso es uno de los poderes del Estado que se debe mantener, lo que hay que corregir es el clientelismo actual, donde no llega al Centro de los Héroes un representante de los obreros, de los profesionales, de las amas de casa, de los ecologistas, de los chiriperos y de los campesinos.
Hay congresistas que nunca se han leído un proyecto de ley, y solo esperan la orden de su vocero y enlace con el partido que le dice lo que debe ser aprobado o rechazado. Así no se puede afincar una democracia.
Cuando se participa en unas elecciones para escoger a la representación congresual parece que lo más importante es el salario a devengar, las dos exoneraciones incluídas, el pase para pernoctar en un hotel de lujo, el barrilito y la nueva escalada social.
Desde hoy, hay que modificar la forma de llegar al Congreso Nacional, para ver si senadores y diputados son más representativos del país, y menos exhibidores de lo que es un poder obnubilado y sometido al trampolín y la mediocridad social.