Chochueca no fue un personaje de ficción como algunos hoy puedan pensar. Yo lo conocí porque me crié en las proximidades del Cementerio de Los Mina.
De modo que fue una persona real, de ojo un poco exaltado, de hablar medio ronco y muy conversador.
Era muy conocido, porque con frecuencia se le veía en las funerarias o en las casas donde se moría alguien, no solo en Los Mina, sino en cualquier punto de la capital.
Se guiaba por las esquelas de los muertos publicadas en los diarios; se presentaba donde los dolientes a prestar ayuda, aunque su interés era que le regalaran la ropa del fallecido.
Pero Chochueca también daba los números de la lotería. Una vez, se detuvo en un colmado de mi familia, ya de regreso del cementerio, y allí entabló una animada conversación con los presentes. Antes de partir, Chochueca dio cinco números de entre los cuales saldrían el domingo los tres números del sorteo del domingo siguiente. Sacó un papel de funda de sus bolsillos donde los tenía anotados e hizo a los presentes que escribieran a puño y letra los dictados por él.
Ya el domingo o lunes en la tarde, luego del sorteo de la Lotería Nacional, Chochueca se apareció al colmado a reclamar que le dieran su propina, pues uno de los números dados había salido en primera ese día. La mala suerte suya fue que nadie jugó, al menos quienes a esa hora estábamos en el establecimiento, y la rabia del personaje resonó en el sector y fue entonces cuando salió a flote su truco para adivinar los números.
Ese día en que Chochueca dio los cinco números posibles a salir en la lotería del domingo siguiente, había hecho lo mismo en al menos tres negocios, lo único que en cada caso sugería cinco números distintos de la zona. Así, repartía en la semana los cien números del sorteo y como habrá de suponer, uno de ellos debía de salir.
Mucha gente creía que Chochueca adivinaba los números de la lotería, porque el sistema suyo de repartir los cien números garantizaba que en algún punto de la ciudad alguien diría que se sacó.
Lo único que Chochueca daba el número primero y cobraba después, o sea, apelaba a una técnica sabía de ganarse la vida, no a un engaño, como al parecer viene ocurriendo en estos días con ciertos adivinadores.
No dudo que lo propio ocurre con los adivinadores de números de ahora, con la diferencias de que sus actuaciones tienen implicaciones engañosas.
Sin darse cuenta de la trama, muchos incautos acuden a donde el nombrado Cristian Casablanca, quien contrario a Chochueca primero cobra elevada suma de dinero para “adivinar” y darle el número próximo a salir en la Lotería Nacional. Peor aún, que haya medios de comunicación capaces de cederle espacios para que este tipo de gente se preste a tal engaño.
Lo más seguro es que cada persona que él recibe sale con posibilidades diferentes de allí. Me llama la atención que solo esté dando los número que saldrán en la Lotería Nacional, una empresa del Estado y en torno a la cual éste personaje bien podría dejar entrever que tiene conexiones allí para saber los números a ser cantados en los sorteos de esta, lo cual debe llamar la atención de la administración de nuestro amigo José Francisco Peña.
Me parece una estupidez que alguien le entregue 50 mil pesos a un supuesto adivinador por dos números de una extraña “consulta de agenda”, quedando atrapado en una trampa, pues el “adivinador” luego le da seguimiento, o sea lo motiva a seguir jugando dia tras día, y si la coincidencia de la vida lo premiara, tendría que darle 50 mil pesos más a este personaje.