Por Nelson Encarnación
Existe en el país un gran empeño por establecer la diferencia de estilos de gobernar entre el presidente Danilo Medina y el ex presidente Leonel Fernández, y se presenta como si se tratara de algo privativo de esas dos figuras y que solo se da en la República Dominicana.
En realidad, la diferencia de estilos es lo más común en el mundo, y se da en todas las actividades humanas.
Fuera el conde Buffon—a quien se le atribuye haberlo dicho–, o si la frase no tuviese autoría conocida, lo cierto es que desde el principio de los días “el estilo es el hombre”.
El hombre del pueblo en nuestro país ha tenido siempre, de manera llana y sin mucha elaboración intelectual, la contraparte dominicana a esa frase que, según se percibe, data del siglo 18.
En efecto, nuestros campesinos tienen dicho desde tiempos inmemoriales que “cada maestro con su librito” o bien que “cada cabeza es un mundo”.
Ambos dichos no son otra cosa que “el estilo es el hombre”, razón por la cual no le vemos mucho sentido al afán de querer destacar como algo fuera de lo común el hecho de que Leonel gobernara de una manera y Danilo lo haga de otra diferente.
La diferencia de estilos la encontramos en cada gobernante que es comparado con otro, en muchos casos siendo unos discípulos de otros, pues así como no existen huellas dactilares que sean idénticas, así tampoco podríamos encontrar estilos repetidos, aunque pudieran darse casos de rasgos parecidos.
Así las cosas, por el hecho de que Danilo y Leonel procedan del mismo partido, formados por el mismo líder y que el uno fuera ministro en dos ocasiones del otro, no se podía esperar que el actual Presidente de la República pudiera ser una copia al carbón del anterior jefe del Estado.
Sobre todo cuando el propio mandatario marcó diferencia de su predecesor incluso en el momento en que más necesitaba una identificación mayor con Leonel, es decir, durante la campaña electoral que lo llevaría al Poder.
Aun en esas circunstancias en que el candidato Danilo precisaba del empuje decidido del líder del Partido de la Liberación Dominicana y Presidente de la República, el hoy mandatario marcó su propia identidad y reivindicó el dicho popular de que “cada maestro con su librito”.
Y lo hizo incluso yendo más lejos, al enarbolar unas consignas de campaña que fueron, en cierto modo, riesgosas, si de por medio no hubiese existido un temperamento políticamente comprensivo e intelectualmente cosmopolita como el de Leonel Fernández.
Me refiero al juego de consignas de “corregir lo que está mal, continuar lo que está bien y hacer lo que nunca se ha hecho”.
Cualquier político seso hueco hubiera interpretado que “corregir lo que está mal” implicaba una crítica de Danilo al gobierno de su propio partido, pero Leonel lo entendió como un relanzamiento necesario del PLD tras ocho años de administración. Y dio resultado.
De manera que el empeño en establecer la diferencia de estilos entre Danilo y Leonel, apunta más bien a una intención de propiciar distanciamiento con fines electorales inmediatos.
Estrategia que de todas maneras será fallida tratándose dos dirigentes que encabezaron exitosamente la transición de un liderazgo férreo como el de Juan Bosch a uno colegiado que ha resultado ser el más fructífero, no solo en nuestro país sino en toda América Latina.