Por George Kell/IPS
NACIONES UNIDAS, 28 ago 2014 (IPS) – ¿Podemos imaginar el día en que una masa crítica de empresas invierta en un mundo mejor? ¿En que apueste al valor a largo plazo, no solo en términos económicos, sino también sociales, ambientales y éticos? Hace más de una década era difícil de imaginar, pero ahora podemos decir con confianza que está en marcha un movimiento mundial.
A fines de los años 90, la necesidad de actuar era inconfundible. En muchos sentidos, parecía que el resto del mundo no figuraba en el crecimiento y las oportunidades asociadas con el fuerte incremento de la inversión y el comercio internacional.
Este frágil estado de la unión entre las empresas y la sociedad llevó al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a proponer que el sector privado y el foro internacional iniciaran en conjunto un “pacto mundial de valores y principios compartidos, para darle un rostro humano al mercado global”.
De las 40 empresas que respondieron al lanzamiento en 2000, el Pacto Mundial de la ONU se amplió a más de 8.000 compañías signatarias de 140 países que representan aproximadamente 50 millones de empleados, de casi todos los tamaños y sectores de la economía, y en partes iguales del Sur en desarrollo y el Norte industrial.
Cada participante se comprometió a respetar y a apoyar los derechos humanos, garantizar condiciones de trabajo dignas, salvaguardar y restaurar el ambiente y poner en práctica la buena gestión empresarial, para luego informar públicamente sobre su progreso.
Además, 4.000 signatarios de la sociedad civil desempeñan un papel importante, como es el de hacer que las empresas respondan por sus compromisos y la colaboración con el sector privado en las causas comunes.
Ahora tenemos redes en 100 países que convocan a empresas afines y facilitan la acción sobre el terreno, que incorporan principios universales y prácticas empresariales responsables.
Estas redes desempeñan una función esencial para arraigar las normas internacionales, lanzar plataformas y campañas dentro del contexto nacional y proporcionar una base importante para impulsar a la acción y el conocimiento local.
Queda claro que la sostenibilidad ocupa un lugar cada vez más importante en las agendas de las empresas de todo el mundo. La realidad es que los desafíos sociales, ambientales y de gobernanza afectan las ganancias. Las alteraciones del mercado, el malestar social y la devastación ecológica tienen impactos reales en los negocios con respecto a las cadenas de suministro, los flujos de capital y la productividad de los empleados.
También vivimos en un mundo de hipertransparencia, y ahora la gente tiene más poder que nunca para hacer que los gobiernos y las empresas respondan por sus acciones.
Se produjo un cambio fundamental, a medida que las empresas se percataron de que no basta con mitigar el riesgo, sino que se espera que contribuyan de manera positiva con las comunidades en las que operan.
Más convincentes que los riesgos son las oportunidades derivadas de la globalización. A medida que el crecimiento económico se desplazaba al este y al sur, más compañías pasaron de ser tomadoras de recursos a constructoras de mercado.
Ahora, frente a problemas complejos como la pobreza extrema, la falta de educación, la desigualdad de género y la degradación ambiental, las compañías responsables se ven como socias en igualdad de condiciones y a largo plazo, sabiendo que no pueden prosperar en sociedades que fracasan.
Esto las animó a colaborar y coinvertir en soluciones que producen valor compartido para el sector privado y la sociedad. Y también hay una interdependencia cada vez mayor entre ambos.
Se espera que las empresas hagan más en áreas que antes eran del dominio exclusivo del sector público, como la salud y la educación, la inversión en la comunidad y la administración ambiental. De hecho, cinco de cada seis directores ejecutivos creen que sus compañías deben desempeñar un papel de liderazgo en cuestiones prioritarias a nivel mundial. Esto es sumamente alentador.
Si bien se ha visto un gran progreso, queda mucho trabajo. A compañías de todo el mundo se les pide que hagan más cosas sostenibles y que pongan fin a aquello que no lo es. La sostenibilidad empresarial debe estar en el ADN de la cultura y las actividades de negocios. La prioridad es llegar a aquellos que aún no tomaron medidas, y sobre todo a quienes se oponen activamente al cambio.
Para alcanzar la escala plena se deben realinear las estructuras de incentivos económicos para que se valore la sostenibilidad. Los gobiernos deben crear entornos propicios para las empresas e incentivar las prácticas responsables.
Los mercados financieros deben trascender el cortoplacismo para que los rendimientos a largo plazo se conviertan en el criterio general de las decisiones de inversión. Necesitamos señales claras de que el buen desempeño ambiental, social y en materia de gobernanza de las empresas tendrá apoyo y será rentable.
Este año, el sector privado tendrá la enorme oportunidad de cumplir su compromiso con la sociedad mientras los gobiernos y la ONU trabajan para definir un conjunto de objetivos mundiales de desarrollo sostenible para 2015.
Esta agenda posterior a 2015 tiene el poder de estimular la acción de todos los actores claves, con un papel muy importante del sector privado.
Estas metas y objetivos podrían dar pie a un marco para que las empresas midan su propio progreso en materia de sostenibilidad y ayudarlas a establecer objetivos corporativos alineados con las prioridades mundiales. Esta oportunidad es importante para crear valor en el sector privado y el bien público.
¿Cómo será el futuro? Las piezas están en su lugar para lograr una nueva era de sostenibilidad. La buena noticia es que las empresas progresistas, que comprenden grandes sectores del mercado mundial, demostraron que están dispuestas a ser parte de la solución y avanzar.
Las decisiones que tomen los líderes empresariales en aras de la sostenibilidad pueden hacer la diferencia. Podemos pasar de un impacto incremental a uno transformador, para demostrar que la compañía responsable es una fuerza para el bien.
Sobre el autor: Georg Kell es director ejecutivo del Pacto Mundial de Naciones Unidas, la mayor iniciativa del mundo en sostenibilidad empresarial voluntaria.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga