Con Loma Miranda en la ruta expedita de ser declarada Parque Nacional, un grupo de organizaciones convocó una jornada de movilizaciones denominada “paro verde” que arrojó dos muertos, varios lesionados permanentes, entre ellos dos oficiales de la Policía, decenas de heridos, e interrupción de las actividades educativas y productivas en barrios y provincias.
Todo empezó con un chistecito muy pesado para los que tienen que padecer la molestia de quedar atrapados en un taponamiento de la principal autopista del país, con su tramo hacia Santo Domingo cerrado por unos sacerdotes que decidieron acostarse sobre el pavimento del puente de Maimón, escoltados por activistas de su causa que no entienden que el derecho a protestar no incluye irrespeto a la libertad de tránsito de las otras personas.
Razón para tales desbordes no la había porque los que llevan la voz cantante en la búsqueda de impedir la explotación minera de Loma Miranda, sabían más del ritmo que llevaría el proyecto en el Congreso Nacional, que abierta la presente legislatura estaría entre los principales puntos de agenda y que la aprobación iba de urgencia.
Todo lo que se hizo en estos días pudo haber encontrado alguna justificación si hubiese habido la sospechade que el proyecto pudiera ser rechazado, nuevamente modificado o engavetado, pero nada de eso, dos y dos cuatro, el sol saliendo todos los días y tan seguro como eso, Loma Miranda Parque Nacional.
Espacio para decisiones tan racionales como la de la esperade un estudio concluyente de impacto ambiental no la había, o la de la suspensión de cualquier tipo de explotación hasta que se tuvieran las seguridades de las medidas de mitigación y de todas las prácticas de una minería responsable.
El político que se atreviera a sugerir cualquier cosa que no fuera la aprobada empeñaba seriamente su popularidad, y Falcondo dejó que le oscureciera demasiado para tratar de encender luces.
No importa lo lejanas que anden las evidencias, a la mayoría de los dominicanos se les ha predicado que en Miranda nace el agua que beben y que su explotación tendría consecuencias terribles, y como lo de Loma Miranda no se asumió como un tema frente al que había que adoptar una política de Estado, se tornó en braza ardiente que se traspasaba de mano en mano a ver quién se arriesgaba a quemarse, y nadie estaba en esas.
Ya tenemos lo que no teníamos, Loma Miranda Parque Nacional, un gran respiro interno pero en adelante habrá que afrontar las consecuencias de esa decisión.
En vez de recibir recursos por vía de las exportaciones de ferroníquel, el Estado tendrá que sacar de donde no hay para cubrir indemnizaciones, no sin antes exponerse a unos pleitos en las instancias de arbitraje en los que lleva amplias posibilidades de padecer condenas y graves penalizaciones.
No queda claro si Loma Miranda era un objetivo o una bandera política, porque si era lo buscado tocaba ahora a los promotores de la iniciativa respaldar al Estado que les ha complacido, en vez de dedicarse a enturbiar las aguas aupando el conflicto social.
El golpe a la seguridad jurídica que representa el desconocimiento de una concesión será muy perjudicial para un país que tiene cifradas sus metas de desarrollo en el crecimiento de la inversión extranjera, y si se añade un deterioro de la vida interna, la pobreza contra las que algunos dicen luchar, no harámás que agudizarse.
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