José Antonio Rodríguez, amén de las críticas que en su contra se puedan hacer por su rol de funcionario, es una persona apreciada en República Dominicana y por quienes le conocen en Cuba.
A Silvio Rodríguez se le quiere aquí y en Cuba, y prueba de ello es que sus conciertos en cualquier rincón de Quisqueya convocan multitudes y sus canciones son profusamente escuchadas.
Manifestar desprecio por razones ideológicas es propio de esas mentes retrógradas de la que la humanidad no ha podido deshacerse.
Afirmar que entre “los emigrados cubanos”, José Antonio Rodríguez “no es precisamente un ser querido”, por ser amigo del cantante cubano Silvio Rodríguez, es caer en el extremo del desprecio a una persona, y por tanto, una afirmación, que a mí entender, nace de una frustración personal que ha degenerado en odio.
Lo primero es que dudo que todos “los cubanos emigrados” piensen igual que el señor Haroldo Dilla Alfonso del ministro José Antonio Rodríguez, incluso de Silvio Rodríguez, independientemente de las motivaciones que hayan tenido para migrar a República Dominicana.
Si desprecia a José Antonio Rodríguez por ser amigo de Silvio, entonces tiene que cargar un furgón del tamaño del Estadio Olímpico para despreciar a miles de dominicanos, amigos y admiradores del exquisito intérprete cubano, como lo tuvo Celia Cruz, para citar solo uno del otro extremo.
Hace muchos años uno de mis maestros me dijo que el odio empequeñece el alma, porque la persona se obnubila, y la mente del humano no logra ver más allá de las limitaciones que les son impuestas por el resentimiento.
Ante el desparrame de odio al comienzo de su artículo contra los dos Rodríguez, no se podía esperar que el autor de ¿Quién pagó la adulonería del ministro de Cultura?, tuviera la lucidez para ver algo bueno en la gestión cultural de aquel.
Pero no solo a José Antonio y a Silvio embistió, también la ha emprendido contra el insigne Juan Bosch, patriota y maestro de la política dominicana, al que hoy, quienes fueron sus más radicales adversarios, reconocen su grandeza e integridad personal.
Y llego entonces al “El valor de nosotros”´, que el autor ha pretendido hacer trizas, un regio espectáculo gratuito para el público, con la Orquesta Sinfónica Nacional, Paquito D´Rivera, (que no es pro Fidel Castro como Silvio, sino todo lo contrario), Los Hermanos Rosario, Johnny Ventura, Maridalia Hernández, y grupos pertenecientes al Ministerio de Cultura.
Aquella noche, la Fortaleza Ozama estuvo repleta de personas: hombres, mujeres, niños y niñas, que disfrutaron de lo mejor del arte y la música nacionales, a lo que el pueblo dominicano tiene derecho constitucional. Allí, la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro José Antonio Molina, junto a Paquito D’Rivera, ofrecieron el concierto que dos días antes más de un millar de personas pagó para verlo.
Yo entiendo que de toda acción emprendida por un funcionario público, el ciudadano, aun sea emigrado, tenga derecho a criticar y disentir, sin embargo, la dosis de animadversión hacia José Antonio Rodríguez, derivada de su amistad con Silvio Rodríguez, me parece un absurdo retórico de quien escribió el artículo.
Fin