El comportamiento de la historia electoral dominicana revela que el sufragio se distribuye entre oficialistas y opositores. Décadas atrás esas luchas por el control del Estado, salvo contadas excepciones, las escenificaban perredeístas versus reformistas y finalmente perredeístas y peledeístas.
Al introducirse el sistema de doble vuelta y mayoría absoluta, a partir del 16 de mayo de 1996, la tendencia hacia la bipolarización ha cobrado fuerza. Sólo en dos certámenes comiciales el voto se ha dividido en tres entidades políticas. El primer caso fue en la primera ronda de 1996, en la que el PRD obtuvo un 46%, el PLD un 39% y el PRSC un 15%.
Un segundo ejemplo se registró en la contienda del 2000, en la que el PRD alcanzó el 49.87%, el PLD 24% y el PRSC 24%. Pero con la desaparición física del doctor Balaguer, en el año 2002, hubo una mudanza masiva de reformistas hacia el PLD y el partido morado se consolida definitivamente como mayoritario.
A partir de entonces todos los torneos electorales –nacionales y de medio término– han sido disputados por el PLD y el PRD. La votación de las demás organizaciones políticas, incluyendo al PRSC, ha sido insignificante. Esa conducta obedece a que el electorado percibía a una como gobiernista y a la otra como opositora. No hay dispersión en el voto.
Sin embargo, el buey (como también se le denominó al PRD) acaba de ser descuartizado por el señor Miguel Vargas, dejando fuera de la entidad a la gran mayoría de sus líderes tradicionales, incluyendo a los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de la República en los comicios del 2012, los cuales recibieron una votación favorable ascendente al 47%.
También el grueso de los dirigentes y militantes, en toda la geografía nacional, fueron excluidos del padrón electoral en la pasada convención, en una maniobra que involucra al PLD y al gobierno, autores intelectuales de todas las sentencias que emite el Tribunal Superior Electoral.
Ahora al PRD se le percibe como una sucursal del gobierno y de Leonel Fernández. No es oposición. Miguel Vargas carece de crédito público y las figuras de prestigio brillan por su ausencia en esa entidad política. Fiquito, después del presidente del partido, es el dirigente de mayor jerarquía, seguido muy de cerca por Maríñez y doña Peggy.
Ante ese descalabro y ausencia total de imagen pública y principios éticos en los dirigentes que quedan, al PRD no se le observa perspectiva con miras al torneo electoral del 2016.
Si las elecciones fueran hoy el PRD alcanzaría un 8%. Pero ese 8% lo atribuyo al hecho de que todavía le quedan muchos diputados y síndicos con sus respectivas clientelas en sus demarcaciones geográficas.
Con el paso de los días esos legisladores y alcaldes establecerían que sus posibilidades de reelección son inciertas, porque sus antiguos compañeros se han ido al naciente Partido Revolucionario Mayoritario. Y ellos, en su mayoría, también irían paulatinamente dando el paso.
Se deduce, pues, que para el 2016 el PRD sería una entelequia política, que difícilmente obtenga el 2% de los votos válidos emitidos. Inyectar recursos económicos al PRD, podría ser una estrategia del oficialismo para restar fuerza a la oposición, pero también se corre el riesgo de que se produzcan compras de potenciales votantes peledeístas, debido a la afinidad incuestionable entre el peledeísmo y el miguelismo.
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