Por Luis R. Decamps R. (*)
Un conocidísimo Marx de origen judío-alemán fue quien lanzó, en su estilo punzante pero divertido, unas jocosas expresiones sobre la tendencia a la doblez y a la hipocresía que exhiben ciertos individuos cuando sus deberes entran en contradicción con sus intereses: "¿Por quién me ha tomado usted? -protestaba el hombre ante un interlocutor imaginario-. Yo tengo principios… Pero claro, si estos no le gustan, tengo otros".
Las expresiones no son, desde luego, del erudito y político revolucionario que sus amigos más íntimos llamaban “el moro” (cuyo nombre de pila era Karl Heinrich) sino -por suerte- del actor y humorista estadounidense que todos conocían como “Groucho” (nombrado Julius Henry al nacer), y el autor de estas líneas las ha recordado a propósito del singular desenlace que han tenido los esfuerzos por hacer que se aprobara una ley para convertir en parque nacional a la Loma Miranda, un hermoso trozo de naturaleza virgen ubicado en la frontera entre las provincias de La Vega y Monseñor Nouel.
Aunque quien escribe no se cuenta entre los que creían que el presidente Danilo Medina promulgaría el proyecto de ley de referencia (suponerlo era un acto de ingenuidad impropio de cualquier analista de coyunturas políticas, pero esperarlo devenía una muestra de flagrante desconocimiento de los "principios" que informan a los incumbentes actuales de la cosa pública), la forma en que el tema fue manejado por la alta dirigencia del partido oficial ciertamente tiene características pasmosas: de tragedia y comedia al mismo tiempo.
(La parte del país no incorporada al portentoso aparato clientelar creado por el PLD desde el poder, acaso aleccionada por la victoria alcanzada con las demandas para que se hiciera efectiva la erogación del cuatro por ciento del PIB a favor de la educación, creyó de buena fe que la presión colectiva -dirigida por el sector de nuestra flagelada clase media que se niega a seguir comportándose como simple sobreviviente en su propia sociedad- tendría consecuencias parecidas en el asunto de Loma Miranda, pero olvidó dos “minucias”: primero, que no estamos en vísperas de unas elecciones; y segundo, que en este último caso -a diferencia del otro- el alto empresariado nacional aliado de los peledeístas era y es un beligerante opositor).
Y no se trata únicamente de un asunto de efectos o de apariencias (si bien la formidable estructura mediática del PLD está intacta, ahora es operada desde palacio con más tacto e inteligencia). Es cuestión de hechos, de meros y tangibles hechos: examinado el panorama en retrospectiva, el manejo que el gobierno del presidente Medina le dio al tema de Loma de Miranda podría parecer un drama bufo montado con toda la seriedad del mundo y, por ello, a prueba de necios, suspicaces y radicales… Como si dijéramos: exorcizado don Carlos porque -entre otras cosas- su mala costumbre de pensar y sus aburridas ideas colisionan con los intereses peledeístas de hoy, se ha echado mano a Groucho… Y se entiende, de veras: no hay manera de gozar esta “era morada” sin aligerar un poco el equipaje mental.
Prueba al canto de la comedia: a lo largo del último año los peledeístas en general, desde arriba hasta abajo e incluyendo a buena parte de los que despachan y despechan desde los poderes públicos (es decir, funcionarios medios, senadores, diputados, síndicos, regidores, empleados, botellas, tarjeteros, subsidiados y nominilleros de variada estofa) se pronunciaron reiteradamente a favor de que se convirtiera a Loma Miranda en área protegida, pero tras la sanción legislativa que luego resultó "observada" por el presidente Medina (lo que que incluyó su rechazo y devolución, pero también unas cuantas imputaciones de “galloloquismo” jurídico a los honorables congresistas y sus asesores) todos -las escasas excepciones llevan honra, nada más- dieron "reversa" con destreza y desparpajo de chofer de “voladora”… O sea, lo ya reseñado: si no le gustan mis principios, aquí -en mis bolsillos- tengo otros.
La realidad -hay que reiterarlo- de todos modos era notoria: mientras casi la nación entera se solidarizaba con el proyecto de ley de Loma Miranda y la algarabía y el ánimo de combate esperanzador inundaban tanto los espacios públicos como los salones congresuales, desde las instancias decisivas el Poder Ejecutivo nunca hubo una señal clara e inequívoca que pudiese dar pie a la creencia de que se compartía semejante propósito, muy a contrapelo de que adivinos y alabarderos de los medios -no confundiendo sus deseos con la realidad sino creyendo intuir “la línea” y tratando de ponerse a la vista del capitán- en el ínterin convencieron a casi todos de lo contrario… El brebaje tenía buen sabor, pero era laxante.
La verdad era muy otra, valga la insistencia: el presidente Medina no fijó nunca posición concluyente sobre el tema, y sólo dijo que esperaría el dictamen del PNUD (y el país le creyó); mantuvo en el cargo al director de Minería que se pronunció a favor de la explotación de Loma Miranda (y el país confió en él); dejó en el puesto al ministro de Medio Ambiente a pesar de sus ambivalencias (y el país lo aceptó); nombró como ministro de Energía y Minas a un defensor de la explotación (y el país lo excusó); e hizo mutis hasta el último momento cuando el Congreso aprobó el proyecto de ley en cuestión (y el país lo vio como parte de su estilo)… En suma: obviando todos los indicadores y las “pistas”, pocos esperaban que se situara de espaldas al clamor nacional al respecto (pero sí lo hizo y el país quedó estupefacto, boquiabierto y patidifuso).
Ahora bien, si indignante resultó que tanta gente fuera engañada o puesta “de relajo” y a la postre los incumbentes de la cosa pública terminaran actuando de acuerdo con los intereses de su corporación político-económica (en este caso, no pelearse con el alto empresariado nacional, que cerró filas con la depredación), la enseñanza de todo el proceso que acaba de concluir es más azarosa aún: los “compañeros” del la cúpula del PLD ya no creen en nada (sus “principios” son los de Groucho) y están convencidos de que Dios y María Santísima los pusieron a dirigir (“per saecula saeculorum”, según la sapientísima y sacrosanta palabra de su único ex presidente y líder máximo) una nación de pazguatos.
(Respecto del engaño o la puesta “de relajo”, no huelga recordar que eso no es nuevo en las administraciones peledeístas, pues lo mismo ocurrió, por ejemplo, con el Diálogo Nacional de 1997-con su casa y todo-, la Constitución de 2010, la elección de la Cámara de Cuentas en el mismo año, o la escogencia de la Defensora del Pueblo en 2013-; y en cuanto al maridaje con el alto empresariado nacional, conviene no olvidar que éste se ha comportado en los últimos dos lustros como integrante ex oficio del llamado Bloque Progresista. Pero, cuidado, el PLD podría replicar con la negativa haciendo uso de otra de las frases de Groucho: “¿A quien va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”).
Tal y como se ha dicho arriba, el autor nunca se hizo ilusiones con el tema de Loma de Miranda, sobre todo porque está absolutamente convencido de que el presidente Medina no adoptará ninguna providencia gubernamental que ponga en riesgo o peligro las cinco bases del control corporativista del poder que tiene su partido: la cohesión orgánica, el aparato clientelar, el control mediático, la integridad (o impunidad) de su dirigencia y la alianza con el alto empresariado. El problema de Loma Miranda -valga la insistencia- es que su declaratoria como parque nacional distanciaba al PLD de sus aliados empresarios en un momento en algunos de ellos empiezan a dar muestras de hastío o temor frente a la voracidad política y económica de aquel.
Por supuesto, fuera del hecho mismo de que Loma Miranda ha quedado desprotegida frente a las apetencias de Falcondo o de cualquier otra empresa minera, lo más destacable es que el presidente Medina (de quien sus colaboradores afirmaban que tenía “el oído en el corazón del pueblo”) ha malgastado su precioso capital político en un momento en que se suponía que en el PLD se preparaban escenarios y armaduras para un cruce de sables: ¿definitivamente no va la reelección? Es lo que parece, y si fuera así (dado el “papelazo” hecho por los precandidatos menores con el postrero e inesperado desplante palaciego) tanto la lógica de operación interior del PLD como las conveniencias “a futuro” de Medina le acaban de poner nombre al candidato oficialista para las elecciones de 2016: Leonel Antonio Fernández Reyna… Todo lo otro será chapuceo sobre mar sereno o soga para amarrar el ancla en una parte vigorosa del muelle.
Finalmente, ante un espectáculo tan alucinante como el que nos acaba de presentar gratuitamente la cúpula peledeísta con el caso de Loma Miranda, el escribidor no ha podido evadir una sospecha que le ronda tozudamente desde las últimas horas por la “sesera”: ¿y si todo esto fue “apota”, es decir, si se trató de un plan de alguna gente que se pasa de inteligente y, en tal virtud, nos puso a todos a jugar roles pre asignados (actores, extras, locutores, maquillistas, músicos, asistentes de diseño, modistos, apuntadores, etcétera) con la finalidad de que terminara como ha ocurrido?
Es cierto, absolutamente cierto que todavía no hay a mano irrefutables “indicios materiales” de que la cosa fuera de ese modo, pero hay derecho a pensarlo porque, aparte del cambio peledeísta de don Carlos por Groucho, el ambiente que se percibe ahora parece salido de las plumas de Rulfo o García Márquez y, por ello, las excusas y las defensas que hoy pululan por doquier en favor del presidente Medina pueden rivalizar exitosamente con los abracadabrantes acontecimientos que deslumbraron a todo el que se hizo partícipe de las aventuras de Comala y Macondo…
(*) El autor es abogado y profesor universitario
[email protected]