Estando a un trecho tan largo de celebrarse las próximas elecciones, no es ocioso pasar revista ahora a los cuadros que podrían representar la derrota o la victoria. Un proceso electoral lleva años armarlo, por lo que desde ya una ojeada es pertinente.
Por Manuel Hernández Villeta
El panorama de los grupos poblacionales mayoritarios no cambia; el hambre, la miseria, la exclusión social serán decisivo al tomar decisiones con miras a las soluciones electorales. Se abrirá la caja de las promesas, y realizaciones en el simple papel, que nunca se van a traducir en realidad.
La gran mayoría de la población sufre de exclusión social, económica y política. Poco importa su edad. Somo un país parejo entre jovenes y viejos, por lo tanto los síntomas son los mismos.
Los jóvenes no tienen para donde coger porque no hay empleo ni oportunidades, y los viejos ni siquiera tienen para ir a un asilo, y más ahora que los puestos de trabajo se cierran a los 50 años.
Si vemos las frías estadísticas, desde el primer votante hasta los que tienen 39 años, hay tres millones, 453 mil 43 dominicanos, y de más de 40 años hasta tener lucidez de votar, hay tres millones 525 mil 286 personas.
Lo mismo pasa cuando vemos la población electoral dividida, sin importar edad, entre hombres y mujeres. Hay con capacidad de de votar tres millones 547 mil 57 mujeres, y entre los hombres tres millones 431 mil 481. Por donde quiera que se busque es una población partida por la mitad.
La diferencia entonces está en las desigualdades económicas y sociales de los que están aptos para votar. Se estima que en las venideras elecciones el padrón electoral estará conformado por seis millones, 978 mil 538 dominicanos.
De modo frío, solo podrá un candidato llegar al poder pasando revista y prometiendo soluciones al desempleo, la violencia, la falta de una vivienda, la no asistencia en los hospitales estatales, las modificaciones que son necesarias en las escuelas, y sobre todo paliar la marginalidad social.
De hecho es difícil que sin vulnerar las reglas básicas del sistema, un mercado de libre competencia, se puede acabar el hambre y la miseria, pero por lo menos se le pueda dar un calmante y una mano de pintura, que no va a tapar las suciedades, pero las encubrirá de modo ligero.
A pesar de lo pasivo político, el país está reclamando cambios en todos los renglones de la vida nacional. En el reflujo social es fácil prometer y nunca cumplir, como hace la mayoría de los políticos. Pero estos deben contar que trabajan con una herida abierta y si no toman medidas para plantear soluciones, la población se los tomará en cuenta.
La mayoría silente, y la columna de hambreados, los desgraciados de la vida, empujan el carro del historia y la victoria, pero c omo simples peones, bueyes sin voz ni voto, hasta que hacen acto de rebeldía. En ese instante, o triunfan o mueren.