El pasado cuando no se sepulta ni se estudia, es un compañero indeseado que siempre persigue y hace cometer errores. La política dominicana es de remiendos, pero nunca de dejar atrás y dar saltos adelante.
Por Manuel Hernández Villeta
Trujillo fue sepultado en carne y hueso, pero su forma de gobierno está hoy presente; el Balaguer de los doce años es una referencia política, la revolución ancló en el 65 a las izquierdas. Un pasado que nunca permitió la crítica ni la autocrítica.
Para levantar un nuevo proyecto político en el país, el pasado tiene que ser sepultado, comenzar de nuevo, olvidarse de los viejos métodos del autoritarismo, del individualismo, de la corrupción, del compadrazgo y el dejar pasar y el dejar hacer.
El pasado debe ser punto de estudios, de referencia, de analizar junto con el presente, para ver hacia dónde se encaminan los futuros pasos. Si se persiste en caminar, sin hacer una radiografía de lo bueno y lo malo de las añoranzas, se caminará en tierra movediza.
El pasado se repite como farsa, cuando el mismo no es disecado para extraer sus experiencias. Siempre se le tuvo miedo a las ideas trujillistas, y muchos se taparon los ojos creyendo que una simple ley las pararían, pero el trujillismo se expandió a toda la sociedad dominicana.
Hoy se hace necesario superar esa leyenda, buena o mala. Trujillo y Balaguer, sencillamente tenían que ser superados en una política de Estado, para que fueran sepultos por siempre.
Trujillo y sus ideas no eran el Partido Dominicano, como Balaguer y sus ejecuciones no eran el Partido Reformista Social Cristiano. Esos dos edificios sin zapatas reales perdieron fuerzas efectivas, mientras que la mano ejecutante de sus mentores se eternizó y hasta auto-enquistó en la modernidad.
En la práxis política, poco se ha hecho para levantar las narices por encima de la disciplina trujillista o la dicta blanda ilustrada de Balaguer. Sus principales opositores no se modernizaron sus ideas y no se adecuaron al siglo 21, sino que siguieron en la etapa de libertad con navidad, o la guerra Patria y el retorno de los comandos.
Para hacer cambios sustanciales en el siglo 21 de la vida política nacional hacen falta modificaciones profundas, enterrar por siempre el pasado, y plantar una nueva etapa de paz y progreso.