Por Tomás Gómez Bueno.
La Comisión Nacional de Espectáculo Público y Radiofonía no debió tomarse la molestia de impedir la presentación de Miley Cyrus en el país. Simplemente, ella nunca debió ser invitada. El público dominicano no merecía pagar por los gestos repugnantes que prodigó la cantante estadounidense en el Coliseo José Miguel Agrelot de Hato Rey, donde con la bandera de Puerto Rico sobre sus espaldas escupió varias veces al público que la aclamaba y realizó gestos insolentes y procaces a todo lo largo de su presentación.
Las reacciones ante cualquier prohibición en un estado de derecho y democracia son atendibles y siempre serán una alerta saludable ante el siempre amenazante peligro del autoritarismo y la censura. Sin embargo, esta debatida medida nos evitó ver la bandera dominicana agitada en medio de poses vulgares y gestos obscenos, además, nos evitó ver la estima moral de nuestras gentes burlada por el esputo ensalivado de esta irreverente y escandalosa artista.
En este sentido, los manejadores de espectáculos, más allá de los niveles de rentabilidad que le reporte la contratación de unaartista, deben tomar en cuenta el posible daño que su presentación puede causarle a la sociedad, sobre a todo a la niñez.
Independientemente de la suma que se embolsillaron los contratistas de Miley Cyrus, su presentación dejó cuantiosas pérdidas en la estima y la valoración colectiva de los puertorriqueños. No séqué tan traumáticoserá para ellos ver a esta cantante blandiendo su bandera en el más desvergonzado escenario y escupiendo susjóvenes en la cara. Y si no lo es, peor.
Así mismo como existe una valoración ambiental de nuestros recursos naturales que contribuye a nuestro bienestar físico, existe una valoración moral y espiritual que determina ese bien social que se llama cultura y que requiere ser preservado, a través de uno sus vehículos más propicios que es el arte.Como recreo, diversión, escape de la rutina y relajamiento para distendernos emocionalmente no nos merecemos a Miley Cyrus. Creemos que hay otras opciones espiritual y moralmente más saludables.
Es probable que Miley Cyrus con ese desparpajo insolente e impúdico esté reproduciendo su trauma, y al mismo tiempo enviando un mensaje del vacío que la atormenta; pero, por sobre todo, es probable que ella esté tomando venganza de la sociedad que la engañó y le quisohacer creer por mimetismo y por fuerza del sistema que ella era y sería para siempre Hanna Montana.
Ella no fue una adolescente que vivió de manera normal los tormentos de su desarrollo, ella fue un producto cincelado a la talla de una industria que crea ídolos a imagen y semejanza de la vanidad mercurial de este sistema. A Miley Cyrus le sigue la rebelión y el vacío como resultado del caos sicológico y emocional que tiende a dejar en los adolescentes las despiadadas y rigurosas presiones que impone la industria del espectáculo para sacar un producto rentable. Es la cosificación de la persona y la conciencia.
Todas las sociedades requieren, y es una necesidad vital, recreo y entretenimiento, y el arte como reflejo social, como catarsis, testimonio y expresión de vida es una de las alternativas más viables. El arte es juego recreativo y racional que recompone y afirma la sociedad, es esa dimensión que aborda el sentido de la existencia desde su perfil trascendente y complejo para darle identidad y sentido humano a la vida colectiva. Es la forma como la sociedad se ve a sí misma, trasciende y se ubica más allá de los medios y los recursos que materialmente la sostienen (más allá del sustento material, del trabajo, de las fuerzas productivas).
El siquiatra José Miguel Gómez nos advierte sobre nuestra indisposición para razonar, discriminar y utilizar el juicio crítico para desarrollar habilidades y destrezas. Se refiere a la indefensión moral de nuestra sociedad cuando señala que la salud mental del dominicano no anda bien, “pero tampoco el espíritu ético y moral de una sociedad que permite pasar cualquier transgresión sin el menor asombro y sin inferir el menor dolor”.
Es esta frustrante y perturbadoradegradación del sexo la que conduce a la desvalorización de la vida, brecha que abre las puertas a la violencia, a las drogas, al compulsivo deseo de poseer y exhibir lo que se posee, y a esa actitud desconocedora de los valores esenciales sobre los que se sostiene la vida.
Necesitamos una Comisión Nacional de Espectáculos Públicos de amplia representación social, multidisciplinaria y dialogante, inclinada para prevenir y curar, recomendar, asesorar y sugerir; incluso, con la apertura para coordinar y contribuir a la organización –siempre cuidando la calidad y la excelencia– de actividades más conectada a la salud social de nuestro pueblo.
Necesitamos rescatar el pudor, la vergüenza, ese sentimiento que como dice –Blanca Castilla Cortázar, (Antropologia de la elegancia)–sienten los seres humanos cuando su razón no controla la expresión corpórea de sus movimientos, cuando nos sentimos mal al revelar algo íntimo que por dignidad propia sentimos que debe permanecer oculto.
La vergüenza es ese control que nos impide caer en el exhibicionismo, que nos evita caer en lo procaz, y convertirnos en mero gesto para llamar la atención, hasta reducirnos a una cosa. Urge evitar la cosificación y la masificación de la persona, una tendencia enfermiza de esta sociedad del espectáculo.En conclusión, artistas comoMiley Cyrus no constituyen las opciones más recomendables para disipar y airear la agitada y tumultuosa vida de la nación dominicana.
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