El Papa Francisco afirmó este martes en Albania, donde está de visita, que los recelos y prejuicios contra los inmigrantes se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado.
El Papa envió un mensaje en ocasión de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado: "Una Iglesia sin fronteras, madre de todos", a celebrarse el domingo 18 de enero de 2015.
Con relación a las zonas de partida de los emigrantes, Asia es el primer continente de la lista con casi 92.500.000 personas , seguida de Europa con 58.400.000, Sudamérica y Caribe con 36.7000.000, África con 31.300.000, América del Norte con 4.300.000 y Oceanía con 1.900.000 personas.
"La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable" manifestó.
Sostiene el Santo Padre que en una época de tan vastas migraciones, un gran número de personas deja sus lugares de origen y emprende el arriesgado viaje de la esperanza, con el equipaje lleno de deseos y de temores, a la búsqueda de condiciones de vida más humanas.
"No es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado" expuso.
Refiere el mensaje que el carácter multicultural de las sociedades actuales invita a la Iglesia a asumir nuevos compromisos de solidaridad, de comunión y de evangelización.
Exhorta a los movimientos migratorios a profundizar y reforzar los valores necesarios para garantizar una convivencia armónica entre las personas y las culturas.
"Para ello no basta la simple tolerancia, que hace posible el respeto de la diversidad y da paso a diversas formas de solidaridad entre las personas de procedencias y culturas diferentes.
Aquí se sitúa la vocación de la Iglesia a superar las fronteras y a favorecer "el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación a una actitud que ponga como fundamento la "cultura del encuentro?, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno" .
Habla de la globalización del fenómeno migratorio, a la que dijo se debe responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen las condiciones de los emigrantes.
"Al mismo tiempo, es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar una progresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras" indica.
Dijo que a esa solidaridad con los emigrantes y refugiados es preciso añadir la voluntad y la creatividad necesarias para desarrollar mundialmente un orden económico-financiero más justo y equitativo, junto con un mayor compromiso por la paz, condición indispensable para un auténtico progreso.
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