Por Radhames Gómez Sánchez.
'Maldecir a alguien o algo por considerarlo malo o perjudicial', dice el diccionario sobre este verbo. Abominable es, 'por supuesto, aquel que merece ser abominado'.
No sabemos qué hace de perjudicial el "abominable hombre de las nieves", cuya existencia es más que dudosa, pero así es el mundo.
Estas palabras provienen del verbo latino abominare y del adjetivo abominabilis, formados con el prefijo ab-, el sustantivo omen, ominis y las flexiones -are y -abilis, respectivamente. omen, ominis significaba en latín 'agüero, presagio, pronóstico', que no tenían por qué ser necesariamente malos.
Los adivinos eran llamados ominator, ominatoris. Cicerón decía faustis ominibus aliquid prosequi para significar 'desear el éxito de algo'.
Sin embargo, con el tiempo la idea de presagios negativos acabó por imponerse y dio lugar en latín al adjetivo 'ominosus' que significaba 'de mal agüero', denotación que se conserva en el español de hoy en ominoso.