Por Samuel Antenor
Agência FAPESP, 25 de septiembre de 2014 – Una investigación realizada en la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto de la Universidad de São Paulo (FMRP-USP) verificó que el denominado estrés precoz –un término que abarca tanto a los traumas y malos tratos físicos como a los abusos sexuales y emocionales sufridos por niños y adolescentes– puede agravar los cuadros de depresión en la vida adulta.
Durante el estudio, coordinado por Mario Juruena, docente en el Departamento de Neurociencias y Ciencias del Comportamiento de la FMRP, se detectaron registros permanentes en el cerebro de quienes pasaron por este tipo de estrés y se estableció un medio de identificar la relación entre causa y efecto en distintos tipos de depresión.
En colaboración con el profesor Anthony Cleare, del King’s College London, una institución británica que mantiene un acuerdo de cooperación con la FAPESP, Juruena detectó alteraciones en el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal (HPA) –parte del sistema neuroendocrino que percibe las situaciones causantes del estrés– como producto del estrés precoz en pacientes con psicopatologías depresivas durante la vida adulta.
En la investigación, desarrollada en colaboración con la Sección de Neurobiología de los Trastornos del Humor de la Unidad de Enfermedades Afectivas del Instituto de Psiquiatría del King’s College, se evaluó la asociación entre abusos físicos, sexuales y emocionales, negligencias en la infancia y alteraciones específicas en el eje HPA y en la función de receptores de hormonas responsables del metabolismo celular. El objetivo de este trabajo consistió en analizar los desequilibrios provocados por el estrés precoz en dos subtipos prevalentes de depresión: la atípica y la melancólica.
“Procuramos evaluar cuadros de depresión atípica y melancólica en adultos con dificultades de respuesta a los tratamientos, lo que tiende a suceder con mayor frecuencia cuando existe un historial de estrés precoz”, declaró Juruena a Agência FAPESP. Según el profesor, estudios anteriores y la experiencia en la atención clínica indican que, en general, en el 50% de los casos de depresión no hay respuesta al tratamiento.
Los pacientes estudiados se dividieron en tres grupos distintos. En todos ellos se midieron los niveles de secreción de la hormona cortisol y sus correlaciones con los receptores.
El primer grupo quedó compuesto por personas con historial de estrés precoz y cuadros de depresión. El segundo, por personas con cuadros de depresión, pero sin historia clínica de estrés precoz. En el tercero (el grupo de control), se reunió a los individuos sanos sin historial de malos tratos ni síntomas de depresión.
A todos ellos se les aplicó o Childhood Trauma Questionnaire (CTQ), un tipo de cuestionario sobre traumas en la infancia con preguntas sobre abusos sexuales, físicos y emocionales, negligencia física y negligencia emocional.
También se realizó una evaluación de las funciones de los receptores de la hormona cortisol en cada uno de los individuos, correlacionando los resultados psicométricos de la gravedad de la depresión y del estrés con los resultados neurobiológicos del eje HPA y de los receptores.
A los encuestados también se les administraron sustancias corticoides tales como fludrocortisona, prednisolona, espironolactona y dexametasona. Estas sustancias interactúan con los receptores de cortisol de manera distinta y selectiva e indican en qué receptor el paciente presenta disfunciones del eje HPA a través de la secreción de cortisol, que fue analizado en muestras de saliva.
Al 80% de los pacientes del primer grupo se le diagnosticó depresión atípica. Entre los síntomas de este tipo de depresión se encuentra la hiperfagia –la tendencia a comer en demasía, sobre todo golosinas y carbohidratos– y la hipersonia, la propensión a dormir mucho. Dichos síntomas son producto de una liberación muy baja de cortisol por el eje HPA.
Por otro lado, la mayoría de los pacientes del segundo grupo su ubicó en diagnóstico de depresión melancólica. En este caso, el desequilibrio en el eje HPA provoca la liberación de altos índices de cortisol, lo que lleva a cuadros de insomnio y pérdida del apetito.
Genética y epigenética
De acuerdo con el profesor de la FMRP, la investigación indicó que el estrés precoz ejerce influencia sobre las personas consideradas susceptibles de presentar uno de los subtipos de depresión en la vida adulta.
Aun pasando por eventos traumáticos en la infancia y la adolescencia, hay personas que no desarrollan cuadros depresivos, ya que no exhiben predisposición genética a la depresión, pues “tienen algún tipo de resiliencia”, dijo Juruena.
“Los cuadros de depresión presentan una interacción entre la vulnerabilidad del individuo y el ambiente adverso en que éste vivió o vive. Si un individuo con predisposición genética a la depresión sufre malos tratos, los riesgos de que desarrolle la enfermedad aumentan mucho. Esto obedece a factores epigenéticos, es decir, que responden al influjo de factores externos [ambientales, sociales y económicos] en la constitución física y psíquica de los individuos”, dijo.
Según Juruena, si bien la síntesis de proteínas está relacionada con la herencia genética de cada persona, los niños que pasan por estrés precoz experimentan una modificación de sus características de liberación de proteínas. Factores ambientales ejercerían el doble de influencia en los cuadros depresivos en comparación con los factores genéticos.
“Cuando los niños sufre estrés precoz, esa información impacta en el eje HPA y deja allí cicatrices. En la vida adulta, esto lleva que se tornen más graves los casos de depresión. La condición física-emocional de la persona deprimida pasa a quedar determinada por esa alteración, y presenta oscilaciones en los niveles hormonales, como el de cortisol, en más o en menos, dependiendo del subtipo de depresión”, dijo Juruena.
Trabajos realizados por el investigador apuntan que alrededor del 70% de los pacientes con depresión tiene historial de malos tratos. Aparte de una mayor resistencia a los tratamientos, también exhiben mayores índices de recaídas y de comorbilidad.
“La discusión referente a leyes que prohíban los malos tratos contra niños contempla a los abusos físicos, pero poco dice respecto a los abusos emocionales, que involucran la descalificación, la humillación y la agresión a los niños verbalmente. La agresión con palabras, sin embargo, también deja cicatrices, y da impulso al desarrollo de patologías en la vida adulta, tal como lo pudimos verificar en la investigación”, dijo Juruena.
“El abuso y las negligencias emocionales en el desarrollo de un niño son los factores que más impacto generan en lo que hace la gravedad de la depresión”, dijo.
Estudio compartido
Para Juruena, que realizó su doctorado y su posdoctorado en el Instituto de Psiquiatría del King’s College, el conocimiento desarrollado sobre depresión en la Unidad de Enfermedades Afectivas de la institución favoreció el perfeccionamiento de las investigaciones en la FMRP.
“La depresión es una enfermedad muy resistente al tratamiento, con factores que pueden influir en la gravedad de los síntomas y generar cronicidad. Este estudio nos permitió recabar datos que ayudan a corroborar tales evidencias, ya apuntadas en investigaciones anteriores realizadas en colaboración con el equipo del profesor Anthony Cleare”, dijo.
Recientemente, según Juruena, otros estudios realizados en Brasil también abordaron este tema, incluso trabajos realizados en el grupo del Programa de Asistencia, Enseñanza e Investigación en Estrés, Traumas y Enfermedades Afectivas (EsTraDA), también de la FMRP-USP, del cual forma parte. Pero el investigador destaca que se hacen necesarios nuevos estudios para dilucidar los mecanismos implicados en la relación entre el estrés precoz y los cuadros depresivos en la vida adulta.