Evidentemente que Horacio Vásquez, Rafael Trujillo Molina, Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez fueron los líderes políticos más sobresalientes del siglo pasado.
Horacio Vásquez, durante las primeras décadas del siglo XX, impuso su carisma y liderazgo. En lo personal se le percibió siempre como un hombre buena gente y en lo político fue un gran demócrata que, en su gobierno de 1924 a 1930, respetó los derechos humanos y ofertó amplias libertades públicas.
Trujillo Molina, en cambio, fue un dictador y un criminal. Su carisma fue construido a base de publicidad. Exhibicionista que procuraba ser centro de atención de los dominicanos, lo que logró por sus excesos y su larga permanencia en el poder político.
No fue un intelectual, tenía cultura promedio, pero era muy habilidoso y de gran autoridad. El terror político y el hacerse temer fueron los secretos de sus largos años de ejercicio gubernamental, no de su éxito.
Juan Bosch –de ese grupo de cinco grandes líderes– fue el mejor intelectual. Lo digo por la cantidad, variedad y calidad de las obras escritas. Político demócrata, de gran carisma, honrado, metódico y organizado. El no transigir con sus principios éticos y su carácter rígido fueron obstáculo para que no gobernara por mucho tiempo a la República Dominicana.
Joaquín Balaguer fue un gran intelectual y orador. Fue muy discreto, perseverante e inteligente. Conocía muy bien la sicología de los dominicanos. Carecía de ética política en el uso de los métodos para alcanzar o retener el poder. Sus primeros doce años de gobierno fueron de terror y persecución ideológica.
“Los hombres no cambian, cambian las circunstancias,” dijo Balaguer en 1986, cuando retornaba al poder por diez años más, ofreciendo, en esta oportunidad, un clima de respeto a los derechos humanos y libertades ciudadanas. Fue honrado en lo personal y a su muerte no dejó fortuna material. Fue presidente durante 22 años.
El doctor Peña Gómez fue el único, de esos cinco grandes líderes del siglo pasado, en no llegar a la Presidencia, pero ganó las elecciones de 1994 (de acuerdo a observadores nacionales y extranjeros) y la primera vuelta electoral de 1996. Carismático, culto y de conmovedora oratoria.
Fue y sigue siendo un gran discriminado por el color de su piel, pero posiblemente pasen siglos y no surja un político con sus extraordinarias cualidades.
Los que tuvimos el privilegio de ver simultáneamente, en el escenario político nacional, a líderes de la estatura de Joaquín Balaguer, Juan Bosch y Peña Gómez, tenemos sobradas razones para establecer el gran vacío de liderazgo de lo que va del presente siglo XXI.
Podría decirse que hasta el momento Leonel Fernández ha sido el líder político más sobresaliente. Ha sido presidente en tres oportunidades, es culto y tiene facilidad de expresión, pero es objeto de un rosario de imputaciones morales que reducen su estatura cada día. Ahora mismo acaba de explotarle una bomba en los pies, con el destape de las jugosas comisiones en la compra de los aviones brasileños.
De los grandes líderes del siglo pasado, posiblemente Horacio Vásquez sea el menos extraordinario, pero es un gigante si se le compara con Leonel Fernández. No puede llevarle el maletín.