Por Luis R. Decamps R. (*)
La vertiente humanista y “no violenta” de la lucha por las libertades civiles en los Estados Unidos durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX (en oposición a la encarnada por Malcolm X, Stokely Carmichael, Huey P. Newton, Bobby Seale y otros dirigentes afroamericanos promotores del supremacismo negro o de la “acción directa”) estuvo incuestionablemente representada en el liderazgo social y religioso del reverendo Martin Luther King.
Natural de Atlanta, Georgia, King nació el 15 de enero de 1929, y fue el primogénito de un pastor bautista que llevaba su mismo nombre y de Alberta Williams, activista religiosa que fue quien le enseñó que la segregación racial “no era el resultado de un orden natural” sino la consecuencia de una “imposición histórica de los hombres blancos”.
King ingresó con 15 años en el Morehouse College (de Atlanta), fue ordenado ministro bautista a los 17, se graduó a los 19 de bachiller en Artes (mención Sociología) y a los 21 se recibió en el Crozer Theological Seminary (de Pennsylvania) en Ciencias Religiosas. En este plantel conocería las ideas de Mahatma Gandhi, que abrazaría con fervor. Luego estudiaría en la Universidad de Boston, donde se familiarizaría con el pensamiento de Henry David Thoreau, y obtendría un doctorado en Teología.
En 1954, con solo 25 años, King se haría cargo de la iglesia de la avenida Dexter en Montgomery (capital de Alabama), y aquí se empezaría a desarrollar su liderazgo: en esta época era ya irrevocable su decisión de luchar por los derechos civiles de los afroamericanos con métodos pacíficos, pues creía que se trataba de una lucha de conciencia, no de “acción directa” ni con armas.
En 1955 se destacaría en el boicot al transporte público de Montgomery (por el arresto de una joven costurera negra llamada Rosa Parks que se negó a acatar la orden del chofer del bus en que viajaba de cederle el asiento a una persona de raza blanca), y en medio de esta campaña su casa fue atacada y él mismo resultó apresado. El movimiento duraría 382 días y terminaría con una decisión de la Corte Suprema de Justicia que declaró inconstitucional la práctica segregacionista y discriminatoria en los autobuses públicos. Esta histórica jornada convirtió a King en un líder respetado entre los negros, y pronto su fama se extendería por todo el país.
En 1957 King participó en la fundación de la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano, un grupo dedicado a organizar el activismo por los derechos civiles integrado básicamente por miembros de las comunidades negras vinculadas a las iglesias bautistas. Luego se convertiría en dirigente del Congreso por la Igualdad Racial, entidad con características políticas más definidas, y sería figura preponderante de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color.
En 1960 el Comité Coordinador Estudiantil No Violento organizó “sentadas” (protestas que consistían en sentarse en lugares prohibidos para los negros), y King fue arrestado en una de ellas junto con 75 estudiantes. Estos fueron liberados, pero él fue enjuiciado y condenado a cuatro meses de trabajos forzados. El entonces candidato demócrata a la presidencia, John F. Kennedy, abogó en su defensa, y un tribunal revocaría la decisión. Como resultado de estas acciones, se logró para los negros la igualdad de acceso a bibliotecas, comedores y estacionamientos.
Entre 1960 y 1962 King brindó su apoyo militante a múltiples jornadas de protesta en todo Estados Unidos (desde los “viajes por la libertad” hasta las campañas antidiscriminatorias de Mississippi y Albany), pero su impronta se hizo más notoria en los años siguientes: por ejemplo, en la campaña de Birmingham, Alabama, de 1963 (cuyo objetivo era la “desagregación” de los comercios del centro de la ciudad), en la que fueron usados variados métodos no violentos de lucha: ocupaciones de edificios, manifestaciones en iglesias y una marcha a las oficinas públicas para iniciar una cruzada de registro de votantes. No obstante, las autoridades lograron que un juez prohibiera las protestas, decisión que fue desafiada por sus organizadores, quienes, incluyendo a King, terminaron arrestados. Aquí escribiría su famosa “Carta desde la prisión de Birmingham”.
En mayo de 1963 King estuvo entre los auspiciadores de la llamada Cruzada de los Niños (protesta de estudiantes de secundaria en Birmingham) y varias subsiguientes marchas antisegregacionistas, las primeras brutalmente reprimidas por la policía, pero la última (la del día 5) realizada casi libremente porque los agentes del orden, en una histórica decisión espontánea de conciencia, se negaron a cumplir las instrucciones represivas que habían recibido de sus jefes.
El 11 junio de ese mismo año se produjo el célebre incidente en el que el gobernador demócrata George Wallace intentó bloquear la integración racial en la Universidad de Alabama ordenada por la Corte Suprema de Justicia. El presidente Kennedy reaccionaría disponiendo el envío de la Guardia Nacional para permitir el ingreso de dos estudiantes negros (Vivian Malone y John Hood). Esa misma tarde, Kennedy pronunciaría por radio y televisión un discurso en el que defendería los derechos civiles de “todos los americanos sin distinción de razas ni credos”, y el día 19 enviaría al Congreso su proyecto de ley al respecto.
Desde 1962 se hablaba entre los líderes negros de hacer una marcha sobre Washington, la capital federal, para presionar la aprobación de leyes antisegregacionistas, y la idea cobró fuerza en 1963 pese al intentó del gobierno de Kennedy de evitar que se efectuara (pedía aguardar por la legislación propuesta) y se realizó el 28 de agosto: se trató de un formidable esfuerzo de unidad y organización en el que colaboraron las entidades que luchaban por los derechos civiles, una parte del movimiento de los trabajadores y una gran cantidad de grupos de distinta naturaleza. Aunque el evento no estuvo exento de controversias e incidentes, aproximadamente 250,000 personas (entre ellas unas 20,000 de raza blanca) se congregaron aquel día frente al monumento a Lincoln, donde King pronunciaría un inspirado discurso que se hizo famoso con el nombre de “Yo tengo un sueño”.
Los organizadores de la marcha formularon seis reivindicaciones: leyes integrales de derechos civiles; un programa de empleo federal masivo; pleno empleo racialmente justo; vivienda decente; ejercicio del derecho al voto; y educación no segregada y adecuada. Naturalmente, lo que realmente motorizaba la actividad era la aprobación de la Ley de Derechos Civiles que estaba en el Congreso en esos momentos, y fue muy significativo el hecho de que King y otros de los organizadores fueron recibidos por el presidente Kennedy, quien reiteró su decisión de relanzar su política contra el segregacionismo en las escuelas y trabajar en la cuestión del desempleo de los afroamericanos.
En octubre de 1964 King fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por ser “la primera persona del mundo occidental que ha demostrado que una batalla puede ser ganada sin violencia, la primera en haber hecho de su mensaje de amor fraternal una realidad a lo largo de esa lucha, y la que ha llevado ese mensaje a todos los hombres, a todas las naciones y a todas las razas”. El líder negro se convirtió en la persona más joven en recibir esa distinción. En ese mismo año, King haría otra campaña en la ciudad de Selma, y empezaría a criticar la presencia de Estados Unidos en Vietnam.
El 18 de febrero de 1965 ocurriría en Alabama un grave incidente: un policía montado baleó a Jimmie Lee Jackson, un joven negro de 26 años, cuando éste trataba de proteger a su madre y su abuelo en un café en el que se habían refugiado tras ser embestidos por otros agentes en una manifestación. Jackson murió ocho días después, y esto provocó un estado de indignación y agitación en todo el estado. Organizaciones antisegregacionistas, encabezadas por King, convocaron a una marcha de 87 kilómetros (desde Selma hasta Montgomery, la capital del estado) para el 7 de marzo a fin de protestar por la muerte de Jackson y reclamar un “registro electoral justo y no discriminatorio”. El gobernador Wallace denunció la marcha como “una inaceptable amenaza al orden público”, pero los organizadores reiteraron la convocatoria e insistieron en su carácter pacífico. Los manifestantes, que marcharon sin la presencia de King, sólo pudieron llegar al puente Edmund Pettus (en la salida de Selma), pues fueron brutalmente atacados por agentes locales y la policía montada estatal. El saldo fue de 17 personas hospitalizadas.
King y sus aliados anunciaron una segunda marcha con el mismo recorrido para el 9 de marzo, e hicieron un llamado a “todos los ciudadanos de buena voluntad” a participar. El líder negro gestionó una decisión judicial de protección de la actividad, pero el juez Frank Minis Johnson emitió una orden de “no innovar” (la marcha se desautorizaba en espera de una audiencia fijada para días después). Debido a que casi 2,500 personas ya se encontraban en el punto de partida, pero él no quería chocar con Johnson (uno de los pocos jueces sureños que simpatizaban con su causa), King decidió cumplir parcialmente la orden judicial, y sólo marchó hasta el puente Pettus, donde rezó antes de disponer la retirada de los participantes.
Ese mismo día, luego de la mediatizada marcha, James J. Reeb, un religioso blanco de Boston integrante de la organización de King, fue violentamente apaleado por un grupo de segregacionistas, y moriría el 11 de marzo. Una semana después, el juez aprobó la realización de la marcha: ésta saldría de Selma el 21 de marzo y llegaría con resonante éxito a Montgomery el 24. Cinco meses después, el presidente Johnson firmaría la Ley de Derecho a Voto de 1965, que eliminó los “tests de alfabetismo” en las elecciones y dispuso un nuevo registro de votantes. El prestigio y el liderazgo de King aumentaron considerablemente luego del logro de estas importantes reivindicaciones.
Entre 1965 y 1968 King desarrolló una ingente labor de promoción de la “lucha no violenta” (con reiteradas apelaciones “a la conciencia cristiana de nuestros hermanos blancos”) que fortaleció su imagen de líder humanista y responsable, y aunque en estos años sus prédicas al respecto lo alejaron de algunos de sus compañeros de antaño (quienes lo criticaron abiertamente), para sus coetáneos y el mundo siempre fue una descollante personalidad socio-política: no sólo era admirado en todos los confines del planeta sino que sus ideas eran cada vez más aceptadas y difundidas.
Una parte de sus convicciones estaba expuesta en la ya mencionada “Carta desde la prisión de Birmingham” de 1963, que fue una contestación al manifiesto publicado por ocho sacerdotes blancos de Alabama que si bien admitían la existencia de injusticias sociales, decían que la lucha contra la segregación debía darse “en los tribunales y no en las calles”. King recordaba en su respuesta que “esperar ha significado casi siempre nunca”, y sostuvo que la desobediencia civil no sólo “se justifica frente a una ley injusta” sino que en este caso “cada uno tiene la responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas”. Igualmente afirmó que “La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia de cualquiera” y, citando al juez Marshall, insistió en que “Una justicia esperada demasiado tiempo es una justicia denegada”.
Cuando los grupos radicales que postulaban el “Black Power” (casi todos originalmente inspirados en las ideas de Malcolm X y Frantz Fanon) alcanzan notoriedad y apoyo entre la gente de color por la colusión entre agentes estatales y supremacistas blancos, King reitera valientemente sus puntos de vista pacifistas y contradice las apuestas y propuestas de aquellos. “Los motines”, decía, “no arreglan nada”. Y agregaba: “Si decimos que el poder es la capacidad de cambiar las cosas o la capacidad de conseguir sus objetivos, entonces no es poder involucrarse en una acto que no los consigue: esto sea cual sea el ruido que hagáis y el número de cosas que queméis”.
En las concepciones humanísticas de King, “la no violencia no es sólo correcta sino indispensable”, porque “por muy justa que sea la causa de origen, la violencia significa el error y el ciclo de venganza de la Ley del Talión”. De ahí que enfatizara: “La última debilidad de la violencia es que es una espiral descendente, engendrando lo mismo que busca destruir. En lugar de debilitar el mal, lo multiplica. Utilizando la violencia, vosotros podéis matar al mentiroso, pero no podréis matar la mentira, ni restablecer la verdad. Utilizando la violencia, podéis asesinar al rencoroso, pero no podréis matar el odio. De hecho, la violencia hace simplemente crecer el odio… El odio no puede acabar con el odio: solo el amor puede hacer esto”.
Las prédicas pacifistas de King quedarían silenciadas en la tarde del 4 de abril de 1968 cuando resultó mortalmente impactado en su mejilla derecha por una bala disparada a la distancia por un francotirador mientras conversaba con Andrew Young y Jessie Jackson (dos de sus más cercanos colaboradores) en el balcón contiguo a la habitación 306 (segundo piso) del motel Lorraine, de Memphis, Tennessee, ciudad donde estaba de visita para participar en varias reuniones y en una marcha de apoyo a la huelga de los recogedores negros de basura.
Las autoridades, a pesar de que era pública la intención de ciertos grupos supremacistas blancos de atentar contra la vida de King, en principio parecieron desorientadas con respecto al hecho criminal, pero las investigaciones posteriores condujeron hasta la pista de un hombre blanco que, según el FBI, luego resultó ser el ex presidiario James Earl Ray, cuyas huellas fueron encontradas en la escena del crimen y, especialmente, en el arma abandonada con la que se ejecutó el asesinato. Sin embargo, no pudo ser detenido de inmediato porque evadió la persecución oficial.
El 8 de junio de 1968 Ray fue capturado en el aeropuerto Heathrow (Londres) cuando, portando un pasaporte falso de Canadá, se disponía a viajar hacia Rhodesia. Trasladado a los Estados Unidos, a la postre se declararía culpable del asesinato de King ante las autoridades de Memphis, y sería condenado a 99 años de prisión. Tres días después de haber sido sentenciado, empero, se retractaría, y diría que los autores del hecho de sangre habían sido un individuo que sólo conocía como Raoul y su hermano Johnny.
En lo adelante y hasta su muerte (abril de 1998), Ray defendería su inocencia y afirmaría que todo había sido “un teatro” en el que él jugó un papel secundario por dinero… Esta versión ha sido refrendada por los familiares de King, para quienes el crimen aún no se ha resuelto…
(*) El autor es abogado y profesor universitario
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