Por Radhamés Gómez.
Cuando los romanos terminaban la construcción de un edificio, no lo ocupaban de inmediato, sino que antes consultaban a los augures, que buscaban indicios del futuro en el vuelo de las aves o en los intestinos de pájaros muertos. Una vez conocido el fallo de los augures –el agüero o augurio– el edificio quedaba inauguratus 'inaugurado', es decir, 'consagrado por los augurios' y podía ser ocupado y utilizado. Pertenecen a la misma familia etimológica de augurio e inaugurar palabras como y agorero yagüero, entre otras.