El grueso de los líderes del PRD –y sus dirigentes en sus más diversos niveles– decidieron formar el Partido Revolucionario Moderno. Fue una correcta decisión. Tan correcta que ya los estudios de opinión señalan a esa nueva entidad política como la principal de oposición.
Pero se necesita una mudanza completa. Es decir, que todos los dirigentes del viejo PRD, que ya si es verdad que cumplió su misión histórica, terminen cerrando fila con el PRM. Para tales fines se requieren acontecimientos impactantes en la población. Y que más impactante que una convención nacional para escoger al candidato presidencial mediante un padrón universal.
El padrón universal es el de la JCE. El único inconveniente sería que el PLD y el gobierno —con todo su poder y su logística— decida participar, favoreciendo a su conveniencia a uno de los pre-candidatos. Para evitar que el proceso sea contaminado basta con excluir del certamen a los peledeístas, lo que resulta fácil a través de un cruce de padrón.
Las demás organizaciones se pueden dejar en el padrón. Los miguelistas son pocos y no acudirían al certamen para no fortalecer el proceso. Y los reformistas constituyen un pequeño archipiélago, cuyos intereses individuales impiden la cohesión y el consenso. El resto de los partidos, de acuerdo a los últimos procesos comiciales, no tienen el uno por ciento del electorado nacional, por lo que carecen de la fuerza necesaria para alterar resultados.
Para el PRM realizar la mudanza completa y consolidarse como el partido aglutinador de opositores necesita rápidamente dar un golpe que impacte en el electorado. Contrariamente se expondría a caer en la experiencia de las elecciones de 1990, donde Peña Gómez ni Jacobo Majluta pudieron convencer al electorado de que eran opción de poder.
Peña obtuvo un 24% y Jacobo un 7%. Y unos 200 mil perredeístas (10%) decidieron sufragar por Juan Bosch, que alcanzó un 34% ante un supuesto 35% que le fabricaron a Balaguer con unos votos del PQD.
¿Qué ocurriría ahora? Que Danilo Medina, si opta por la reelección, podría llevarse una franja de los perredeístas. Los resultados de las encuestas revelan que el actual presidente de la República no tiene rechazo entre los militantes del PRM.
El alto rechazo de Leonel Fernández entre los perredeístas que han formado el nuevo partido es muy elevado. Y ese rechazo les ha llevado a tener mayor afinidad con un Danilo Medina que proyecta una imagen de humilde y buena gente. Y el propio Hipólito Mejía, que no ha hecho oposición a Danilo, dirige frecuentes piropos a la presente administración.
El Partido Revolucionario Moderno tiene urgentemente que diseñar su estrategia con miras al certamen electoral del 2016. Sería un escenario muy adverso por la propia composición de los órganos electorales, pero ya que decidió participar en la contienda tiene que tomar las medidas que corresponden en el momento.
Y el momento demanda la demostración de fuerza en la población, que simplemente se cambió de sigla y que el PRM y la convergencia se encaminan a disputarle el poder político al PLD. Urge la oferta de esa percepción entre los dominicanos.
No es suficiente tener más gente que Miguel Vargas y el viejo PRD. Miguel Vargas no tiene ni ha tenido gente nunca, pero el logró, con la ayuda de Leonel, Danilo y el PLD, lo que quería, que era quedarse con la sigla, aunque sea convertida en un cascarón vacío. Vargas Maldonado alcanzó su objetivo.
Le toca ahora al PRM cristalizar su objetivo, si es que en ese partido hay verdaderos estrategas. En un segmento de los tradicionales perredeístas reina la dispersión y la confusión, problema que hay que trabajar con la mayor rapidez posible.