Nada es fácil en la vida y mucho menos llegar al paraíso como desearía la mayoría de las personas que con esos fines se esfuerzan cada día por ser mejores involucrándose en realizaciones positivas.
Por Cándida Figuereo
En busca de alcanzar ese anhelo, mirar al abismo puede provocar vértigo en aquellos que tienen poca confianza, no así en quienes están convencidos de que la fe mueve montañas vestidas de un verdor que acaricia el cielo para hacer ese tránsito agradabilísimo.
Persignarse confiados, con la mayor buena fe, permite que quienes aspiran a seguir el camino recto no teman a los abismos y sean reiterativos en la necesidad de la construcción de una carretera de 51 kilómetros para llegar al paraíso dibujado por Dios en el trayecto al valle de Rancho Arriba, en San José de Ocoa.
Lo piden pequeños, medianos y prósperos productores que con la fiebre de la siembra y la producción de vegetales necesitan una vía más expedita para sacar lo que cultivan, en lo que de algún modo ha estado la mano amiga de esta gestión de gobierno con la financiación.
Allí hombres y mujeres se ganan el sustento de cada día en la agricultura de la zona, considerada una de las más avanzadas y rentable del país.
Se producen diferentes tipos de vegetales de calidad e inocuidad reconocidos a nivel internacional. A los fines se tiene un millón 365 mil metros cuadrados de invernaderos bajo techo.
Si la producción es beneficiosa por la exportación de 125 furgones al mes, la generación de divisas, pago al fisco y salarios a 4,120 empleados directos e indirectos, también lo es la protección de las montañas por donde se pasean los ríos Nizao, Yuna y Maimón.
La aspiración es que se construyan 23 kilómetros hacia Sabana Larga y 28 hacia Piedra Blanca, en Bonao.
Vale la pena la construcción de 51 kilómetros para llegar al paraíso donde obviamente el todopoderoso se esmeró al dibujar tan preciosas montañas y tan sinuosos abismos que ponen a meditar sobre esta maravilla para el turismo.