Por Luis R. Decamps R. (*)
La inusitada agitación interna que se observa en estos momentos en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), más allá de si se queda en mera crispación o termina transfigurándose en abierta confrontación, podría ser la antesala de un acontecimiento que parecía impensable hace sólo unos meses en los mentideros partidistas nacionales: la primera derrota político-electoral del ex presidente Leonel Fernández.
(Se impone recordar, a ese respecto, que si bien desde mediados de 2012 las encuestas han situado al presidente Danilo Medina al frente de las preferencias políticas vernáculas el doctor Fernández hasta hoy ha sido favorecido en las mismas con robustas cifras de simpatías, y ello a pesar de que se le imputa por lo menos responsabilidad jerárquica por los múltiples desmanes que se atribuyen a varios de los más connotados funcionarios de su última administración, algunos de los cuales fungen como voceros o gestores de sus nuevas aspiraciones presidenciales).
En efecto, de agudizarse las tensiones actuales en el PLD, la ya larga y hasta ahora exitosa carrera política del doctor Fernández pudiese resultar seriamente desdibujada (e inclusive terminar cuando menos momentáneamente yugulada), y lo irónico es que semejante fenómeno no sería consecuencia de las acciones y estrategias de sus adversarios externos (esto es, la oposición y la sociedad civil) sino de una operación de impugnación, acoso y derribo ejecutada por sus propios compañeros de partido.
(Al margen de los deseos, las inclinaciones o las militancias, antes de los movidos dimes y diretes actuales de los peledeístas el grueso de los analistas del patio coincidía en varios puntos al examinar la coyuntura política: por el momento la oposición -aún fragmentada y desmovilizada, pese a disponer de figuras presidenciables de alto calibre- no constituye motivo de desasosiego para las apetencias oficialistas; el presidente Medina no aparenta estar en la línea de procurar un nuevo mandato; y el doctor Fernández luce en condiciones de aplastar a todos sus adversarios internos, con la sola excepción de aquel).
De entrada, claro está, es necesario plantear la hipótesis de que la situación que encara el doctor Fernández en estos instantes en algún sentido pudiera concluir confirmando una advertencia hecha por ciertos observadores independientes cuando se iniciaron sus “vientos” de campaña: su salida a la luz pública como aspirante presidencial fue un yerro de estrategia impropio de la inteligencia política de éste y la reconocida experticia de su equipo, hasta el punto de que en importantes sectores de opinión -y “sotto voce” en el propio PLD- se consideró un extraño y riesgoso acto de desesperación política.
Y la verdad no puede ser ocultada: el prematuro lanzamiento de las nuevas pretensión del ex mandatario (hecho a una distancia considerable del proceso electoral de 2016 para evitar que otros pescaran a su gente con el anzuelo de que él no aspiraría) no sólo increíblemente lo puso a competir con varios líderes menores del PLD (por coincidencia, todos antiguos prosélitos o subalternos suyos) sino que constituyó una abierta provocación a la franja interna del presidente Medina (que puede tener o no candidato, pero que hoy ostenta el poder y sabe usarlo), cuya tesis es -según las palabras de su más conspicuo portavoz- la de que “no es tiempo de candidaturas sino de trabajo en favor del país”.
En cuanto a la primera cuestión, el error pudo haber sido por partida doble: colocar desde ahora en la misma tómbola al doctor Fernández y a los candidatos menores proyecta una disminución de la estatura política del primero y un aumento de las de los segundos, y al mismo tiempo deja al presidente Medina en el escenario como el “gran líder nacional” que eventualmente podría decidir entre dos opciones claramente focalizadas: desempeñar un rol de árbitro no declarado (con desenlaces favorables o no para aquel) o simplemente lanzar su candidatura reeleccionista (bajo el predicamento de que sólo él unifica al PLD y garantiza su victoria en las próximas elecciones, que son vitales para los oficialistas porque en ellas estarán en juego tanto las funciones ejecutivas como las congresuales y municipales).
Por lo que se refiere al segundo asunto, nadie con dos dedos de frente ignora que el sector del licenciado Medina acaricia amorosamente la idea mantenerse en el poder de manera total o parcial más allá de 2016, y si se está conteste en que la única amenaza seria en su camino (al margen de si el jefe de Estado decide o no optar por una nominación reeleccionista) la representa justamente el poderoso grupo del doctor Fernández, la conclusión se cae de la mata: los palaciegos están en la obligación de ponerle obstáculos -superables o no- a la carrera actual de este último para poder agenciarse -vía negociación o vía presión- por lo menos una cuota del control estatal en el año citado.
En ese sentido, no dejan de tener razón los seguidores del doctor Fernández cuando afirman que las acciones que se ejecutan -directa o indirectamente- contra su líder tienen su origen esencialmente en núcleos -peledeístas o no- estrechamente vinculados al danilismo (que está dividido con el tema de la reelección, pero no en la aversión al ex mandatario), y lo único verdaderamente curioso al respecto es que ellos (que han demostrado tanta pericia en el manejo santo y “no santo” de otros asuntos) no lo previeran: es raro, muy raro que olvidaran o no calibraran adecuadamente la enseñanza newtoniana de que toda acción trae una reacción igual o contraria de magnitud parecida, y mucho más en el activismo político de altos vuelos.
Sin embargo, los seguidores del doctor Fernández debería estar preocupados por algo más importante aún: por primera vez desde 1996 el liderazgo de éste no sólo no se encuentra en mayoría dentro del PLD sino que encara desafíos y emponzoñamientos en múltiples frentes: los ataques de la oposición externa, la animadversión de la sociedad civil, el rechazo del grupo del presidente Medina y la “rebelión” de variados sectores internos que, aunque pequeños, tienen cierta influencia en la dirigencia media y disponen de capacidad financiera y mediática para hacer ruido en la dirección que le dicten sus intereses.
(Fuera de los perfiles un poco pintorescos y escasamente impactantes que exhiben las pre candidaturas del doctor Reinaldo Pared Pérez -notorio benjamín de la parte más ortodoxa del grupo gobernante-, del licenciado Francisco Javier García -jefe de campaña del PLD en múltiples procesos-, del ingeniero Temístocles Montás -técnico de planificación estatal por antonomasia de los peledeístas- y del ingeniero Radhamés Segura -el experto en producción y administración energéticas de los morados-, conviene no olvidar lo siguiente: todos encarnan o implican en los hechos “secesiones” del leonelismo, y su pleito es más contra éste que contra el danilismo).
Por supuesto, en política nadie se muere en la víspera y, además, es prudente no ignorar que en la tradición partidista dominicana no abundan los cadáveres insepultos de grandes líderes: aunque el doctor Fernández está en su peor momento político y los indicadores coyunturales pudieran apuntar hacia una posible derrota suya en el escenario interior del PLD, sus adversarios de todos los pelajes incurrirían en una grave equivocación si dieran por descontado que todo terminará así y pusieran sus expectativas y esperanzas de victoria en esa posibilidad… No se puede olvidar lo obvio: el ex mandatario está hoy corriendo tal riesgo, pero falta tiempo para dirimir la cuestión de la candidatura presidencial peledeísta.
Más aún: hay que insistir en que el doctor Fernández ni luce liquidado en términos políticos y sociales ni necesariamente tiene que terminar vencido como sugieren los indicadores actuales: si replantea su estrategia y juega bien a la ruleta del tiempo y las circunstancias -como lo han hecho otros líderes nacionales en situaciones análogas-, bien podría cruzar airosamente las actuales corrientes adversas -por más procelosas que parezcan- y, venciendo los oscuros augurios de los arúspices mediáticos, recolocarse en posición favorable a sus aspiraciones presidenciales… Ello requeriría cacumen, destreza, audacia y tesón, pero -se reitera- no sería nada nuevo entre nosotros.
Y -la precisión procede- esas afirmaciones no implican un acto de generosa condescendencia o de pretendida imparcialidad del autor de estas líneas (que, como se sabe, no se cuenta entre los devotos del ex presidente) sino el reconocimiento de un realidad tangible: el más costoso amaneramiento estratégico que se puede adoptar en política es la subestimación del antagonista, y en el caso del doctor Fernández mucha gente de la oposición y de su propio partido ha sido reiterativa en favorecerlo con tal postura, unas veces poniendo en entredicho la magnitud de su liderazgo -sin importar cómo se haya amamantado- y otras dudando de sus agallas como “animal político”.
Como quien escribe ha dicho en otro lugar, el destino político inmediato del doctor Fernández está umbilicalmente vinculado a la voluntad del presidente Medina, el único peledeísta que está realmente en condiciones de derrotarlo. De lo que haga o no haga el actual gobernante (no es juego retórico, es realidad concreta) depende la eventual candidatura presidencial de su antecesor, del mismo modo que la del primero resultó triunfante en 2012 sobre todo por lo que hizo el segundo.
(Vale la pena puntualizar, en la dirección precedente, que bajo las condiciones prevalecientes a la fecha en el PLD, el presidente Medina luce imbatible frente al doctor Fernández o cualquier otro aspirante a la nominación presidencial, pero que si decidiera no optar por una repostulación y, en cambio, ofreciera su apoyo a uno de sus conmilitones, las posibilidades de victoria de su corriente interna se reducirían notablemente. En razón de que no tendría lógica política e histórica un enfrentamiento de los dos grandes líderes en las primarias peledeístas -que serían un verdadero choque de trenes, aunque las ganara este último-, es previsible que la precandidatura del doctor Fernández se sostenga y mantenga en la inteligencia y el convencimiento de que el presidente Medina no será su contrincante).
Y rememorar hoy esas perogrulladas es tanto más necesario cuanto que hay demasiado gente que parece estar en las nubes con respecto al tema: así como una parte de la oposición está fantaseando con que las actuales tensiones en el PLD desemboquen en una fragmentación real o aparente (lo que francamente no parece viable mientras perviva su espíritu corporativo y se encuentre en el poder), mucha gente en el gobierno alimenta la ensoñación de que el mandatario opte por una repostulación (lo que sólo sería posible si se avizora un peligro real de perder las elecciones de 2016 con otro candidato)… Naturalmente, a unos y otros hay que recordarles que los sueños, como decía el clásico, “sueños son”, y siempre conviene cuidarse de que no degeneren en pesadillas.
(*) El autor es abogado y profesor universitario
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