"Las nuevas tecnologías de la reproducción terminaron creando desafíos teológicos, éticos y legales que no se han atendido como corresponde".
Por Joseph Chamie
NUEVA YORK, 6 oct 2014 (IPS) – Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, los derechos reproductivos significaban, básicamente, que hombres y mujeres aceptaban la cantidad, el momento y el espaciamiento de los hijos como viniera, o incluso no tener ninguno.
Pero todo cambió en la segunda mitad del siglo XX con las nuevas tecnologías médicas para evitar, postergar y asistir la reproducción humana.
Esas tecnologías introdujeron cambios históricos en el comportamiento y los derechos reproductivos con consecuencias actuales por los desafíos teológicos, éticos y legales que plantean, que son cada vez más complejos y que es necesario atender.
Hasta mediados del siglo pasado, los derechos reproductivos eran limitados. Los anticonceptivos existentes eran el método del ritmo (según el calendario menstrual), coito interrumpido (retirada), condones y, para algunas parejas, el diafragma.
Pero la mayoría no eran métodos confiables ni agradables. Además, si bien el aborto inducido se ha practicado desde la antigüedad, se trata de un procedimiento médico drástico, peligroso y la mayoría de las veces ilegal.
En 1960 se propagaron los anticonceptivos orales, que cambiaron radicalmente el comportamiento y los derechos reproductivos de las mujeres. Además de la píldora, otros métodos como el dispositivo intrauterino (DIU), inyectables, implantes, la píldora de emergencia y la esterilización, le dieron a las mujeres y a los hombres un control más efectivo sobre la reproducción.
Los anticonceptivos modernos produjeron grandes cambios en el matrimonio y en el comportamiento sexual. Las mujeres empoderadas con anticonceptivos modernos pueden elegir, sin temor a quedar embarazadas, tener relaciones sexuales, lo que les permite posponer la maternidad o, directamente, evitarla.
En vez del matrimonio, la convivencia se hizo más común entre las parejas jóvenes, en especial en los países ricos.
Los métodos anticonceptivos también facilitaron la rápida disminución del tamaño de las familias. Entre 1950 y finales de siglo, la fertilidad cayó de un promedio mundial de cinco hijos por mujer a casi la mitad.
En todo el mundo se registró una disminución de la fertilidad en ese medio siglo, y en especial en Asia, América Latina y un poco menos en África.
Con la mejorada tecnología médica, las cambiantes normas sociales y los movimientos de base, el aborto inducido se fue legalizando. Y si bien todavía hay una fuerte oposición, en casi todos los países ricos se han aprobado leyes que garantizan el derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo.
Además, durante la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de 1994, 179 gobiernos se comprometieron a evitar el aborto inseguro y, cuando no contradice la ley, debe practicarse de forma segura.
Los derechos reproductivos que permiten interrumpir el embarazo, sin embargo, generaron un excesivo aborto de fetos femeninos. Especialmente en China e India, donde la proporción de nacimientos por sexo de 117 y 111 niños, respectivamente, cada 100 niñas está totalmente por encima de la norma de 106.
En consecuencia, el número “excedente de varones” jóvenes que no encuentran novia asciende a 35 millones en China y a 25 millones en India.
La introducción en 1970 de la fecundación in vitro (FIV), cuando la fecundación de los ovocitos con espermatozoides se realiza en laboratorio, alteró totalmente el proceso evolutivo básico de la reproducción humana.
La FIV otorga a las parejas sin hijos el derecho y los medios para tener descendencia biológica. Se estima que existen más de cinco millones de bebés nacidos gracias a este método desde que nació el primer “bebé probeta” en 1978.
Sin embargo, la FIV planteó algunas cuestiones éticas. Además de crear embarazos por medios “artificiales”, se volvió una industria comercial masiva propensa a graves abusos y explotación de parejas vulnerables en su afán de conseguir ganancias a partir de la natalidad.
La FIV también permite la sustitución gestacional, que extiende los derechos reproductivos a las parejas del mismo sexo. A diferencia de la gestación subrogada tradicional, donde la sustituta es la madre biológica, la sustitución gestacional permite que la sustituta no tenga vínculo con el bebé, sino que el óvulo proceda de la madre o donante.
Eso permite que parejas sin hijos ejerzan su derecho a tener hijos biológicos, pero la sustitución gestacional plantea problemas éticos, como la explotación de mujeres pobres, y también cuestiones legales complejas, en especial cuando las transacciones atraviesan fronteras internacionales.
En 1997, se logró clonar, o propagar por autorreplicación en vez de por reproducción sexual, el primer mamífero, la oveja Dolly. Su nacimiento fue un gran desarrollo en materia de reproducción.
Después de Dolly, se lograron clonar muchos animales: peces, ratones, vacas, caballos, perros y monos. Esto lleva a pensar que en un futuro cercano, algunos humanos querrán gozar de sus derechos reproductivos de ser clonados, una vez más planteando graves problemas teológicos, éticos y legales.
Entre las tecnologías reproductivas transhumanistas que ya están aquí o lo estarán en un futuro cercano, se destaca es la ectogénesis o el desarrollo del feto en un útero artificial, no humano.
Mientras que la ectogénesis puede ampliar el alcance de la viabilidad fetal, liberar a las mujeres del embarazo y profundizar los derechos reproductivos, plantea graves problemas y cuestiones médicas, éticas y legales inexploradas.
Las nuevas tecnologías de la reproducción terminaron creando desafíos teológicos, éticos y legales que no se han atendido como corresponde.
Los avances médicos esperados en materia de reproducción humana hacen aún más imperioso que la comunidad internacional preste atención a los crecientes desafíos y preocupaciones vinculadas con los derechos y las tecnologías reproductivas.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Verónica Firme.