Por Luis R. Decamps R. (*)
El tema de la repostulación presidencial (y, por consiguiente, el de la reelección) constituye en estos momentos el asunto más peliagudo que se discute al interior del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y aunque algunos de sus más connotados voceros mediáticos -¡maña fuera que hicieran lo contrario!- insisten en restarle importancia a la cuestión, no hay dudas de que es motivo de inusuales aspavientos y fragorosas crispaciones entre sus militantes y dirigentes a todos los niveles.
Pero cuidado si nos engañamos: no se trata de si bajo las actuales circunstancias políticas es viable o no la reforma de la Constitución para permitir la repostulación del presidente Danilo Medina, pues esto puede ser tan simple o tan complejo como lo quiera este último (en realidad, pocos mandatarios dominicanos han estado en tal trance de conciencia en condiciones tan auspiciosas como las que él tiene en estos momentos), y más si se sabe, como en efecto es de general conocimiento por experiencia muy reciente, que a la cúpula peledeísta le da “tres pitos” lo que piensen los restantes actores partidistas.
La verdad, pues, sea dicha sin ambages: para los peledeístas (que dan por descontado su triunfo electoral en 2016 debido a su fortaleza político-económica, la irresistible influencia electoral de su aparato clientelar y -parece necedad, pero hay que insistir en el punto- el incesante agrietamiento de la oposición) lo que está en juego es el poder, y los desacuerdos se refieren muy específicamente a quién o quiénes lo detentarán a partir del citado año -si es que lo retienen, claro está- y en qué términos, proporciones y dimensiones… Es un pleito inédito en el PLD, sin dudas, aunque bien podría terminar siendo una mera bronca de logia y no -como sueñan sus adversarios- un drama trágico de Montescos y Capuletos.
Es absolutamente innegable que los peledeístas se encuentran actualmente divididos -en el mejor sentido de la palabra- entre reeleccionistas y antirreeleccionistas, y que más allá de los matices y los intereses grupales pasajeros (ahora también representados y perifoneados por dirigentes nacionales en ascenso que exhiben sólidos soportes financieros y mediáticos), las discrepancias fundamentales tienen locaciones concretas y claramente delineadas: los sectores liderados, respectivamente, por el presidente Medina y el ex presidente Leonel Fernández… Los demás podrán tener futuro, pero en el presente y en lo inmediato -como indican los muestreos- no tendrán más opción que volver a su antiguo papel de comparsas.
En la franja interna del licenciado Medina se percibe una situación muy singular: no hay dudas de que sus bases y la abrumadora mayoría de su estructura intermedia están a favor de una repostulación de éste (su argumento, aunque instintivo y elemental, es inmejorable: el actual mandatario es, según todas las mediciones de preferencia electoral, el mejor candidato del PLD), pero su alto liderato luce disgregado, indeciso y hasta “sin foco” (una parte trabaja por ello, otra se opone y hasta hace coro a aspirantes emergentes, y la restante parece estar esperando mansamente la decisión de su líder) a pesar de que el tiempo -su aliado de siempre- ya empieza a operar en su contra.
La franja del doctor Fernández exhibe mayor cohesión y sus apuestas están más definidas: a contrapelo de que éste ha dicho que no se opondría a una eventual repostulación del licenciado Medina, sus voceros más calificados han esgrimido argumentos de corte constitucional contra esta posibilidad y, como se observa cotidianamente, no esconden su hostilidad frente a los que la apoyan o auspician, muchas veces hasta desbordando no sólo los límites de la disciplina partidaria sino el simple sentido de comedimiento: respondiendo las “agresiones” de los danilistas o de funcionarios del gobierno, a más de un leonelista se le ha soltado de mala forma el gatillo de la lengua contra sus antagonistas internos.
(El argumento más candoroso -pero con veracidad momentánea incuestionable- ha sido el formulado hace poco por el doctor Rafael Alburquerque, ex vicepresidente de la república, al referirse al tema de la reforma constitucional que se requiere para hacer efectiva la repostulación del licenciado Medina: “El PLD no cuenta con las dos terceras partes para lograr esa modificación y yo no creo que Vargas Maldonado o Hipólito Mejía van a dar los votos al PLD para que el presidente pueda reelegirse". Proveniente de un dirigente del PLD -entidad experta en construirse mayorías, tapándose o no boca y nariz-, obviamente el alegato no deja de tener cierta "amenidad").
En cuanto a los grupos menores, encabezados por precandidatos que intentan penosamente deslindarse sin traumas de los dos grandes sectores interiores, es obvio que -como ya se ha dicho en otro lugar- casi todos son “secesiones” o desprendimientos del leonelismo, y esta singularidad determina que su activismo implique una posición más o menos clara -con sus gradaciones de volumen y acento- de rechazo no beligerante a la repostulación del presidente Medina, sin que ello involucre de ninguna manera -porque su adversario nodal es transitoriamente el doctor Fernández- descartar un eventual cambio en dirección al apoyo condicional… O sea: con la insurgencia de esos agrupamientos minúsculos quien ha ganado, en principio, es el danilismo.
Resulta igualmente ostensible que la "nomenclatura" morada -encarnada en un Comité Político que hasta el día hoy ha sido "ley, batuta y Constitución"- también se encuentra seccionada respecto al tema, pero es prudente no olvidar que si bien hacia afuera se proyecta a veces la idea de un inminente enfrentamiento entre los dirigentes ortodoxos y los de más reciente ingreso (los “seniors” y los “juniors” desde el punto de vista de los “méritos” partidistas), el PLD es una organización con mucho "espíritu de cuerpo" -herencia de los métodos de trabajo y dirección bochistas- que ha devenido en una corporación político-económica, y que en tal virtud su tendencia natural es a la aglomeración y no a la atomización o a la fragmentación.
(¿Hay que recordarlo? En el ánimo motriz del corporativismo dos cosas importan sobre todo: la cohesión interna -en imagen y realidad- y los objetivos mediatos y estratégicos -tiene la palabra "ganar" en el ADN-, y sus altos gerentes harán lo que sea necesario para garantizarlos a plenitud, inclusive -aunque suene contraproducente y hasta exagerado- ejecutar en términos políticos y económicos, de ser necesario, una "noche de los cristales rotos" contra la oposición o una "noche de los cuchillos largos" con sus propios prosélitos… La analogía puede lucir infame, pero -se aclara- es adrede porque se fundamenta en precedentes fácilmente identificables en la historia del PLD: es una entidad que ha ganado elecciones habiendo hecho en la víspera deleznables “marrullerías” políticas o de Estado e, increíblemente, permitiendo o provocando la deserción de prosélitos o aliados).
De todos modos, no se puede ignorar que una eventual repostulación del licenciado Medina sólo sería viable tras encarar por lo menos cuatro desafíos que están a la vista hasta de los ciegos: 1. El que supone la propia “conciencia” política del mandatario; 2. La santificación del todopoderoso Comité Político del PLD; 3. La “reingeniería” del ejercicio del poder para darle permanencia o ingreso a los actuales impugnadores de aquella; y 4. La seguridad de que sea votada una reforma constitucional que la permita… Son retos serios, pero no insuperables, y como se ha reseñado más arriba su “calibre” depende del rasero conque finalmente los mida el propio gobernante.
(Los valladares que tendría que superar el licenciado Medina para lograr su reelección en los comicios de 2016 son harina de otro costal, y aunque sus premisas esenciales -la reforma constitucional y la sanción popular- pudieran estar garantizadas en el marco de un escenario como el que se sugiere en el párrafo precedente -naturalmente, si es que éste se produce-, no se debe olvidar que las coyunturas epocales tienden a ser cambiantes: en su dinámica no sólo influyen los hechos políticos, sociales y económicos susceptibles de estudio y control sino también los “imponderables”, esos a los que Marx les atribuyó constituir “una categoría histórica”… El que tenga dudas en este sentido, que se lo pregunte al ex presidente Hipólito Mejía).
Las discrepancias en el PLD sobre la repostulación y la reelección todavía se encuentran al nivel de una racionalidad de rosas y espinas: cada piropo -costado ponzoñoso aparte- tiene su propio acíbar, y cada invectiva -envoltura algodonada incluida- tiene su propio dulzor. Sin embargo, no debería obviarse algo que ya se señaló: su tono carece de antecedentes en el devenir interno normal de esa entidad (sólo se había escuchado durante sus crisis secesionistas), y no empece que -como el autor de estas líneas ha expresado en múltiples ocasiones- bajo las actuales circunstancias sería una ingenuidad apostar por una fractura, no deja de ser peligroso para su imagen de organización “unida”, “disciplinada” y “coherente”.
Desde luego, faltan muchos cartuchos por disparar aún, y hay que ver si la operación en marcha de “impugnación, acoso y derribo” contra el doctor Fernández resulta coronada como se espera: con una campaña paralela de “apología, sensibilización y cerco” al presidente Medina para que se decida por buscar la repostulación. En bastantes sentidos, la reacción de los leonelistas frente a esta estratagema le tributará los colores y los sabores al panorama político nacional, y a la postre deberá influir hasta en la definición de candidaturas oposicionistas que hasta el día de hoy parecen refrenadas: hay quienes aparentan aguardar por algunas “señas” sobre el posible desenlace de las tensiones en el PLD para decidir si se lanzan o no al ruedo presidencial.
Los hechos recientes mueven a pensar que los repostulacionistas trabajan en la citada segunda parte de su “plan estratégico”, pero hay que insistir en que está por verse si “prende” donde debe hacerlo: y no sólo porque el licenciado Medina ha demostrado ser un hueso duro de roer en este respecto sino también, y principalmente, porque muchos de los números de la economía nacional están creando la sospecha de que el frágil equilibrio macroeconómico que hoy existe pudiese estar seriamente amenazado de cara al más inmediato porvenir… Y de confirmarse el barrunto, sólo un tonto o un “timbalú” estarían en disposición de cargar con semejante “muerto”: la prefiguración de un cataclismo de este tipo -talvez no huelgue recordarlo- podría devenir la malla ciclónica amainadora de ciertos “vientos” o el dique en el que se estrellen las nuevas “marejadas”…
(*) El autor es abogado y profesor universitario
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