Las elecciones presidenciales de Brasil ponen en juego la aplicación de dos modelos políticos, uno orientado a proteger por medio a subvenciones a los núcleos poblacionales más empobrecidos y así reducir la brecha social y el otro de carácter neoliberal, donde la oligarquía tradicional brasileña seria el epicentro de acción con miras a controlar la economía y crear un nuevo acercamiento con Estados Unidos.
Este último modelo buscaría un retorno de los vínculos hacia la potencia del norte, cuyas relaciones con el gigante suramericano están frisadas a partir del enojo de las autoridades brasileñas tras las revelaciones de Edward Snowden de que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos espió las comunicaciones de los presidentes de Brasil y México.
Los grupos tradicionales de poder en Brasil se oponen radicalmente a que el Estado siga favoreciendo con medidas proteccionistas a los marginados.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, suspendió una visita de Estado a la Casa Blanca, en Washington, que tenia pautada para octubre pasado, y demandó de su homólogo Barack Obama disculpa pública por el espionaje contra las autoridades brasileñas.
El domingo 26 del presente mes no será un día cualquiera para Brasil, la sexta economía mundial y primera de América Latina, porque sus ciudadanos y ciudadanas escogerán entre las dos opciones políticas que representan la permanencia en el poder de la izquierda liberal o el regreso de la socialdemocracia.
Dilma Rousseff, actual mandataria de las filas del Partido de los Trabajadores (PT), está tirada a las calles buscando metro a metro el voto de sus conciudadanos y enarbolando las transformaciones sociales hechas por su gobierno y los dos periodos gubernamentales de Luiz Inácio Lula da Silva.
Su adversario, Aécio Neves, nieto del ex presidente Tancredo Neves, logró captar este fin de semana el apoyo de Marina Silva, la dirigente ecologista que terminó en tercer lugar en la primera ronda de votaciones.
Lula, la tabla de salvación.
Los sectores empobrecidos de la sociedad de Brasil determinarán con el voto en las urnas a quienes elegir como sus nuevas autoridades, y precisamente por eso la señora Rousseff, ha puesto empeño especial en acudir a los barrios y comunidades rurales más empobrecidos.
Mientras visitaba el Estado de Minas Gerais, en la Región Sudeste de Brasil, un enorme cartel colocado detrás de sus espaldas expresa que:”Lula de nuevo con la fuerza del pueblo”.
La figura del líder y ex mandatario ha salido a relucir en el proceso eleccionario brasileño debido a su nivel de popularidad que dejó entre 87 a 90 por ciento cuando concluyó su mandato presidencial, el 31 de diciembre del 2010.
En los dos mandatos de Lula comenzó una lucha tenaz por reducir la desigualdad en Brasil. Su gestión siempre estuvo enfocada en el campo social y gracias a un ambicioso programa marcado por iniciativas como Bolsa Familia, un subsidio que el Estado actualmente distribuye a 12,7 millones de familias con una renta mensual inferior a US$80, consiguió que aproximadamente 29 millones de personas lograran salir de la pobreza y con ello la clase media pasó a ser el 51% de la población.
Rousseff, ha defendido ardientemente ambas administraciones del PT, indicando que han propiciado un nuevo renacer en Brasil.
Y ha advertido sobre lo que implicaría para los brasileños el retorno al poder de la socialdemocracia al expresar que: “Quebraron a este país tres veces. Hubo un desempleo masivo y jamás promovieron cuando tuvieron la oportunidad política de inclusión social. El pueblo brasileño no quiere fantasmas así. Prohibieron las escuelas técnicas, dejaron vacíos el cupo para los créditos y dejaron las universidades para las elites".
Poder mediático contra Dilma.
Una revisión del contenido de los principales diarios brasileños, entre ellos, la Folha de Sao Paulo, O Globo y el Diario de Sao Paulo, permite apreciar una manifiesta identificación hacia el candidato presidencial del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Opiniones vertidas en algunos diarios brasileños han cuestionados las estrechas relaciones diplomáticas y comerciales del gigante del cono Sur con países como Rusia y China, en contraste con el enfriamiento hacia Estados Unidos.
Dilma obtuvo 41,59% de los votos en la primera ronda de las elecciones presidenciales en Brasil y su opositor más cercano, Aécio Neves, en representación del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), 33,55%. Marina Silva del Partido Socialista Brasileño (PSB), quedó excluida de la contienda tras apenas alcanzar el 21%.
La estrategia de la presidenta Dilma Rousseff y sus asesores deberá estar orientada no tan solo a convencer al pueblo brasileño de que es la mejor opción en esta etapa crucial para el presente y futuro político de esa nación, sino también tratar de contrarrestar la tendencia de los medios hegemónicos de Brasil.