Por Mario Osava
RÍO DE JANEIRO, 17 Oct 2014 (IPS) – Elegirse con los votos concentrados de las áreas metropolitanas e industrializadas para luego afianzar el poder con el apoyo disperso del interior pobre es el itinerario de las fuerzas políticas en Brasil, en ciclos que podrían renovarse en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el 26 de este mes.
El Partido de los Trabajadores (PT), que postula a la reelección a la presidenta Dilma Rousseff, es el ejemplo típico y reciente de ese desplazamiento de las bases electorales. De origen obrero en la rica región metropolitana de São Paulo, su plaza fuerte es actualmente la región del Nordeste, la más pobre del país.
Los pequeños municipios de las áreas menos desarrolladas dependen totalmente del apoyo financiero del gobierno central y de sus programas sociales, por lo que sus votantes tienden a apoyar a quien ostenta el poder, explicó a IPS el profesor Ricardo Ismael de Carvalho, de la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro.
Esa dependencia se agravó por la mayor centralización de los recursos tributarios desde los años 90.
Especialistas atribuyen 77 por ciento de los votos nordestinos que obtuvo Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), en su reelección presidencial de 2006, y 70,58 por ciento alcanzado por Rousseff en su triunfo en 2010, a la masiva distribución de subsidios creados por los gobiernos del PT desde que alcanzó el poder en 2003.
En muchos municipios del Nordeste más de mitad de los hogares se benefician del Programa de Beca Familia, también conocido como Bolsa Familia, un subsidio que varía según el número de hijos y que promedia unos 70 dólares mensuales.
A nivel nacional, el programa llega a casi 14 millones de hogares y se estima que sacó a 36 millones de personas de la extrema pobreza.
Además la economía del Nordeste crece a un ritmo muy superior al resto de Brasil desde la década pasada. Grandes proyectos industriales, puertos, ferrocarriles y el avance de la agroindustria, especialmente la soja, generan miles de empleos en una región antes conocida como exportadora de mano de obra no calificada.
proceso también favorece el PT, porque despegó durante el gobierno de Lula, un hijo del Nordeste, que para escapar de la sequía y el subdesarrollo local migró con la familia en los años 50, siendo un niño, y se convirtió en obrero metalúrgico y líder sindical en la periferia paulista.
El PT, fundado en 1980 con un discurso de izquierda radical, empezó por conquistar alcaldías de capitales importantes del sur, como São Paulo, Fortaleza y Porto Alegre, y luego se organizó nacionalmente, con su principal apoyo en las grandes ciudades y entre electores de mayor escolaridad.
Lula triunfó en las elecciones 2002 con votos bien distribuidos por todo el país, tanto que ganó en 26 de los 27 estados. Pero no contaba aún con la avalancha de votos proveniente de su política social, su empuje aún venía de los grandes centros urbanos.
En su reelección de 2006, su ventaja se concentró en 20 estados, con mayoría aplastante en el Nordeste y el resto del norte brasileño, que suman 16 estados y la mayor cantidad de pobres beneficiados por Beca Familia.
Esa concentración se intensificó con Rousseff en 2010, que ganó con mayoría en 16 estados y en los municipios con menos de 50.000 habitantes, invirtiendo la geografía electoral del PT antes de llegar al palacio presidencial de Planalto.
Ahora, en la primera vuelta electoral del 5 de octubre, la candidata petista obtuvo solo 25,8 por ciento de los votos válidos del estado de São Paulo, el más rico y poblado del país, con 22,7 por ciento del electorado nacional y cinco conglomerados urbanos.
En las regiones metropolitanas, menos dependientes del poder central, con un electorado mejor informado y de intereses más variados, la votación "más fragmentada" se divide entre los partidos, observó Carvalho, cientista político volcado al estudio de temas del federalismo.
El aislamiento del PT en las grandes urbes se debe a una "crisis política", al agotarse su coalición con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), encabezada por viejos dirigentes de imagen corrupta, y al multiplicar ministerios, que ya suman 39 sin contribuir a nuevos rumbos para el país, evaluó.
La erosión se reflejó también en los resultados legislativos, la misma jornada electoral. El PT obtuvo solo 70 diputados, 18 menos que en 2010, aunque sigue siendo la primera fuerza en la cámara baja, más conservadora y fragmentada, con 28 partidos que se reparten 513 puestos.
Además hay una crisis económica que nutre el bajo crecimiento, una inflación acumulada de 6,75 por ciento anual y la "falta de credibilidad" de los inversionistas en la gestión de Rousseff del área, acotó.
Son factores que aprovecha el contrincante de la presidenta, Aecio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), en su intento de reemplazarla en la Presidencia desde el 1 de enero, una hazaña rara en países con reelección inmediata de sus gobernantes.
Es muy indicativo que Neves haya alcanzado la segunda vuelta gracias al estado de São Paulo, donde obtuvo 44 por ciento de los votos válidos y donde se concentran los votantes cuyo interés principal es poner fin a la era petista.
El PSDB, nacido en 1988 como escisión progresista del PMDB, mantuvo sus raíces en las metrópolis, pero también se afianzó con los votos de regiones pobres y de conservadores. Con esa estrategia, alcanzó la Presidencia con el sociólogo Fernando Henrique Cardoso (1995-2003).
Para lograrlo, se alió al Partido del Frente Liberal, fuerte en el Nordeste y en pequeñas ciudades, desde que fungía como brazo parlamentario de la dictadura militar que gobernó Brasil de 1964 a 1985.
Esa dictadura mantuvo el legislativo Congreso Nacional para ratificar sus medidas, incluso con el ritual de las elecciones. Pero ante la creciente oposición de las grandes ciudades en los años 70, amplió la representación de los estados menores y más rurales, para mantener la mayoría parlamentaria liberal.
El desplazamiento de las bases electorales del PT se distingue de las precedentes porque fortalece un partido de izquierda, y no uno conservador, en un proceso de efectiva reducción de la pobreza y la desigualdad, comprobada por estudios nacionales e internacionales, incluidos variados de la Organización de las Naciones Unidas.
La beca familia, que promueve ese corrimiento, "empodera" a los pobres al ser concedida de "forma impersonal" y pagada por una tarjeta a todos quienes tienen derecho y se registraron en un catastro, destacó Alessandra Aldé, profesora de Comunicación y Política en la Universidad del Estado de Rio de Janeiro.
El método difiere del "clientelismo" en que políticos ofrecen beneficios directamente a las personas o comunidades, casi como una compra de votos, subrayó a IPS.
Pero los programas sociales, aunque sin el control directo de políticos locales, se revelaron como un poderoso factor de fuerza electoral para los gobernantes y sus partidos.
"Es una tentación" para el gobierno nacional, que centraliza la mayor parte de los recursos presupuestarios, distribuirlos a poblaciones dependientes del sector público, donde el mercado es débil o prácticamente inexistente, matizó Carvalho. Institucionalizarlo como programas del Estado puede ser un avance, opinó.