Un fin de semana fallecieron en el hospital infantil Robert Read Cabral la cantidad de niños que números más o menos fallecen todos los fines de semana, y se prendió una alarma que concluyó con la destitución del ministro de Salud y de la directora del hospital.
Qué hubo distinto, una reseña periodística amplificada por los más influyentes espacios de denuncias y comentarios, que despertó reacciones, se formaron cuatro comisiones de distintas instancias del Estado para investigar lo ocurrido, incluyendo una dispuesta por el presidente de la República de las que participaron el procurador general de la República, el Jefe de la Policía Nacional, el director del DNI y la funcionaria que después pasaría a ser designada como nueva ministra de Salud, la doctora Altagracia Guzmán Marcelino.
Es importante que de vez en cuando suba el tono de la alarma por realidades a las que no debemos acostumbrarnos aunque nos hayan acompañado por mucho tiempo y sigan latentes, 26 de cada mil niños nacidos vivos se nos mueren, y la mayoría de esos fallecimientos se producen en el principal hospital pediátrico del país donde van a parar todos los casos complejos.
Lo que debemos tener presente es que si bien pueden los cambios producidos traer alientos renovadores no son garantía de que cualquier fin de semana pueda repetirse un evento similar.
Al cumplir los dos primeros años de su gestión, el presidente Danilo Medina estaba compelido a producir cambios, y ese habría sido un momento más apropiado para la designación de un nuevo ministro de Salud, que la de la coyuntura de los fallecimientos en el Robert Read, que sin duda alguna despide con la imagen afectada a un servidor que tuvo un desempeño satisfactorio, y creo que tampoco merecía ese trato la directora del hospital.
No comparto la reacción del Colegio Médico y se su presidente porque si bien es cierto que estaban compelidos a un gesto solidario con la directora destituida, así como frente a la posible implicación del personal médico por imputaciones de negligencia, eso no debe colocarse por encima del respeto a la institucionalidad.
No tengo la menor dudas de que la doctora Altagracia Guzmán Marcelino va a realizar en el ministerio de Salud una gestión consagradora, experiencia, gerencia, don de mando y vocación de servicio les sobran, por igual que al nuevo director del hospital Robert Read, el doctor José Miguel Ferreras, pero ni el uno ni el otro podrán hacer magias.
El país ha progresado significativamente con el crecimiento de la seguridad social, pero aún hay una franja amplia compelida a presentarse a los hospitales públicos a procurar un servicio que podrá mejorar pero que siempre será deficiente, porque va a tener más demanda que la que puede satisfacer, no solo de parte de la población dominicana sino que a su vez son centros desbordados por nacionales haitianos.
En un gesto solidario que no ha logrado otra cosa, que agravar la precariedad de los hospitales, el Gobierno anuló el cobro de la cuota de recuperación, entendiendo que la compensaba incrementando en su equivalente el subsidio de los hospitales, pero resulta además de que se enfrentan a una demanda creciente a la que no pueden atender ni con el doble del presupuesto, la reposición mensual del subsidio pasa por unos trámites de rigor que por lo general ocasionan demoras que en el día a día de un hospital pueden ser letales