Es inaceptable buscar la fusión de la República Dominicana y Haití, son dos naciones con historias diferentes, y destinos y metas individuales. Intelectuales haitianos residentes en el país, utilizan la figura histórica del emperador Jean Jacques Dessalines, como punta de lanza para lograr una anti-histórica fundición de la isla.
Por Luis Acosta Moreta.
Es una afrenda al patriotismo nacional, que esas personalidades haitianas que no tiene el denuedo de ir a luchar a su país por reivindicaciones sociales, quieran jugar con la suplantación de la nacionalidad dominicana, con una mezcolanza que quieren imponer las grandes potencias.
Dessalines puede ser el primer héroe haitiano, lo aceptamos y respetamos si se trata de venerarlo en el hermano país, pero para los dominicanos de hoy, y los criollos de ayer, este es un personaje que chorrea sangre, odio y es el germen de lo que luego sería la intervención militar que durante 22 años uso el sable y la bota sobre la existencia de lo que fuera el territorio primigenio de la República Dominicana.
Estados Unidos, Francia, Canadá e Inglaterra, están interesados en la creación de un Estado Único, a lo cual sirven de mascarilla de pro políticos haitianos refugiados aquí, que primero deberían llenarse de valor e ir a sacar a su país del hambre, la miseria y el abandono.
Hoy no se trata de opacar la figura de Dessalines, que tiene su lugar en la historia, sino de defender la nacionalidad dominicana. El irrespeto al que los intelectuales pro-fusionistas de la isla consideran su principal héroe, esta cuando se le saca de la tumba para tratar de convertir por designios económicos y geo-políticos, a la isla en una sola república, un solo estado, una sola voz.
Nos oponemos a que los haitianos invadan a la República Dominicana en forma pacífica; que sus mujeres vengan a parir aquí, en desmedro de miles de dominicanas que no encuentran cama en los hospitales; que ocupen los puestos de trabajo, mientras el desempleo sigue creciendo; que su cultura, de dioses mitológicos, pócimas y brujerías, atente contra nuestra fe cristiana. Ni con el sable ensangrentado eso lo pudo lograr la intervención militar del 1822, fiel ejemplo del devenir histórico de Dessalines.
La mayor de las osadías es tratar de comparar a Juan Pablo Duarte, padre-fundador de la nacionalidad, el patriotismo y la República Dominicana, con Dessalines, que para nosotros no pasa de ser un carnicero social.
Duarte es el ejemplo del civismo, del florecimiento de las instituciones, del despertar democrático, del respeto al derecho de todos los hombres de vivir en libertad.
Un intelectual haitiano que abusa de la hospitalidad dominicana al buscar la integración pura y simple me acusa de fascista. ¿Acaso soy fascista por defender a mi patria; acaso soy fascista por defender a mi bandera; acaso soy fascista por luchar para mantener nuestra integridad territorial; soy fascista por luchar con valor patriótico en contra de la injerencia extranjera?
Fascista es ese intelectual haitiano que no tiene el valor ni los pantalones para defender a su patria de la sumisión a una fuerza interventora extranjera, aunque sea coronada por la bandera azul de las Naciones Unidas y el padrinazgo de Bill Clinton; fascista es quien abusa de la noble hospitalidad de un país que desea vivir en paz, y que visitantes quieren convertirlo en núcleo de los experimentos políticos de las grandes potencias.
Ese intelectual mancilla los valores patrios cuando quiere hermanar las trayectorias de Juan Pablo Duarte y Dessalines, y más cuando se atreve a lanzar la impudicia de que el emperador Jean Jacques tiene mayor proyección internacional que Duarte, o cuando en un halo de bellaquería, maledicencia y maldad destaca que la trayectoria de Duarte lo llevó a la guardia nacional de Jean Pierre Boyer, en 1842, y que el proyecto libertario de Duarte provocó bajas-muertes- en el campo haitiano.
Lo menos que se podría pedir para esta insolencia intelectual es que su amanuense sea enviado de patitas a su país de origen por irrespetuoso de la gesta del 27 de Febrero del 18844, que dio paso al nacimiento del República Dominicana.
Nuestro accionar político y social no es contra Dessalines, que tiene su nicho ensangrentado en la historia. Estamos en contra de que los hechos de este carnicero político-militar sean utilizados hoy, ahora para promover la integración de los dos países que comparten la isla.
La nacionalidad dominicana y nuestra territorialidad la va a defender el pueblo dominicano aun a costa de su sangre y vida. Doloroso es que los intelectuales haitianos refugiados en el país carezcan del coraje y el patriotismo para salvar a su país de las garras de la intervención extranjera y del atraso general que lo mantiene a nivel del año en que fue descuartizado su querido emperador, eh, soy un GALLO con entendimiento y patriotismo.