Michael Osterholm, quien es actualmente director del Centro para la Investigación de Enfermedades Infecciosas y Directrices de la Universidad de Minnesota, es uno de los principales expertos a nivel mundial sobre salud pública y bioseguridad, ha planteado en numerosas ocasiones las tres fases para controlar una epidemia:
Plan A — Contener al virus en el lugar que es epidémico.
Esto depende de que haya el número suficiente de camas de hospital y personal médico para cuidar a cada paciente. En una situación ideal, cada paciente identificado debe ser aislado para asegurar que el virus no se transmita a la familia, los amigos, y a la comunidad en general. En cuanto se identifica un paciente, los trabajadores de salud pública se avocan a identificar a las personas con las que ha tenido contacto para que cada uno de ellos que comience a mostrar signos de infección pueda ser aislado también, y así el proceso se repite otra vez. Esto es un enfoque clásico de salud pública y con el se puede detener la propagación del virus cuando la enfermedad apenas a comenzado. Ha funcionado para controlar el brote de Ébola y de otras enfermedades infecciosas en el pasado. Es lo que se hizo el mes pasado cuando un diplomático de Liberia se colapsó apenas al llegar al aeropuerto de Lagos, en Nigeria, y se le diagnosticó el Ébola. Sin embargo, si una persona infectada llega a una zona muy concurrida, en especial si es una zona en la que la infraestructura de salud pública y los servicios de salud son limitados, entonces existe el peligro de que la infección se propague exponencialmente. Llegado ese momento es hora para implementar el Plan B.
Plan B — Consiste en movilizar todos y cada uno de los aspectos de la infraestructura de salud y médica para identificar a las personas infectadas, y aislarlas rápidamente y tratarlas de modo que no haya más propagación de la infección. Para que el Plan B tenga éxito, se debe identificar cuando menos al 70% de esas personas infectadas, aislarlas y darles tratamiento.
Plan C — implica la única solución garantizada contra una epidemia de una enfermedad infecciosa: suministrar una vacuna efectiva a la mayoría de la población en una zona azotada por una epidemia.
Cuando aparecieron en Guinea los primeros casos de la infección de Ébola en marzo pasado, con la posibilidad de casos en Sierra Leona y Liberia, fue la primera vez que se ubicó el virus en África occidental y la primera vez que hubo un brote fuera de una zona aislada. Pero si hubiera habida una respuesta apropiada, se hubiera podido aplicar el Plan A para contener la propagación de esta infección mortífera. Eso no sucedió.
Para septiembre, la epidemia ya estaba fuera de control y se propagaba violentamente en Guinea, Sierra Leona y Liberia. Durante la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, se declaró a la epidemia como una emergencia de salud internacional. Estados Unidos y otras naciones prometieron movilizar ayuda inmediata. Pero hasta hoy, casi dos meses después, ha llegado muy poca ayuda.
El Presidente Obama prometió que enviaría 4000 efectivos de tropa que establecerían líneas de transporte de suministros rápidas e inmediatamente construirían 17 centros de tratamiento con 100 camas cada uno, así como también laboratorios para hacer pruebas e instalaciones para eliminar los desechos. Hasta la fecha, solo se terminó de construir uno de estos centros de tratamiento, y todavía no está funcionando por falta de personal. Mientras tanto, la infección continúa propagándose tan rápido que incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha visto forzada a admitir que no tienen números confiables, ni de la cantidad de nuevos casos ni del número de muertes. El personal en el sitio está sumamente agobiado como para informar sobre los nuevos casos de personas infectadas incluso cuando han logrado identificándolos, lo que establece que la mayor parte de los casos no se han identificado o no se ha informado de ellos. Entre los casos que han sido reportados y que se han confirmado con las pruebas de laboratorio —que son ciertamente una minoría de todos los casos reales— solo hay camas para menos del 20% de estos casos.
Mucho más alarmante es la sombría realidad de que la epidemia además se esté propagando geográficamente y muy posiblemente se va a propagar a una zona mucho mayor en los próximos meses. Como se ha recalcando en repetidas ocasiones, las lluvias buenas para las cosechas caen en África occidental de mayo a octubre, lo que constituye la estación de siembra y la cosecha ocurre de agosto a octubre. Durante este tiempo, miles de hombres y niños de África occidental trabajan en sus pueblos natales. Cuando termina el tiempo de la cosecha, viajan en búsqueda de trabajo en las minas de oro de Burkina Faso, Mali, Níger y Ghana; a las plantaciones de cacao y de palmas aceiteras en Ghana y en Costa de Marfil; en la cosecha de dátiles y en la pesca en Mauritania y Senegal; y en la producción ilegal de carbón de leña en Senegal, Mali, Costa de Marfil, Ghana, Burkina Faso y Níger. En su mayoría viajan a pie atravesando los bosques para evitar las alcabalas fronterizas y usualmente tienen cartas de identificación de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que les da libre tránsito en todos los Estados miembros de la CEDEAO. El viaje generalmente toma de uno a tres días. Obviamente, todo se perfila como para que haya una catástrofe mucho mayor.
¿QUE TENEMOS QUE HACER?
Hasta ahora, está claro que el Plan B está fallando. Las camas de tratamiento prometidas, según las estimaciones más optimistas, todavía les falta un mes. Incluso, si toda la ayuda médica prometida llegara a entregarse y todas las instalaciones planeadas para hacer pruebas y tratamientos se terminaran y tuvieran el personal necesario, sería aún demasiado poco para contener esta epidemia.
Y al respecto del Plan C, el desarrollo de una vacuna efectiva, aunque hay actualmente varias pruebas que han comenzado en distintos lugares, algunas de los cuales parecen ser prometedoras, el objetivo es tener varios miles de dosis de una vacuna efectiva disponible para el personal sanitario en algún momento de la primera mitad del año que viene, bastante alejado de lo que sería lo necesario para evitar que la epidemia se propague por toda África y que inevitablemente llegue a otros lugares del planeta.
Luego de consultar con el señor LaRouche y con los especialistas más destacados internacionalmente en el control de enfermedades infecciosas a nivel global, es patente que nada menos de una movilización tipo militar a gran escala, como si se tratase de contener un ataque terrorista biológico o una guerra bacteriológica, va a funcionar. Hasta la fecha, todos los mecanismos e instituciones existentes han demostrado que o son inadecuados o son incompetentes para satisfacer los requisitos necesarios.
Un plan de trabajo eficiente, requiere al menos, que las medidas siguientes se implementen de inmediato:
· El establecimiento de un Comité Coordinador Internacional, bajo la dirección de planificadores militares de Estados Unidos y Rusia y especialistas para contener amenazas biológicas , para coordinar un esfuerzo global vertical utilizando todos los recursos disponibles a nivel internacional para contener y derrotar la epidemia del Ébola.
· Si hay alguna esperanza de evitar que esta epidemia se propague geográficamente a otros lugares de África, el Caribe y otras partes, se tiene que controlar la situación existente en los países que son zonas álgidas. Para lograr esto se requiere un puente aéreo similar al que se implementó en Berlín en 1948, pero de una magnitud mucho mayor, para transportar equipos médicos, personal entrenado, y suministros de alimentos adecuados para tratar a la población necesitada en la zona afectada. Además, se deben movilizar barcos hospitales de Estados Unidos, Rusia, China y otras naciones hacia las costas de África occidental y ponerlos a la orden para dar tratamiento a las personas infectadas. Tan solo dos barcos de Estados Unidos pueden proporcionar de inmediato 2000 camas y personal entrenado en un ambiente completamente controlado. Con la combinación de las amplias instalaciones médicas a bordo de los portaviones Nimitz de la Armada y los barcos anfibios de asalto, junto con las capacidades similares que tiene Rusia, China, y otras naciones, podríamos empezar a proporcionar las miles de camas necesarias para comenzar a reducir la tasa de mortandad, y al mismo tiempo prevenir la propagación geográfica de la infección.
· Iniciar un Proyecto Manhattan global, para reunir a todos los investigadores especialistas de todo el mundo para rápidamente desarrollar, probar y producir masivamente una vacuna. Una iniciativa tal, eliminaría el tiempo que se pierde en la duplicación de esfuerzos; además eliminaría las barreras entre los laboratorios privados y los gubernamentales, y establecería y mantendría una normativa superior de evaluación de sus pares así como las normas de seguridad y eficiencia al hacer las pruebas. Además daría la única posibilidad para producir la cantidad de dosis de la vacuna necesarias para derrotar efectivamente al virus. Más de mil millones de personas viven en el continente africano, y eso quiere decir que realmente lo que se necesita es algo en el orden de 500 millones de dosis de una o más variedades de la vacuna efectiva.
· Finalmente, los planes preventivos para la detección inmediata y el tratamiento de los nuevos casos de enfermos con Ébola que se encuentren fuera de las zonas álgidas actuales, se deben poner en práctica de inmediato a nivel mundial, y todas las naciones deben crear normas equivalentes a la ley Hill-Burton estadounidense para determinar el nivel de las instalaciones de salud en todos lados. Todos los errores recientes al tratar con el primer brote de la infección del Ébola en Dallas, Texas, Estados Unidos, sirvió para que reconocieran en casa la realidad del colapso de la infraestructura de salud pública y de atención médica y el acondicionamiento de lo que se decía era la nación más avanzada del mundo.
Para que Estados Unidos cumpla con las normas requeridas para dar seguridad biológica a su población es necesario declarar una moratoria de emergencia para el Obamacare y poner a la disposición un sistema de salud universal para todos los estadounidenses, incluyendo un programa de vacunación universal para las cepas actuales de influenza que amenaza a Norteamérica.
Todas estas acciones, aunque son de naturaleza preliminar, al menos movilizará al mundo hacia un paradigma efectivo para evitar una catástrofe a escala de una Peste Negra GLOBAL del siglo 21. En sí mismo, no es suficiente ocuparse de la desintegración económica impuestas al mundo por la oligarquía financiera del imperio británico que busca reducir la población del mundo, ni tampoco aborda la otra crisis existencial de guerra y colapso financiero que todos enfrentamos. Pero es un comienzo.
Para nosotros en Estados Unidos, no hay escapatoria a la dura realidad de que, mientras Barack Obama siga teniendo el control de la Presidencia, actuando como instrumento de la misma oligarquía financiera del imperio británico que nos ha traído hasta esta situación de crisis existencial, nada de esto se va a llevar a cabo. Hay que sacar a Barack Obama de su cargo con los medios constitucionales de que disponemos.