En esta columna, Farhang Jahanpour, exdecano de la Facultad de Lenguas de la Universidad de Isfahan, en Irán, y actualmente profesor en la británica Universidad de Oxford, rastrea los orígenes de la hostilidad entre suníes y chiíes, las dos mayores ramas del islamismo, y llega a explicar las razones que se atribuye el sector extremista suní -el Estado Islámico (EI)- para declarar guerra a Iraq y Siria, y proclamar la restauración del califato.
Por Farhang Jahanpour
OXFORD, Gran Bretaña, 3 nov 2014 (IPS) – Cuando el grupo extremista Estado Islámico (EI) irrumpió inesperadamente en Iraq, su declaración de guerra colocó entre sus primeros objetivos a los chiíes y a los llamados safávidas.
La dinastía safávida (1501-1736) creó un poderoso reino en Irán luego de su conversión al islamismo.
En su esplendor, los safávidas gobernaron un territorio que duplicaba la extensión del Irán moderno e incluía partes de Iraq, Kuwait, Bahrein, Turquía, Siria, Baluchistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Aganistán y Cáucaso.
El principal antagonismo desde el punto de vista de los yihadistas suníes proviene de que los safávidas adoptaron el chiismo como religión oficial. Curiosamente, el credo original de la dinastía safávida fue el sunismo, pero después de la conversión al chiismo se esforzaron por imponerlo en todo Irán.
El celo proselitista de los safávidas estaba en parte motivado por su oposición al imperio otomano; por lo tanto, su adhesión al chiismo obedecía al objetivo político de diferenciarse de los sultanes otomanos, que eran a la vez califas de los suníes.
La Revolución Constitucional iraní (1904-1911) colocó los cimientos del Irán moderno, y adoptó la monarquía constitucional como régimen de gobierno.
Sucesivamente, los dos shas Pahlevi (1925-1979), aunque se transformaron en monarcas absolutos, profesaban el laicismo y trataron de modernizar Irán
de acuerdo con el modelo de los países occidentales.
La revolución islámica de febrero de 1979, guiada por el ayatolá Ruholá Jomeini, no solo puso fin a las reformas laicistas sino también a 2.600 años de monarquía, sustituida por un régimen clerical.
El aspecto singular de la revolución islámica, fue que por primera vez en la historia de Irán y del islamismo, los sacerdotes asumieron el poder.
Aunque Jomeini se atribuía el liderazgo de una revolución islámica, en realidad se trataba de una revolución chií que derivaba su legitimidad del concepto chií de imanato (teocracia regida por un imán o más).
Según el chiismo, el legado del profeta Mahoma no corresponde a los califas ortodoxos sino a los imanes chiíes en una sucesión que se interrumpe en el siglo IX con la ocultación del Doceavo Imán, quien regresará al fin de los tiempos para establecer la justicia en el mundo.
Tanto Jomeini como el actual líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, fundamentan su autoridad en la representación del Imán Oculto, que cesará cuando reaparezca.
Por esta razón, la creencia del expresidente Mahmoud Ahmadineyad (2005-2013) acerca de la inminente reaparición del Doceavo Imán y su asunción del poder causó consternación entre los líderes religiosos que gobiernan el país.
Al inicio de la revolución, Jomeini declaró su intención de propagarla en todo el mundo musulmán, pero su identidad chií alzó una barrera ante la mayoría de los musulmanes, que son suníes.
La devastadora guerra (1980-1988) que el expresidente iraquí Saddam Hussein (1979-2003) lanzó contra Irán contó con un masivo respaldo de los países del Consejo de Cooperación del Golfo, cifrado en decenas de miles de millones de dólares, y causó cerca de un millón de víctimas entre muertos y heridos de ambos bandos.
El amargo recuerdo de esta contienda es otro factor que mantiene viva la animosidad entre iraníes e iraquís, y entre chiíes y suníes.
Desde 2003, cuando la coalición guiada por Estados Unidos invadió Iraq, depuso al suní Hussein y lo reemplazó por un gobierno representativo de la mayoría chií, se sumó otro factor de rencor entre los dos credos.
El islamismo iraní fue la fuente de inspiración de una literatura de alta calidad, celebrada como una de las más profundas y humanas expresiones de misticismo.
Sin embargo, la República Islámica de Irán es hoy conocida por su estrecha interpretación del Islam, por el gran número de ejecuciones, lapidación de mujeres, flagelaciones y otras prácticas inhumanas.
La dogmática adhesión a esta variante del chiismo ha sido negativa para los intereses de Irán y para la causa del Islam en el mundo.
En la insurgencia del EI (antes autodenominado Estado Islámico de Iraq y el Levante, ISIS) participan decenas de miles de oficiales del ejército iraquí y del Partido Baas de Hussein, que fueron expulsados por Paul Bremer, el administrador de la Autoridad Provisional de la Coalición impuesta por Estados Unidos.
Esta insurgencia es una violenta revancha suní en contra de los chiíes de Iraq y en última instancia contra Irán, por su apoyo al desplazamiento de los suníes en Iraq y por la influencia que ahora ejerce en el país vecino.
Editado por Pablo Piacentini