Por Carlos Marquez
Cuando el Tribunal Constitucional emitió la sentencia 168, de inmediato, plantee que esa era una sentencia emanada de la agenda conspirativa de los conservadores, y que en el fondo buscaba crearle inconvenientes a la gestión de gobierno del presidente Danilo Medina.
Medina había iniciado la democratización y abaratamiento del crédito, el rescate del aparato productivo agropecuario y, sobretodo, había iniciado la actual exitosa Revolución Educativa.
La sentencia fue y, es una inteligente manera de hacer que Danilo desvíe su estrategia de sentar las bases definitivas del desarrollo nacional que prometió en la precampaña y durante la campaña electoral.
Son conocidos los esfuerzos desplegados por el mandatario dominicano en procura de darle una salida humanitaria honorable al problema en que ha derivado de aquella sentencia.
Soy testigo de los esfuerzos del Presidente Medina, asistido del Embajador en Cuba, José Manuel Castillo, en el marco de la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC a fin de finiquitar acuerdos con su homólogo de Haití, Michel Martelly.
También, de la entereza y gallardía con que el Presidente Medina defendió ante todos los mandatarios, presidentas y jefes de Estado y gobiernos reunidos allí, la potestad del pueblo dominicano para decidir su política migratoria.
La sentencia era y, es un hecho consumado. Al mandatario no le quedaba otra alternativa que defender al país. Así lo hizo, evitando que la CELAC estableciera como un problema de derechos humanos los casos de los indocumentados haitianos en nuestra patria dominicana.
Sin embargo, pese a la buena voluntad de nuestro gobierno, el problema derivado de la magistral y sutil conspiración de los conservadores ultranacionalistas ha seguido batiéndose, al punto que ya logró una sentencia de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.
Todo esto, en medio de los grandes y loables esfuerzos de nuestro gobierno por levantar el aparato productivo agropecuario, enfrentando el grave problema del analfabetismo, génesis de las desigualdades sociales y económicas; todo esto, viene a actuar como enorme fardo de piedras. Y se ve al presidente cargando esos peñones, luchando cuesta arriba por no distraerse y completar las obras iniciadas.
La cuña conspirativa que implica la sentencia de los conservadores, no es simple, busca frenar el cambio de modelo de desarrollo emprendido por el gobierno.
En la medida en que las grandes naciones condenan a países como el nuestro por violación a los derechos humanos, restringen la inversión extranjera, restringen el comercio, restringen el flujo turístico.
Entonces, la tarea de todo el gobierno, de nuestros agentes diplomáticos, en suma, de la cancillería cuyo nuevo incumbente, Andrés Navarro, se proyecta idóneo y diligente, se en la obligación de continuar haciendo todo tipo de despliegues defensivos-explicativos, siguiendo el tema de agenda en que nos impusieron los conservadores ultranacionalistas.