Los aplausos se escucharon en el salón donde están reunidos los cientítificos de la Agencia Espacial Europea al recibir el primer mensaje dando cuenta del aterrizaje.
El descenso emprendido por el robot Philae hacia la superficie del cometa Churyumov-Gerasimenko no solo supone un hito en la historia de la exploración espacial, sino que significa también un viaje hacia lo desconocido en el aterrizaje más arriesgado que jamás se haya intentado.
Los precedentes de los módulos marcianos y lunares no servian, porque en el cometa apenas existe gravedad. Los 22,5 kilómetros de descenso del aparato desde la sonda Rosetta serán en caída libre, pero a una mínima velocidad de 3,2 kilómetros por hora.
"Philae nos ha hablado, ha aterrizado… estamos en la superficie del cometa", ha dicho desde el centro de control de la sonda en Colonia Alemania, un emocionado Stephan Ulamec, jefe del equipo de la sonda de descenso, a los pocos minutos de recibir la primera señal. Es solo una señal, pero el hecho de que haya sido capaz de transmitirla, de decir "aquí estoy" es importante porque significa que ha llegado al suelo en buenas condiciones.