¿Qué hay que tener en el alma para destruir una obra de arte? Hay que tener una de tres cosas, o todas atrozmente combinadas y ninguna perdonable: ignorancia total, insensibilidad extrema o maldad exterminante. Solo así se explica que el cura párroco de Duvergé, Jhonny Durán, dispusiera destruir el hermoso mural (homenaje al milagro de la vida y a la paz), patrimonio cultural del país y del mundo que en la Navidad de 1993 Silvano Lora, Artista Nacional, le entregara a aquel humilde pueblo, para complacencia del párroco de entonces, Pedro Gómez Ponce. Díganme, entonces, ¿qué hacemos más allá de la rabia?
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