En una ciudad virtualmente apagada y sometida a una progresiva degradación de sus principales espacios públicos, ya sea el Conde, El Malecón, la Avenida del Puerto, la Plazoleta La Trinitaria, o los tradicionales parques de los barrios y urbanizaciones, resulta comprensible el apoteósico impacto que crea la segunda versión del Parque de Las Luces instalado en la virtualmente desaparecida área verde de la Plaza del Conservatorio.
Sin embargo, hay algunas preguntas pertinentes que deberían responder las autoridades municipales del Distrito Nacional:
¿Por qué un espectáculo efímero, tan esplendoroso y fantástico como dispendioso, y no una intervención sostenible en diferentes proyectos de interés social con posibilidad de impactar toda la ciudad?.
¿Por qué una inversión de 100 o 200 millones de pesos en un pedacito de la capital, sin destinar una parte de esos recursos para mejorar la iluminación pública en las calles, las avenidas y los barrios del Distrito Nacional para que la gente pueda celebrar el espíritu de la navidad en su propio hábitat?.
¿Por qué instalar 27 millones de bombillas en una manzana grande de Santo Domingo, y no hacer un modesto operativo para mejorar la iluminación en algunas de las zonas más representativas de la capital, como El Malecón, El Conde, la 27 de Febrero, la avenida John F. Kennedy, la avenida Mella y el Paseo de la Churchill, totalmente apagado desde hace varios años.
¿Por qué el Ayuntamiento del Distrito Nacional no utiliza una fracción pequeña de su presupuesto de 3 mil 800 millones de pesos, correspondiente al 2014, para rehabilitar y remozar los parques, las plazas y las áreas verdes de Santo Domingo y hacer posible una ciudad más agradable y atractiva para sus residentes y visitantes.
¿Qué pasó con el proyecto de remodelación de todo el litoral Sur de Santo Domingo, donde se anunció una inversión de 400 millones de pesos y solo se instalaron algunos bancos mal tramados en suelo de caliches en el tramo que va de la Feria hasta la zona de Manresa, aunque Roberto Salcedo instaló un campamento al lado de Adrián Tropical “para iniciar los trabajos correspondientes a esa área”, y con pocas esperanzas estamos esperando el primer picazo, ya que la valla publicitaria colocada en el lugar fue desmontada sin ninguna explicación.
¿O se repetirá la historia del Barrio Chino, donde Roberto Salcedo inició el proyecto con bombos y platillos, pero no puso ni un centavo para su realización; O la historia del Parque Enriquillo, donde el alcalde recibió un cheque de 250 millones de pesos del Ministerio de Obras Públicas para hacer una obra que nunca podría justificar una inversión de 50 millones de pesos; o la historia de la Plaza Juan Barón, donde el inefable alcalde se dio el lujo de encabezar una rimbombante ceremonia de inauguración sin haber puesto un peso, ya que la obra se ejecutó con una inversión de 90 millones de pesos aportados por Inversiones Turísticas Sans Soucí; o la triste historia de la plaza de Guibia, cerrada por el ADN durante 7 años y finalmente construida con una inversión de 60 millones de pesos suministrados por el Ministerio de Turismo.
Estas interrogantes probablemente quedarán sin respuestas, dada la falta de transparencia que ha caracterizado la actual gestó del ADN, pero todos podemos estar seguros que el señor Salcedo Gavilán seguirá ahorrándose los recursos que debían destinarse a obras de interés social y haciendo muy buenos negocios con los aportes de las entidades públicas y privadas que hasta ahora han asumido el financiamiento de los contados proyectos y espectáculos auspiciados por el Ayuntamiento. (3 de enero 2014)