Llega un cambio importante en la Iglesia Católica Dominicana. La designación de un nuevo rector en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra no es cosa de juego, sino de los tiempos. Hasta ahora se desconocen las razones reales para que deje la universidad monseñor Agripino Núñez Collado.
Por Manuel Hernández Villeta
Sin emportar razones, se da un cambio de una figura carismática de la iglesia, y quien por mucho tiempo fue considerado su segundo vocero. Agripino, como lo conoce el pueblo, aparte de rector universitario, era y es el mediador tradicional.
Queda ahora por ver si estos cambios de la iglesia llegarán hasta su jefe local, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez. El Papa Francisco tiene en su cartilla cambios en la iglesia a nivel mundial, y hasta ahora la dominicana no ha sido tocada.
El papel de mediador de Agripino hace tiempo que se congeló. La creación de tribunales para dirimir los problemas electorales y constitucionales, no hace necesario un mediador. La sociedad civil, haciendo cambios a la carrera, sepultó el rol de los notables y los mediadores con la creación de los tribunales Constitucional y Electoral.
Un mediador florece donde no hay instituciones que puedan dirimir, de acuerdo con la ley y la concertación que manda el código, los problemas que se presenten. El mediador luce como un anacronismo similar a la íntima convicción del juez, eliminada en el Código Procesal Penal.
Sin embargo, de lado, por debajo, o por encima de las instituciones y de los tribunales, tiene que haber un mediador. Los problemas sociales y colectivos no solamente se deben discutir en base a los artículados, sino buscar el lado humano, el compromiso, las negaciones y los enfrentamientos.
Hoy es necesario que se hagan cambios en la iglesia, en todas, pero muy en especial en la católica. Es la mayoritaria, pero la que tambien goza de más privilegios por parte del Estado y del sector privado.
La iglesia tiene que ponerse la ropa de pueblo, salir de los templos e ir a las barriadas, conocer en carne viva, como lo plantean las sagradas escrituras, el sufrimeinto del hombre. Una iglesia para el día de hoy, y también para la redención divina. Las dos cosas se pueden hermandar.
Pero tiene que darse el cambio de sacerdotes, de curia, de pensamiento, de acción, de estar al lado del pobre y escuchar también al encumbrado. Ser una iglesia de sandalia, de pan y de amarguras. Vamos a ver si hay cambios, para que todo quede igual