Ciudad del Vaticano, diciembre 2014 (VIS).- El Papa recibió en la Sala Clementina a una delegación de las provincias italianas de Verona y Catanzaro que este año han ofrecido respectivamente al Vaticano el Belén con las figuras de terracota y el árbol de Navidad que decoran en estas fiestas la Plaza de San Pedro y que a partir de esta noche estarán iluminados y a la vista del público.
"Los valores del cristianismo -dijo Francisco- han fecundado la cultura, la literatura, la música y el arte de vuestras tierras y todavía hoy constituyen un patrimonio inapreciable que conservar y transmitir a las generaciones futuras".
Expresó que el Nacimiento y el árbol de Navidad, son signos navideños siempre sugestivos y amados por nuestras familias cristianas: recuerdan el misterio de la encarnación, el Hijo unigénito de Dios que se hizo hombre para salvarnos y la luz que Jesús trajo al mundo con su nacimiento.
Sostuvo que tanto el Belén como el Árbol llegan al corazón de todos, también de los que no creen, porque hablan de fraternidad, de intimidad y de amistad, llamando a la humanidad de nuestra época a descubrir de nuevo la belleza de la sencillez, del compartir y de la solidaridad. Son una invitación a la unidad, a la concordia y a la paz; una invitación a hacer sitio, en nuestra vida personal y social, a Dios que no viene con arrogancia a imponer su potencia, sino que nos ofrece su amor omnipotente a través de la frágil figura de un Niño. El Belén y el Árbol traen, por lo tanto, un mensaje de luz, de esperanza y de amor".
"El Mesías se hizo hombre y vino entre nosotros para disipar las tinieblas del error y del pecado, trayendo a la humanidad su luz divina. El mismo Jesús dirá: "Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina entre tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Sigamos a esta Luz verdadera para no extraviarnos y para dar, a nuestra vez, luz y calor a todos los que atraviesan momentos de dificultad y oscuridad interior", concluyó el Santo Padre.
Jesús eligió venir al mundo en una familia
En palabras días antes, Francisco dijo que la familia es el "gran don que el Señor hizo al mundo desde el principio, cuando confirió a Adán y Eva la misión de multiplicarse y henchir la tierra. Ese don que Jesús confirmó y selló en su evangelio", afirmó el Papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles en la primera catequesis dedicada al tema que desarrollará a lo largo del próximo año: la familia.
La proximidad de Navidad ilumina el misterio de la encarnación del Hijo de Dios que abre un capítulo nuevo en la historia universal del hombre y de la mujer. "Y este nuevo inicio -recalcó – ocurre dentro de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia..Podía haber venido de forma espectacular, como un guerrero o como un emperador… En cambio, no. Vino como un hijo a una familia".
Dios quiso nacer "en una familia humana que el mismo formó. Y la formó en una aldea remota de la periferia del Imperio Romano. No en Roma, que era la capital del Imperio, no en una gran ciudad, sino en una periferia, casi invisible, y además de mala fama. Lo recuerdan también los Evangelios con la frase: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Tal vez, en muchas partes del mundo -señaló Francisco – nosotros seguimos hablando así cuando escuchamos el nombre de algún lugar periférico de una gran ciudad. Y sin embargo, desde allí, desde la periferia del gran Imperio, inició la historia más santa y más buena, la de Jesús entre la humanidad".
Jesús se quedó en esa periferia durante treinta años en los cuales "no se habla de milagros o curaciones, de predicaciones, de multitudes que acuden. En Nazaret todo parece suceder "normalmente", de acuerdo con las costumbres de una familia judía piadosa y laboriosa…. Los Evangelios, en su sobriedad no dicen nada sobre la adolescencia de Jesús y dejan esta tarea a nuestra meditación afectuosa. El arte, la literatura, la música han recorrido este camino de la imaginación. Ciertamente, no es difícil imaginar cómo las madres podrían aprender de las atenciones de María por su Hijo. Y cuanto los padres podrían aprender del ejemplo de José, el hombre justo, que dedicó su vida a sostener y defender a su hijo y a su esposa – su familia – en los pasajes difíciles". Por no hablar -exclamó el Papa- de cómo los niños pueden ser alentados por Jesús adolescente a entender la necesidad y la belleza de cultivar su vocación más profunda, y de soñar en grande".
"Cada familia cristiana – como lo hicieron María y José – puede ante todo recibir a Jesús, escucharlo… protegerlo, crecer con El y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestros corazones y en nuestras jornadas al Señor. Lo mismo hicieron María y José, y no fue fácil: ¡cuántas dificultades tuvieron que superar! Y su familia no era falsa, no era una familia irreal. La familia de Nazaret nos llama -recapituló el Santo Padre- a redescubrir la vocación y la misión de la familia, de cada familia. Y, como sucedió en esos treinta años en Nazaret, lo mismo nos puede suceder a nosotros: hacer que sea normal el amor y no el odio, hacer que lo normal sea la ayuda mutua, no la indiferencia o la hostilidad. No es entonces una casualidad, que "Nazaret" signifique: "La que custodia". Desde entonces, cada vez que una familia custodia este misterio, aunque esté en la periferia del mundo, el misterio del Hijo de Dios se pone a la obra. Y viene para salvar el mundo".
Al final de la audiencia, 2.500 personas bailaron la milonga al son del bandoneon en la Plaza de San Pedro para felicitar al Papa su 78 cumpleaños. La iniciativa "Un tango para Francisco" surgió en las redes sociales y, como se ha visto hoy, miles de personas se adhirieron a ella.