Por Moisés Saab*
El Cairo (PL) Culminado el Diálogo Nacional a principios de año, del que emergieron acuerdos para la solución de la crisis que atraviesa el país hace más de tres años, Yemen se encuentra en el punto de partida de un conflicto cuyas raíces son seculares.
La gravitación en la escena política de ese empobrecido país de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), aunque disminuida en los dos últimos años, resulta un importante factor de desestabilización al que no se le ve una salida inmediata dadas sus características étnicas y confesionales.
Una de las fórmulas adoptadas por el Diálogo Nacional para enfrentar el regionalismo fue federar el país en seis regiones dependientes de las autoridades centrales, pero la solución resultó el clásico remedio peor que la enfermedad, pues causó la inconformidad de la tribu huti, que se revelaría como un factor a tener en cuenta.
Conformada por miembros de la escuela de pensamiento zaidita de la secta chiíta del Islam, los huti impugnaron el acuerdo de federación por considerar que los encierra en una zona sin recursos naturales y, peor aún, carente de salida al mar.
Concluidas a principios de año en una nota de violencia por la muerte en un atentado del delegado huti, Ahmad Sharaf el Din, un profesor universitario, las pláticas también resultaron insuficientes para solventar problemas acuciantes tales como la demanda de secesión del Movimiento Sureño.
Tampoco una ofensiva militar contra AQPA en zonas del centro y el sur, apoyadas por la aviación estadounidense, logró los resultados apetecidos, pues esa milicia continúa activa.
En ese contexto, los huti, que registraron éxitos militares en la campaña contra el Ejército y tribus sunitas en el norte, ligadas a las autoridades sauditas, iniciaron en septiembre una exitosa campaña militar que los puso en control de zonas en Sanaa, la capital del país.
Desde antes de la explosión de combates, partidarios de Ansar Ullah, uno de los brazos armados hutis, habían logrado paralizar la capital con campamentos de protesta en demanda de la conformación de un nuevo Gobierno sometido a supervisión para evitar la corrupción del equipo dirigido por el primer ministro Mohamed Basindawa.
El domingo 21 de septiembre, tras una mediación del enviado de la ONU para Yemen, Yamal Bin Omar, fue rubricado un acuerdo entre las autoridades y los hutis para poner fin a semanas de cruentos choques con la formación de un nuevo equipo ministerial y la renuncia de Basindawa.
Sn embargo, a fines de año la colisión entre las autoridades y la tribu norteña permanece inerte por diferencias sobre las figuras que integran el gabinete y tras la adopción por la ONU de sanciones contra el renunciante ex presidente Alí Abdullah Saleh y dos miembros de la tribu huti.
En el complejo entramado del conflicto yemenita, agravado por la presencia castrense norteamericana, los hutis y el ex presidente Saleh, con el cual los primeros estuvieron en conflicto durante años, encontraron un punto de convergencia ante la reticencia gubernamental a atenerse a los acuerdos vigentes, pero incumplidos.
Por paradojas de la política, a pesar del evidente choque de voluntades y de intereses que enfrenta al presidente yemenita Abd Rabu Mansour Hadi con la dirigencia huti, ambos están unidos en una suerte de matrimonio de conveniencia tácito contra AQPA, síntesis de las ramas yemenita y sunita de la red Al Qaeda.
Esa unión cuenta con el discreto beneplácito de Estados Unidos, que tiene especialistas acantonados en Yemen en el marco de su denominada guerra contra el terrorismo.
A fines del año pasado miembros de AQPA atacaron las instalaciones de un complejo del Ministerio de Defensa en Sanaa, la capital, en una operación que resultó en la muerte de medio centenar de personas, en su mayoría médicos y enfermeras extranjeros que trabajaban en el hospital militar.
En un comunicado posterior el grupo islamista aclaró que el objetivo del ataque fue la sala de control de los vuelos de aviones no tripulados que con frecuencia atacan sus posiciones y dijo que la muerte de los facultativos contravino la orden explícita de no causarles daño.
A principios de este mes de diciembre fuerzas estadounidenses lanzaron una operación para rescatar a dos rehenes en manos de AQPA, el fotógrafo norteamericano Luke Sommers y el profesor surafricano Pìerre Korkie, que terminó en un sonado fiasco con la muerte de ambos.
En términos regionales, las presiones ejercidas por los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) autores del programa de transición tras la renuncia de Saleh, constituyen otro factor de discordia por su oposición a la influencia de los hutis que han expandido su presencia hasta la ciudad portuaria de Hudeida.
La magnitud de la crisis yemenita fue descrita en pocas palabras por el mediador de la ONU, quien confesó al Consejo de Seguridad que "Yemen aún enfrenta enormes desafíos".
Entre esos retos está el hecho de que los integrantes del CCG acusen a los huti y a Ansar Ullah de estar apoyados por Irán confiere una dimensión regional al conflicto que, en las postrimerías de año, aparece tan enrevesado como siempre.
* Corresponsal Jefe de Prensa Latina en Egipto.