Santicló está de pésimo humor. Como siempre, puntualmente se dispuso a cumplir su inalterable contrato consumista. Se puso su gala en rojo, su barba centenaria, su risa depurada en Fifth Avenue, su enorme saco de juguetes "made in". Preparó el trineo, alimentó a los venados saltarines y rellenó su "spray" de nieve a prueba de soles tropicales. Luego puso rumbo hacia el Caribe. Pero no tuvo tiempo de ponerse al día con el stock exchange y el FMI; ni profundizó en el contenido social de cifras estadísticas, ni en los detalles de los nuevos porcentajes fiscales…Y ahora no hay quien se comprometa a pagarle el contrato. (Promete no volver).