La Anexión a España representó un grave error histórico, no un acto de traición, conclusión para la que debe entenderse que lo que se produjo la noche gloriosa del 27 de Febrero de 1844, fue la consumación política de lo proclamado el 16 de enero del mismo año: El Acta de Separación Dominicana de Haití, no una proclama de la Independencia de la República como se enseña en las escuelas.
Es que de los cuatro movimientos separatistas claramente identificados: el pro-español, el pro-inglés, el de los afrancesados y el de los trinitarios, solo el último creía en el idealismo de resistir el peligro haitiano sin un protectorado poderoso, con el agravante de que quienes creían en la independencia pura y simple tuvieron que aliarse con los que pensaban contrario a ellos porque no estaban en capacidad de consumar el propósito solos.
Las figuras de mayor peso en el contexto de entonces no en el de ahora, por la experiencia de Estado y por formación intelectual, siempre estuvieron del lado de los que consideraban imprescindible una afiliación a una potencia protectora.
Traicionar es engañar, mentir, fingir una cosa y hacer otra, que no es el caso de quienes actúan en función de las que siempre fueron sus convicciones, a estos se les puede atribuir equivocación o error, no traición.
¿Por qué fue un error la Anexión?
La reacción que mostró el pueblo dominicano a todas las imposiciones que se derivaron de ese acto, evidenció que si bien es cierto que en la pasta de ese ser social que surgía en nuestro territorio nada pesaba más que las raíces hispánicas, ya no era factible el narigoneo de la Madre Patria, entonces tenía razón el español criollo José Núñez de Cáceres, autor de la Declaración de Independencia del 1 de diciembre de 1821, que proclamó: “No más dependencia, no más humillación, no más sometimiento al capricho y veleidad del Gabinete de Madrid. En estas breves cláusulas está cifrada la firme resolución que jura, y proclama en este día el pueblo Dominicano. Rompió ya para siempre desde este momento los gastados eslabones que lo encadenaron al pesado y opresivo carromato de la Antigua Metrópolis”.
En ocasión de la exaltación de los restos de Pedro Santana al Panteón Nacional a don Rafael Herrera se le atribuye haber escrito que el presidente Joaquín Balaguer, con el discurso que pronunció en ese momento derogó el decreto mediante el cual se llevó a Santana a ese altar, pero no fue así.
Balaguer empezó resaltando:
“El Gobierno asume hoy la responsabilidad histórica de depositar en este Templo de la Patria las cenizas de la figura nacional más controvertida: las de Pedro Santana. Nos hallamos, según el sentir de muchos, en presencia de un verdadero sacrilegio. Parecería que las bóvedas de este monumento secular van a desplomarse sobre nosotros como protesta por haber franqueado las puertas de este santuario patriótico a un apóstata que vendió a su propia patria, y cuyos restos parecían ya inapelablemente condenados a ir de ciudad en ciudad, y de tumba en tumba, arrastrando en su propio país las cadenas de un ostracismo ignominioso”.
Pero el que lea el discurso encontrará este párrafo: “El error de la Anexión fue, pues, el resultado de una opinión ampliamente difundida entre las clases conservadoras y entre la mayoría de los dominicanos pensantes de la época. Fue la consigna derrotista de muchos patriotas y de muchos próceres…”