Columnas

El espejo del tiempo mirando al Oeste

Por Milton Olivo

Se denomina “Genocidio de Ruanda” al intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda en 1994 que se estima concluyo con unos 800 mil personas asesinadas.

En el siglo IV a. C. los batwa (pigmeos cazadores) penetran en las montañas boscosas de Ruanda y se instalan allí de manera permanente. Unos siglos más tarde, hacia el siglo XI d. C., familias hutus (que son tutsis agricultores) comienzan a llegar a la región y a establecerse de forma sedentaria, conviviendo con los twas en paz.

Un siglo después (siglo XII y XIII), llegan a Ruanda familias tutsis (que son hutus ganaderos) provenientes de los alrededores (principalmente de la actual Uganda). También estos últimos se instalan en la zona y en el siglo XIV pasan a formar parte de una comunidad formada por twas (cazadores), hutus (agricultores) y tutsis (ganaderos).

La convivencia entre las dos últimas etnias fue simbiótica durante un tiempo hasta que a partir del siglo XVI, los principales jefes tutsis inician unas campañas militares contra los hutus, acabando con sus príncipes, a los cuales, de forma cruel y simbólica, cortaron los genitales y los colgaron en los tambores reales buscando humillar a sus contrincantes y recordarles que estos, los hutus, eran súbditos de los tutsis.

Con la colonización belga, el sistema sociopolítico se reforzó aún más en favor del estamento dominante: los tutsis. Cuando la administración belga consideró que las reivindicaciones tutsis eran desmesuradas, cambió de comportamiento y comenzó a apoyar a la mayoría hutu. Finalmente, la rivalidad entre los dos grupos se agudizó con la creación, por iniciativa belga, de varios partidos políticos sobre bases étnicas.

A mitad de siglo XX, en 1958, después de que un grupo hutu con estudios redactara un manifiesto reclamando un cambio social donde existiera igualda para todos, desde la corte real Tutsis se respondió con un documento que, entre otras cosas, decía lo siguiente:  “Podría preguntarse cómo los hutus reclaman ahora sus derechos al reparto del patrimonio común. De hecho, la relación entre nosotros (tutsis) y ellos (hutus) ha estado siempre fundamentada sobre el vasallaje; no hay, pues, entre ellos y nosotros ningún fundamento de fraternidad. Si nuestros reyes conquistaron el país de los hutus matando a sus reyezuelos, y sometiendo así a los hutus a la servidumbre, ¿cómo pueden ahora pretender ser nuestros hermanos?”

Despues de serios conflictos entre ambas partes, el 31 de mayo de1961 la ONU proclamó una amnistía tras comprobar que los enfrentamientos se agravaban y la mayoría hutu ya había provocado el exilio de unos 150.000 tutsis. Aquel mismo año, Ruanda, liderada por la población hutu se independiza de Bélgica. Este momento fue aprovechado por la ONU para exigir la organización de un referéndum bajo la vigilancia de observadores. El resultado fue de un 80% del NO a la continuidad de la monarquía tutsi, lo que obligó a los gobernantes a aceptar la República, provocando el exilio de miles de tutsis partidarios del sistema vigente monárquico y contrarios a conceder el poder a los hutus.

En 1972 se produjeron unas terribles matanzas en el vecino Burundi: 350.000 hutus fueron asesinados por tutsis y esto provocó, definitivamente, un sentimiento antitutsi por parte de la mayoría de los hutus en el interior de Ruanda.

El 6 de abril de 1994 a raíz, sobre todo, del asesinato de presidente Habyarimana, el conflicto interno ruandés ganó en crueldad y se convirtió en un enfrentamiento a gran escala que alcanzó todos los rincones del país.

Al día siguiente, el 7 de abril, la primera ministra Agathe Uwlingiyimana y 10 soldados belgas de las fuerzas de la ONU que la custodiaban, fueron asesinados por la guardia presidencial, acusando al contingente de la ONU, de haber derribado el avión del presidente.

Independientemente del motivo utilizado para perpetrar este asesinato, el hecho en sí tuvo una importante repercusión internacional, lo que hizo pensar a muchos que la ONU intervendría firmemente y pararía el terrible conflicto que se avecinaba. Por el contrario, se ordenó la retirada de los cascos azules, dejando a la población civil sin protección. Esta situación fue aprovechada por los radicales hutus para comenzar el genocidio.

Bélgica y Francia, sacaron del país a todos sus nacionales, sin preocuparse de los ruandeses, ni siquiera de los que trabajaban en sus empresas.   El día 11 de abril, un comunicado de la Cruz Roja Internacional estima que decenas de miles de ruandeses han sido asesinados en tan solo unos días. Mientras tanto, la misión de pacificación de Naciones Unidas UNAMIR, no hacía nada.

Durante los tres siguientes meses, murieron o desaparecieron casi 250.000 personas. Varios miles fueron asesinadas en la iglesia de Kibuye en una sola masacre. El nivel de violencia en Ruanda era extremo y respondía a un desenfreno de las pasiones más bajas. Sin embargo, detrás de todo esto también había una gran organización. Si en las zonas rurales y pequeñas localidades el método para acabar con la mayor cantidad de personas era reunirlas en estadios deportivos o iglesias (con la escusa de protegerlas ahí) para luego darles muerte, en las ciudades existía todo un operativo humano y logístico suficiente para identificar a cualquier persona que por alguna razón debiera ser aniquilada.

Mientras tanto en Nueva York, el 20 de abril, Butros Butros-Ghali, entonces Secretario General de las Naciones Unidas, consciente de la situación en la que se encuentra toda Ruanda ordena un: "inmediato y masivo refuerzo de UNAMIR  (Fuerza de paz de la ONU) para parar la contienda y las masacres.

Tras la decisión del Secretario General de las Naciones Unidas, al día siguiente, paradójicamente, el Consejo de Seguridad vota de forma unánime –todo lo contrario-  reducir, paulatinamente, la Misión UNAMIR de 2,539 soldados a 270.

Al día siguiente, ante esta petición de las Naciones Unidas por reforzar de nuevo la misión UNAMIR, el presidente Bill Clinton firma una Decisión Directiva Presidencial que impone estrictas restricciones al apoyo norteamericano a futuras misiones de paz de las Naciones Unidas.

Ante este hecho, el 4 de mayo, Boutros Ghali va más lejos y utiliza, por primera vez, el término «Genocidio».  El Gobierno estadounidense, de forma implacable, ordenó a todos los miembros del Gobierno que omitieran el uso de la palabra «genocidio» y en su lugar, utilizaran la expresión «Actos de Genocidio»  Durante los días siguientes, importantes dirigentes norteamericanos se justifican por no intervenir.

Según Linda Melvern, una reportera británica que tuvo acceso a documentos oficiales, el genocidio estuvo bien planeado.  El genocidio fue financiado, por lo menos en parte, con el dinero sacado de programas de ayuda internacionales, tales como la financiación proporcionada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional bajo un Programa de Ajuste Estructural.

Ruanda es un país mayoritariamente católico (65% católico, 15% protestante). Mientras ocurría la tragedia, el mundo entero parecía ajeno a la barbarie y no intervino para parar el trágico conflicto.

Es sabido que el subsuelo Es sabido que el subsuelo de la zona contiene yacimientos de cobre, niobio,cobalto, zinc, plata, diamantes, uranio, cadmio, carbon, petroleo, coltan y otros metales raros, pero sobre todo concentraciones de oro en cantidades excepcionales. Este hecho puede ser un elemento importante a la hora de observar las distintas actitudes de los países que tradicionalmente han dominado la zona desde la época colonial.

Las grandes concentraciones de oro (24 quilates) se convierten en un factor más para comprender el insolidario comportamiento de algunos países occidentales, que podrían haber priorizado su competencia por controlar los ingentes recursos naturales de la zona a las vidas humanas.

Probablemente, nunca se sabrá cuántos muertos provocó. Se calculan entre 500.000 y 1.000.000.

Yamilé Tapia

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