Todos los estudios de opinión, que cumplen con los requisitos científicos, coinciden en revelar la alta tasa de rechazo que tiene el ingeniero Hipólito Mejía en el electorado nacional. Hablo de que 30 de cada cien dominicanos, aptos para sufragar, aseguran que jamás votarían por el agrónomo y antiguo presidente de la República.
Luis Abinader, el líder político que exhibió mayor crecimiento durante todo el 2014, no tiene tasa de rechazo, muestra conocimiento de los problemas nacionales, es ecuánime, prudente y no tiene compromiso con el pasado, atributos que le permiten encabezar todas las encuestas del nuevo Partido Revolucionario Moderno.
Inclusive las demás organizaciones que formarían parte de la Convergencia por un Mejor País no ocultan su inclinación hacia el joven economista y empresario turístico, que corre por el carril de adentro para encabezar la boleta de la coalición opositora que enfrentaría al oficialismo en la contienda comicial del 2016. Algunas de esas entidades políticas ya han proclamado a Luis Abinader como su candidato presidencial.
Ante el desfavorable panorama que atraviesa el ingeniero Mejía, en el que las mujeres ni los jóvenes lo quieren ver ni en pintura, algunos aconsejan su retiro político, lo que el suscrito interpreta como un exceso, pues las actividades políticas no pueden circunscribirse a la candidatura presidencial.
Hipólito Mejía tuvo la gran oportunidad de convertirse en el líder de la oposición política, después del 20 de mayo de 2012, pero nunca asumió la responsabilidad correspondiente, no se solidarizó con los sectores que luchaban por diversos problemas nacionales y las veces que exponía de forma pública era para sospechosamente elogiar al gobierno de Danilo Medina.
Nunca quiso disentir del gobierno, el mismo gobierno que contribuyó –con su apoyo a las sentencias del Tribunal Superior Electoral y con la protección policial a todas las actividades de Miguel Vargas– a despojar a los perredeístas de su sigla. Mientras Mejía exhibía indiferencia ante ese y otros problemas del país, Luis Abinader se mantenía condenando los deshaciertos del PLD y del propio gobierno.
Ahora ocurre que Hipólito Mejía no es líder, desaprovechó la oportunidad, pero tampoco será candidato presidencial, porque no sólo es rechazado en el plano nacional, sino también internamente entre sus compañeros del Partido Revolucionario Moderno.
Leonel Fernández es el otro político rechazado por el pueblo –y por una buena parte de sus propios compañeros–, por razones altamente conocidas y no ameritan mencionar. La prudencia aconseja que no se involucre en la carrera presidencial para esta ocasión. Está en libertad y disfrutando de derechos civiles gracias a una justicia que él hizo a su medida, precisamente previendo eventuales persecuciones por los excesos cometidos desde el poder.
Una simple candidatura presidencial de Leonel por el PLD podría provocar acontecimientos de inestabilidad política y social en República Dominicana. Sólo la ambición personal justifica, en un escenario tan desfavorable, que procure nuevamente convertirse en la figura pública más importante.
Si la presencia de Fernández en la boleta presidencial del PLD ocasionaría grandes confrontaciones, ¿qué sería entonces de un eventual retorno al poder de este político pobremente valorado y que la gente lo percibe con deuda hacia la población? La vuelta de Leonel es sinónimo de desgracia nacional.
La población no quiere a Hipólito Mejía, pero mucho menos a Leonel Fernández. Ninguno de los dos ha sabido dar una lectura inteligente al momento político que atraviesan y preservarse para otros eventos, en caso de que las circunstancias evolucionen favorablemente en el futuro.